Made in… Objetivo: controlar el Mediterráneo
EN LOS ÚLTIMOS AÑOS SE VIENE HABLANDO DE RETOMAR EL PROYECTO DE UN TÚNEL BAJO EL ESTRECHO DE GIBRALTAR, O BIEN UNA PRESAPUENTE QUE MITIGARÍA LOS EFECTOS DEL CALENTAMIENTO GLOBAL EN EL MEDITERRÁNEO, CONTROLANDO EL NIVEL DE LAS AGUAS EN EL ESTRECHO. EL TIEMPO DIRÁ SI ALGUNO DE ESOS PLANES VE LA LUZ. LO CIERTO ES QUE A PRINCIPIOS DEL SIGLO XX SE PRESENTARON VARIOS MEGAPROYECTOS QUE TAMBIÉN TENÍAN A GIBRALTAR EN EL PUNTO DE MIRA Y QUE ASPIRABAN A CERRAR LA COMUNICACIÓN ENTRE LAS AGUAS DEL MEDITERRÁNEO Y EL ATLÁNTICO.
Alo largo del último siglo se han planteado proyectos de tamaño inconmensurable por doquier, y por lo general sin que los aspectos climáticos o ambientales importaran demasiado. Desde el uso de armas atómicas para vaporizar cordilleras o crear puertos artificiales, hasta la creación de presas de tamaño gigantesco. Es más, no solía pensarse que calentar el Ártico, por ejemplo, fuera un gran problema sino más bien una ventaja. Hoy en día muchos sueñan con un Ártico libre de hielos todo el año por el que pueda circular la mayor red de transporte de barcos portacontenedores imaginable. Es algo muy alejado de lo que el sentido común nos dicta, grandes ideas de “geoingeniería” que pasan por encima de los problemas climáticos como si de una apisonadora se tratara.
Véase, a modo de muestra, cómo planteaban el tema del Ártico en la edición del 10 de abril de 1907 de la revista Alrededor del Mundo:
La benignidad del clima europeo se debe principalmente a las corrientes templadas del Atlántico, que suben desde el Ecuador. (…) Si se pudiera romper la helada barrera que cierra el paso a la corriente templada del Atlántico, el mar polar se deshelaría y el Canadá y Groenlandia volverían a gozar de un clima benigno.
Todo esto enlazaba con la añeja idea del “océano abierto” que se suponía que podía existir en lo profundo del Ártico, tal como imaginó el oficial de la marina de los Estados Unidos Silas Bent a finales del siglo XIX. Cabe imaginar lo que sucedería en el caso de modificarse a gran escala el
precario equilibrio climático que crea la existencia de la corriente del Golfo, pero parece que no era algo que preocupara mucho por entonces, sólo las ventajas de conseguir nuevos “imperios árticos” de clima benigno era lo que interesaba. Otra cosa es que fuera posible, algo dudoso y, sin duda, sería toda una llamada a las puertas del desastre. Sin embargo, la megalomanía climática no se quedaba ahí, las propuestas más arriesgadas y más factibles tenían puesta su mirada en África y en el Mediterráneo: si se podía controlar el estrecho de Gibraltar se abriría un nuevo paraíso a disposición de la vieja Europa. Hubiera sido el sueño colonial definitivo.
LA ATLÁNTROPA DE HERMAN SÖRGEL
El proyecto de desecación y control del Mediterráneo, conocido inicialmente como Paneropa y más tarde llamado Atlántropa, alcanzó su mayor desarrollo con el impulso creador del arquitecto alemán Herman Sörgel. La crisis europea posterior
a la Primera Guerra Mundial explica este interés, dado que el continente se encontraba hundido tras el conflicto y, sobre todo, Alemania. Para Sörgel, controlar el Mediterráneo podía ser la solución a aquella terrible crisis.
No se trataba de secar el mar por completo, tarea poco menos que de titanes, sino de rebajar el nivel del mar alrededor de 200 metros por debajo del actual (unos cien metros en el Mediterráneo occidental y 200 en el oriental, controlado todo por otra gran presa localizada entre Túnez y Sicilia). La principal obra que se necesitaría para llevar a cabo tan impresionante reto sería una gran presa que cerrara la comunicación entre las aguas del Medi
LA PRINCIPAL OBRA SERÍA UNA GRAN PRESA QUE CERRARA LA COMUNICACIÓN ENTRE LAS AGUAS DEL MEDITERRÁNEO Y EL ATLÁNTICO
terráneo y el Atlántico, controlándose el flujo de agua desde el océano. De esta forma, se conseguirían nuevas tierras fértiles y una inconmensurable cantidad de energía hidroeléctrica. En el otro extremo del Mediterráneo se construirían también presas de control en el Bósforo y el Dardanelos. Los cambios estratégicos que supondría algo así son asombrosos, con un control total del área del Mediterráneo, del transporte de mercancías oceánico desde el Índico (el canal de Suez formaría parte del proyecto), así como el control total sobre el Mar Negro. Por supuesto, los
retos ecológicos de algo así también son difíciles de imaginar, pero en esa época no se mencionaban tales “minucias”, aunque el arquitecto alemán afirmaba que sus estudios indicaban que todo iba a ser mejor en el nuevo área continental, incluso el clima. A fin de cuentas, según él, sólo se trataba de recuperar parte de lo que el océano había inundado, o eso es lo que se pensaba por entonces.
LAS VENTAJAS DEL PLAN
La pasión de Sörgel hizo que la idea, en principio asombrosa y digna de la más desbocada fantasía, fuera creciendo poco a poco. Presentado su proyecto en 1927, con un gran dique en el estrecho de Gibraltar de más de treinta kilómetros de longitud, 300 metros de altura y medio kilómetro de anchura, se calculaba que en pocas décadas se podría recuperar un área de cientos de millones de kilómetros cuadrados capaz de sustentar a más de 100 millones de personas. Contemplando un mapa que muestre las pretensiones de Sörgel, podemos imaginar el levante español magnificado de forma asombrosa, Mallorca unida a Menorca, Córcega unida a Cerdeña, un Adriático cultivable, Sicilia unida a la península Itálica, las islas griegas como gran cordillera elevada sobre gigantescos campos en lo que es gran parte del Egeo y, sobre todo, una gigantesca nueva masa de tierras emergidas en el norte africano, especialmente entre Libia y Túnez.
El sueño de Sörgel iba a surtir de energía eléctrica gratuita a toda Europa y también sería fuente de alimentos sin fin para el viejo continente, sobre todo para Alemania. De África poco se decía, a fin de cuentas, sólo estaba ahí como fuente de
CON LA LLEGADA DE LOS NAZIS AL PODER, LA IDEA SE OLVIDÓ POR COMPLETO Y NI SIQUIERA ENCAJÓ CON LA MEGALOMANÍA DE HITLER
materias primas y poco más. El arquitecto soñaba con un continente en paz, porque dada la magnitud de la obra, todas las naciones se unirían para lograr un objetivo tan beneficioso y, una vez logrado, ya no habría guerras entre europeos. La Gran Guerra había causado tal destrucción, que este tipo de iniciativas se veía con buenos ojos: cualquier cosa con tal de pasar página. Sörgel imaginaba que un proyecto así, que necesitaría de nuevas carreteras, ferrocarriles, nuevas ciudades costeras, puertos y cualquier infraestructura imaginable, uniría tanto al continente durante tantos siglos que todo el mundo olvidaría los conflictos.
A pesar de lograr algunos apoyos en Alemania, prácticamente nadie se tomó en serio la propuesta. Con la llegada de los nazis al poder, la idea se olvidó por completo. Hay quien piensa que encajaba bien con la megalomanía de Hitler, pero la realidad es que el proyecto fue ridiculizado y tampoco ellos lo tomaron en serio. Tras la Segunda Guerra Mundial, Sörgel seguía soñando con Atlantropa, habiendo pasado otra pesadilla como fue el nazismo, pensó de nuevo que su idea podría unir a Europa y al mundo. El sueño terminó abruptamente en la navidad de 1952, cuando el arquitecto falleció al ser arrollado por un automóvil mientras circulaba en bicicleta. Nunca se localizó al vehículo que acabó son su vida.