BUSCANDO A LA SIRENITA...
La curiosidad intelectual del hombre no conoce límites. La conquista del cielo y la exploración de los mares han perfilado la biografía de la humanidad. Eso… y la guerra. Del sitio de Siracusa, ejecutado durante la expedición a Sicilia de los atenienses, data la primera referencia a unos buzos despejando unos escollos en el mar. En su Problemata, Aristóteles expuso a su vez las claves de la campana de buceo, que ayudaría a los buceadores a respirar bajo el agua con un caldero puesto boca abajo. Su teoría pudo inspirar a Alejandro Magno en el asedio de Tiro de 332 a.C. o incluso en sus inmersiones personales, tal como refleja la pintura del siglo XVI que abre esta página, en la que el macedonio experimenta en sus propias carnes (o pulmones) las ventajas de la llamada campana de cristal.
A la izquierda de estas líneas, la Tortuga del estadounidense David Bushnell ("fértil en invención", dijo George Washington de él), que prestaría sus servicios en la Guerra de Independencia de ese país, en la que tuvo lugar su bautismo contra el HMS Eagle de bandera británica. Su nombre, lógicamente, responde a su forma, parecida a la de un caparazón de tortuga, en el que un solo tripulante desplazaba el ingenio a golpe de pedales, propulsores de las hélices. Con casco de madera, el piloto podía observar el exterior por los visores circulares de la cúpula. La pieza que ofrecemos aquí puede verse en el Museo Oceanográfico de Mónaco.
El primer submarino latinoamericano fue el llamado Hipo pótamo, obra del ecuatoriano José Rodríguez Labandera, que vio la luz el 18 de septiembre de 1838. Su proyecto tenía fines militares. Tras brindar su idea a Perú sin éxito, cosechó el aprecio de su gente, que no quiso perderse el acontecimiento de su botadura a orillas del río Guayas, con él mismo y su ayudante José Quevedo a los mandos. La nave no cuajó en la América de su tiempo.
En el extremo superior derecho, sendos diseños del Nautilus del ingeniero e inventor estadounidense Robert Fulton, padre del barco de vapor. Su submarino no gozó de la misma suerte comercial. Encargado por Napoleón Bonaparte, que lo rechazó, se lo ofreció luego a los británicos, que también lo desestimaron.
Finalmente, a la derecha, una réplica del submarino de Cornelius Drebble, inventor holandés que, en 1620, presentó su proyecto a la marina británica, siguiendo los trabajos que William Bourne había avanzado ya a finales del siglo anterior.