GALDÓS, NUESTRO CONTEMPORÁNEO
Doctor en Historia, el autor es experto
■ en la vida y obra de Benito Pérez Galdós (1843-1920), de quien se cumplen próximamente los 100 años de su fallecimiento y a quien Clarín consideraba “el escritor más importante y fecundo de su tiempo”.
Francisco Cánovas es consciente de que sobre Galdós, a quien el autor reivindica y califica de “nuestro contemporáneo” (por la actualidad de algunas de sus reivindicaciones), se han publicado numerosos libros en los que se analiza su literatura desde muchos puntos de vista, aunque los que más abundan se dedican a describir su abundante bibliografía. En su libro, Cánovas aporta la novedad de dedicar una especial atención al compromiso político y social del autor canario, aspecto que considera la base y la clave de las ideas que transmite después en su extensa producción literaria.
No fue Galdós un escritor encerrado en su torre de marfil. Participó de manera muy activa en los problemas y polémicas de su tiempo. Y no solo eso: su literatura también incorpora estas inquietudes, de ahí la relevancia social que tienen sus obras, en plena consonancia con su pensamiento. Esto se ve de manera especial en sus novelas más madrileñas, Fortunata y Jacinta, Misericordia y otras muchas, siempre atentas a la descripción crítica de la realidad, y en sus novelas históricas y en los Episodios Nacionales.
Este pensamiento que desea una renovación de los métodos y las formas políticas, aparece en sus novelas más celebradas y también en el teatro, género en aquel entonces que tenía una especial resonancia pública. Galdós provocó sonoras polémicas sociales con algunas obras, como Electra, estrenada en 1901, obra que criticaba el pernicioso clericalismo instalado en la sociedad española, además de censurar la superstición y el fanatismo.
Para profundizar en sus ideas, sitúa el autor la vida de Galdós en su contexto político, aportando las necesarias coordenadas históricas y culturales. Galdós fue testigo del derrumbe del régimen isabelino; acogió con los brazos abiertos la renovación de la Revolución del 68, que, pensaba él, traería modernidad a España. Fue muy crítico con la Restauración, que supuso, a su juicio, una vuelta a los valores conservadores que él rechazaba. También vivió de manera apasionada la crisis de fin de siglo y compartió los ideales regeneracionistas de algunos miembros de la generación del 98.
No fue, por tanto, un espectador pasivo. Cánovas Sánchez destaca su compromiso cívico y democrático y la coherencia de su obra con estas ideas.