EL BARCO-PEZ DE MONTURIOL
Como tantos prohombres del siglo XIX, Narciso Monturiol (1819-1885) se hizo un nombre en los periódicos de su época y dio el salto a la política para luchar por los más desfavorecidos de su sociedad. Lo que veía no le gustaba. La gente pasaba hambre y los obreros arrostraban una vida muy complicada.
Fue la visión de los pescadores de coral la que le inspiró su invento más afamado: un barco-pez al que llamó Ictineo (del griego ichtus –pez– y naus –barco). Lo desarrolló entre 1858 y 1859, y no estuvo solo en su aventura, ya que contó con el soporte de 18 accionistas y un capital inicial de 10.000 pesetas. Inquieto y ocurrente por naturaleza, presentó también un aparato para liar cigarrillos y otros para cortar cartas y hasta piedras.
Pero su memoria, qué duda cabe, está ligada a este medio para “navegar por debajo del agua”, que se botó sin demasiado éxito en la Barceloneta el
28 de junio de 1859 y se presentó en sociedad, ya muy mejorado, en mayo de 1861, con presencia de varios ministros y representantes del Congreso y el Senado. A lo largo de los meses, hasta 1862, Monturiol realizó más de 50 inmersiones de su submarino, que pronto conoció a su hermano menor (pero más grande), el Ictineo II, botado en 1864 y aquilatado en trece inmersiones.
Tal como ha explicado Marcelino González Fernández en estas mismas páginas,
“los costes se dispararon, y el desinterés y la falta de fondos no permitieron seguir adelante, por lo que el inventor tuvo que abandonar la idea de perfeccionar el Ictineo II y las pruebas fueron suspendidas en 1867”. Una lástima, si consideramos el nivel de este extraordinario barco con forma de pez en cuyo interior podían desplazarse hasta seis tripulantes bajo 30 metros. Aunque sus problemas no eran menores, Monturiol estaba en el buen camino y nada más doloroso que ver a su “hijo” desguazado y vendido como chatarra para pagar las deudas contraídas.
Barcelona rinde homenaje a este genio con piezas como el Ictíneo I, reconstruido en el Museo Marítimo de Barcelona, abajo en la otra página, o el monumento que preside ésta, que puede contemplarse en la Avenida Diagonal. Y, sobre estas líneas, una ilustración que muestra el saludo entre Monturiol y Peral.