Los diez mandamientos Jacinto Benavente

En 1922 Jacinto Benavente se convirtió en el segundo español en obtener el premio Nobel de Literatura, tras José Echegaray. Menos discutido que aquel, este enorme dramaturgo había empezado a coquetear con la escena a finales del siglo XIX, pero sus mayores éxitos –Rosas de otoño, Los intereses creados, La malquerida…– se dirigieron al público del XX. Nacido en Madrid en 1866, fue primero amigo y luego rival de Valle-Inclán, viajó por medio mundo y tomó partido por el gobierno republicano (en 1933 fundó la Asociación de Amigos de la Unión Soviética), hasta que los otros ganaron la guerra y renegó de ese apoyo, haciendo bueno el título de su obra más famosa.

Tan prolífico –¡172 obras!– como ameno, tocó todos los géneros y supo retratar con ironía a la sociedad de su tiempo. Sus detractores opinan, no sin razón, que su teatro fue poco renovador, motivo por el que hoy en día no se le representa demasiado, pero nadie le niega su genio para la “carpintería teatral”, su manejo de los recursos y su dominio de la lengua española. Era, sí, un hombre con oficio.

Cuando le anunciaron que había ganado el Nobel, se encontraba de gira por América con su compañía de teatro y pasó de recoger el premio en Estocolmo, que festejó en un pueblo de La Pampa. Lo más curioso es que el Archivo Histórico Nacional alberga la medalla, el diploma del galardón y el cheque, sin cobrar, de 122.000 coronas. ¿Un despiste?

Además de teatro, Benavente se prodigó en las páginas de los periódicos, escribió novelas, poesías y hasta libretos de zarzuela. Ninguna de las artes le fue, en fin, ajena y, al igual que tantos intelectuales de la época, abordó también con curiosidad el séptimo arte: no solo llevó a la gran pantalla Los intereses creados, sino que fundó una productora, Madrid Cines, de vida efímera.

Falleció en Galapagar, Madrid, a la edad de 87 años, y en el cementerio viejo de esa localidad, El Chopo, yacen sus restos./A.F.D.