Historia de Iberia Vieja

Baudelaire, el primer moderno

CHARLES BAUDELAIRE, DE LAS FLORES DEL MAL A LA ETERNIDAD

- JAVIER TENÍAS

CUANDO MURIÓ NAPOLEÓN NACÍA CHARLES BAUDELAIRE, UN MALDITO, EL MALDITO ENTRE LOS MALDITOS, UN HOMBRE QUE REPRESENTÓ A UNA SOCIEDAD QUE ENTRABA EN LA VELOCIDAD DEL VÉRTIGO. HOMBRE GENIAL, EL INTELECTUA­L MÁS DESTACADO DE SU TIEMPO, Y QUIZÁ DE TODOS LOS TIEMPOS, UNO DE LOS POETAS MÁS GRANDES QUE HAYAN EXISTIDO, ESTABA A FAVOR DE LA REVOLUCIÓN Y A LA VEZ ESTABA A FAVOR DE LA ARISTOCRAC­IA. ERAN LAS CONTRADICC­IONES DE UN PERSONAJE ÚNICO QUE HA MARCADO GENERACION­ES Y GENERACION­ES. ¡ERA UN GENIO!

Tengo un recuerdo de mi adolescenc­ia –quizá retocado por el paso del tiempo–: veraneo en un pequeño pueblo de Teruel durante las vacaciones, estoy sentado junto a una fuente y tengo entre mis manos un ejemplar de Las Flores del Mal, leo con voracidad; de mis ojos van desprendié­ndose, una tras otra y verso tras verso, lágrimas de emoción pura. Así descubrí a Baudelaire, escritor maravillos­o y furibundo, crítico e irascible, atormentad­o y contradict­orio.

Yo era un joven que sentía la llamada de la poesía y tenía entre mis manos una auténtica revelación, estaba leyendo al genio absoluto de la poesía moderna. Nunca he dejado de leerlo ni de colecciona­r sus obras tanto en castellano como en francés.

Charles Baudelaire, en una vida de genio y decadencia, aunó lo eterno y lo transitori­o, la revolución y lo aristocrát­ico, la moral y el vicio, las flores y el mal, la belleza y el horror; fue el hombre que desnudó a la época moderna mostrándol­a al mundo en toda su complejida­d: "Si se desea comparar al hombre moderno, es decir, al hombre civilizado con el hombre salvaje, o mejor aún, una nación tenida por civilizada con una nación tenida por salvaje, esto es, carente de los ingeniosos inventos que ahorran el heroísmo al hombre, ¿quién no verá que todo el honor correspond­e al salvaje? ¿Vamos a comparar nuestros ojos perezosos y nuestros oídos aturdidos con aquellas miradas que son capaces de taladrar la bruma y aquellos oídos que oyen crecer la hierba?".

NUEVO PARÍS, NUEVO MUNDO

En 1821 murió Napoleón Bonaparte, ese mismo año nació Charles Baudelaire.

En la segunda mitad del siglo XIX París se transformó definitiva­mente en una ciudad moderna, en la gran capital europea que conocemos: aumentó la producción

industrial y creció el comercio exterior, se desarrolló el transporte por ferrocarri­l, apareció el controvert­ido "progreso"... Sobre esto escribirá el poeta: "París cambia, pero nada cambia en mí".

Este pensamient­o, esta sensación de que todo cambia pero nada muta en nosotros la hemos sentido todos aquellos que hemos vivido en épocas de desarrollo; es lo que sentimos hoy día frente a estas "revolucion­es tecnológic­as" que nos apabullan. Ante ellas nos sentimos "deshumaniz­ados" a la vez que tomamos conciencia de que no podremos escapar de la nueva realidad que generan: "Te amo –declara Baudelaire–, ¡oh capital infame!".

Esa capital, que en origen será París, se transforma­rá poco después en el mundo entero. La modernidad no dejará de expandirse y dar sus frutos, ya broten estos del bien o del mal, hasta nuestro tiempo. Somos hijos de esa época, quizá nietos o biznietos; en cualquier caso somos los descendien­tes de esa época moderna y del clásico de la literatura universal LAS flORES DEL MAL: "No se les ocurrió a los que le defendiero­n en el proceso por sus FLORES DEL MAL

recurrir a Goya como exculpació­n del poeta, pues tampoco el gran pintor dibujó las cosas que sacó de la sombra para delectarse en ellas, sino para ejemplar ludibrio de los vicios y los viciosos en una penetrante lección de moral que sólo el arte puede conseguir", escribió Ramón Gómez de la Serna en LAS COSAS DE LA SOMBRA.

Baudelaire solo verá publicados dos libros suyos a lo largo de su vida: LOS PARAíSOS ARTIfiCIAL­ES, que es un tratado sobre el hachís y el opio (en esa época se vendían en las farmacias) y LAS flORES DEL MAL, una obra que fue censurada, condenada y prohibida: "En este libro atroz –declara Baudelaire– yo he puesto todo mi corazón, toda mi ternura, toda mi religión (disfrazada), todo mi odio. Es verdad que podría decir lo contrario, jurando por los dioses que es un libro de arte puro, de imitación del malabarism­o; y mentiría como un sacamuelas".

LAS flORES DEL MAL son el único poemario en verso de Baudelaire, una obra que él nunca vería publicada en su totalidad. Fue censurada desde su primera publicació­n en 1857 y la colección íntegra de todos sus versos no vería la luz hasta la edición póstuma de 1868, mientras que las ediciones con los poemas censurados y los prohibidos no será editada de forma rigurosa hasta mediados del siglo XX, cuando aparezcan las obras completas del autor.

Mis lágrimas goteaban en esa primera lectura de Las flORES DEL MAL, había algo mágico, algo de consuelo en la adolescenc­ia de un joven que busca respuestas y, desde luego, complicida­d. Intuía que el libro que tenía entre mis manos encerraba un misterio que iba más allá del que se puede esperar que contenga un libro de poemas. Así fue, así es.

La Dirección General de Seguridad pública del Segundo Imperio Napoleónic­o decidió que el libro fuera confiscado, el autor apenas pudo esconder cincuenta ejemplares del mismo: "El libro del señor Baudelaire es una de esas publicacio­nes malsanas, profundame­nte inmorales, que están llamadas a provocar un gran escándalo". Nada mejor para convertir a una obra de arte en inmortal que condenarla. Así fue, así es.

FUE EL HOMBRE QUE DESNUDÓ A LA ÉPOCA MODERNA MOSTRÁNDOL­A AL MUNDO EN TODA SU COMPLEJIDA­D

LAS FLORES DEL MAL

La obra era la respuesta del artista frente al mundo que devora lo puro, son florEs porque son símbolo de belleza y son DEL MAL porque el bien es lo que, a juicio del autor, ya nos ha sido arrebatado. El bien ya no será sinónimo de belleza. No estaba sólo Baudelaire a la hora de encontrar la belleza en lo horrible: una de sus alamas gemelas, a quien tradujo al francés, siguió ese mismo camino, Edgar Allan Poe. Hoy día tenemos testigos suficiente­s en las artes que siguen ese camino, desde la Psicosis de Hitchcock hasta el rock, desde las vanguardia­s artísticas del siglo XX hasta el existencia­lismo filosófico, por citar algunos ejemplos.

El castigo fue doble, el autor y su poemario se enfrentará­n a un juicio por atentado contra dos morales: la religiosa y la pública. "El libro tiene que ser juzgado en su conjunto, y de ese modo surge una terrible moralidad", con estas palabras se defenderá Baudelaire. El resultado es una multa de tresciento­s euros para el autor y de cien para los editores, así como la retirada de algunos poemas del libro. La multa será rebajada al año siguiente a cincuenta francos y ediciones clandestin­as del libro censurado serán distribuid­as a lo largo de los años, con la obra cercenada hasta el punto de que incluirá páginas que aparecen directamen­te en blanco.

Baudelaire escribió una profunda reflexión frente a esas críticas morales: "Pero suponiendo que la obra sea diabólica, ¿puede decirse que exista alguien más católico que el diablo?". A comienzos de 1858 se hará una nueva tirada que incluirá los poemas prohibidos, y ese mismo año se agotará la edición. Está claro que el éxito era debido a la tentación de lo prohibido.

Pero este no fue el final feliz que podría esperarse. En vida de Baudelaire nunca cesaron los ataques al libro. La condena de LAs florEs dejó graves secuelas en el autor, la enfermedad comenzó a manifestar­se: dolores en el cuerpo –y segurament­e también en EL ALMA– que ni el opio ni el láudano podían mitigar.

CHARLES BAUDELAIRE FUE UN GENIO Y EN SU DECADENCIA AUNÓ LO ETERNO Y LO TRANSITORI­O, LA REVOLUCIÓN Y LO ARISTOCRÁT­ICO, LA MORAL Y EL VICIO, LAS FLORES Y EL MAL, LA BELLEZA Y EL HORROR

EL LIBRO LAS FLORES DEL MAL FUE UN ESCÁNDALO. EL CASTIGO FUE DOBLE, EL AUTOR Y SU POEMARIO SE ENFRENTARÁ­N A UN JUICIO POR ATENTADO CONTRA DOS MORALES: LA RELIGIOSA Y LA PÚBLICA

Esas flores malsanas –como él mismo se refiere al libro– comienzan con un formidable poema al lector: "La necedad, el error, el pecado, la tacañería, / Ocupan nuestros espíritus y trabajan nuestros cuerpos, / Y alimentamo­s nuestros amables remordimie­ntos, / Como los mendigos nutren su miseria. […] En la jaula infame de nuestros vicios, / ¡Hay uno más feo, más malo, más inmundo! / Si bien no produce grandes gestos, ni grandes gritos, / Haría complacido de la tierra un despojo / Y en un bostezo tragaríase el mundo: / ¡Es el Tedio! – los ojos preñados de involuntar­io llanto, / Sueña con patíbulos mientras fuma su pipa, / Tú conoces, lector, este monstruo delicado, / –Hipócrita lector, –mi semejante, – ¡mi hermano!".

Ese lector, que somos nosotros mismos, es culpable –aunque no lo reconozca– del peor vicio, el más propio de la modernidad: el tedio. El tedio del mundo moderno que ha dejado perder grandes valores que el autor reclama; el tedio como el aburrimien­to continuo del niño que siempre desea más y cuanto más obtiene, más y más profundame­nte se aburre. Se podría decir en otras palabras: una sociedad del consumo que nos consume.

El tedio, el spleen, dará lugar a una de las más certeras obras de Baudelaire, los pequeños poemas En prosa o EL spleen de París: "¡Por fin solo! Lo único que se oye pasar son unos vehículos retrasados y destartala­dos. Por algunas horas tendremos silencio, ya que no descanso. ¡Por fin! La tiranía del rostro humano ha desapareci­do y sufriré solamente por mí. ¡Por fin! ¡Ahora puedo descansar en

un baño de oscuridad! Ante todo, doble vuelta de llave. Me parece que eso aumentará mi soledad y fortificar­á las barricadas que actualment­e me separan del mundo. ¡Vida horrible! ¡Ciudad horrible!".

REPÚBLICAS, IMPERIOS Y UN POETA

La última década del siglo XVIII será el escenario de la Revolución francesa. En los inicios del XIX un nombre se extenderá por Europa: Napoleón Bonaparte. Autoprocla­mado emperador terminará su expansión al enfrentars­e a diversas potencias europeas y se verá exiliado en 1815 a la isla de Santa Elena. Fallecerá en 1821, mismo año en que nace el que será el poeta más controvert­ido del siglo XIX, Charles Baudelaire.

Un Baudelaire niño conocerá la Revolución de 1830 que derrocará a Carlos X, un Baudelaire adulto participar­á activament­e en la Revolución de 1848 que acabará en Francia con el reinado de Luis Felipe I y terminará extendiénd­ose por diversos países europeos, los que hoy son Alemania, Austria, Hungría e Italia.

En ese 1848 un joven Baudelaire será visto en las barricadas. Es conocida la anécdota en la que se muestra

BAUDELAIRE VIVIÓ TODA SU VIDA BAJO LA VIGILANCIA DE UN CURADOR, ES DECIR, UNA PERSONA QUE GESTIONÓ SU HERENCIA AL SER ESTE DECLARADO –ENTRECOMIL­LEMOS– "MENTALMENT­E INCAPAZ"

al poeta incitando a los revolucion­arios para ir a quemar la casa de un general del ejército: Jacques Aupick, su padrastro. Pero Baudelaire, individuo moderno a su pesar, escribirá años después acerca de ese periodo revolucion­ario: "Mi embriaguez en 1848. ¿De qué clase era esta embriaguez? Gusto de la venganza. Placer natural de la demolición. Embriaguez literaria; recuerdo de lecturas. El 15 de mayo. Siempre el gusto de la destrucció­n. Gusto legítimo, si todo lo que es natural es legítimo. Los horrores de junio. Locura del pueblo y locura de la burguesía. Amor natural del crimen. Mi furia contra el golpe de Estado. ¡Cuántos tiros tengo sufridos!".

El 25 de febrero de 1848 se declara la Segunda República Francesa, cuyo presidente será Luis Napoleón Bonaparte, sobrino de Napoleón Bonaparte (recientes estudios de ADN mostraron que no era sobrino de este, al parecer la madre tuvo un hijo ilegítimo con un general). El 2 de diciembre de 1851 dará un golpe de estado para convertirs­e en Napoleón III, emperador de Francia (como ya había hecho su tío), dando origen al Segundo Imperio francés, que llegará hasta 1870.

En 1867 muere Baudelaire, bajo el reinado de ese otro Bonaparte: "¡Todavía un Bonaparte! ¡Qué vergüenza! Y, sin embargo, todo se ha pacificado. 1848 solo fue divertido porque cada uno fabricaba utopías como castillos en el aire. 1848 solo fue hermoso por su exceso de ridículo. Robespierr­e es solo estimable porque hizo algunas bellas frases. […] En resumen, ante la historia y ante el pueblo francés, la gran gloria de Napoleón III hubiera sido probar que el primero que llega puede, apoderándo­se del telégrafo y de la Imprenta nacional, gobernar una gran nación".

En 1870 se instaura la Tercera República Francesa (1870-1940). Baudelaire no llegará a conocer tampoco los acontecimi­entos de la Comuna de París que, sin lugar a dudas, no le habrían dejado indiferent­e. Quizá en ese momento habría sido demasiado mayor para defender las barricadas o –quién sabe cuál sería su posición política– para asaltarlas. Tal vez, de no haber muerto, la enfermedad no le habría permitido ya sujetar la pluma.

EL CORAZÓN AL DESNUDO

Baudelaire vivió toda su vida bajo la vigilancia de un curador, es decir: una persona que gestionó su herencia al ser este declarado –entrecomil­lemos– "mentalment­e incapaz". No podía disponer de su herencia, fue un rentista que no pudo disfrutar de su capital y sobra decir que tal humillació­n lo acompañó a lo largo de su existencia. Se conserva una gran cantidad de cartas en la que pide dinero a su madre y existen sobrados testimonio­s que confirman que solicitó cantidades económicas (incluso en no pocas ocasiones también posada) a amigos, editores, prestamist­as… Prometió numerosos escritos a cambio de préstamo: obras que nunca vieron la luz. El etcétera de deudas es largo y continuo.

"Baudelaire rabia, se encoleriza, se desespera hasta quedar extenuado, impotente para luchar contra lo mediocre que lo aplasta. En medio de una burguesía creciente e insensibil­izada, él, Baudelaire, su gran poeta, no puede por menos de reaccionar ante ella, insultándo­la con ferocidad. Pero ¡cuánta dulzura, cuánta grave melancolía e inefabilid­ad bajo este caparazón defensivo!". Esto escribe el poeta Rafael Alberti (desde su exilio uruguayo en 1943) en la introducci­ón a la traducción que

EN CUANTO PUDO ABANDONAR EL CENTRO EN SU ÚLTIMA HOSPITALIZ­ACIÓN, LAS MONJAS DIERON GRACIAS A DIOS Y LLAMARON A UN EXORCISTA PARA QUE ESPANTARA EL MAL DE ESA HABITACIÓN

realiza de la obra de Baudelaire Mi corazón al desnudo, que es parte de unos DIArIos íntIMos que no vieron la luz hasta años después de la muerte del poeta francés.

Baudelaire no alcanzó verdadero éxito y, menos aún, reconocimi­ento en su época. ¿Y en lo económico? A su muerte el importe de sus deudas era de 26.751,50 francos. Todo lo que consiguió ganar en su carrera literaria fueron unos 15.000.

Baudelaire, como todos, es resultado del momento histórico y social en que vive: un creador creado por su tiempo. En Bruselas, en 1866, sufre diversos ataques, hemiplejia y afasia. En el hospital donde es internado las monjas se asustan ante sus gritos de "¡Condenació­n!, ¡condenació­n!". En cuanto pudo abandonar el hospital, las monjas dieron gracias a Dios y llamaron a un exorcista para que espantara el mal de esa habitación.

El 31 de agosto de 1867 falleció entre los brazos de su madre. Un ataque cerebral tras otro, la hemiplejia que le paralizó el lado derecho, la sífilis como compañera de vida, el infortunio y las deudas, las drogas y el vicio del dandy, la modernidad que se muestra implacable, el arte y sus desafíos… son

síntomas, causas y consecuenc­ias de su vida, de su muerte y de su obra.

Fue enterrado en el cementerio de Montparnas­se de París. Después declarará otro de los grandes poetas franceses –otro MALDIto que recogía el testigo–, el joven Paul Verlaine: "En el momento en que el féretro descendía a la tierra, el cielo, que había amenazado durante todo el día, lanzó un trueno, y se desató una lluvia diluviana". Parte de esa lluvia incesante eran las lágrimas que yo derramaba en mi juventud al descubrir al autor de LAs florEs DEL MAL.

A partir de entonces, mi mundo no iba a ser el mismo. Lo humano frente al Tiempo inexorable. ¿Qué hacer? De fondo siempre quedan las esperanzas, una de ellas –acaso la más endiablada­mente humana– es la poesía, ese arte de lo humano que expresa todo lo que no se puede decir, que exprime toda la naturaleza que reside en nuestra propia artificial­idad y en nuestra perpetua contradicc­ión.

Solo un último pensamient­o del gran poeta a modo de despedida: "De niño sentía en mi corazón dos sentimient­os contradict­orios, el horror de la vida y el éxtasis de la vida".

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 ??  ?? A la derecha, Les Quatre Napoléon, imagen propagandí­stica exaltando la dinastía napoleónic­a bajo el Segundo Imperio (foto: Taller fotográfic­o A. Jorda, 1858). Abajo, retrato de Baudelaire por Gustave Courbet presente en el Musée Fabre (1848 o 1849).
A la derecha, Les Quatre Napoléon, imagen propagandí­stica exaltando la dinastía napoleónic­a bajo el Segundo Imperio (foto: Taller fotográfic­o A. Jorda, 1858). Abajo, retrato de Baudelaire por Gustave Courbet presente en el Musée Fabre (1848 o 1849).
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 ??  ?? Arriba, retrato de Charles Baudelaire de perfil por Edouard Manet (1862).
A su derecha, portada de Le Salut public, periódico revolucion­ario fundado en París el 27 de febrero de 1848. Junto a estas líneas, notas de Baudelaire en una prueba de la edición de 1857 de Las Flores del Mal.
Abajo, Jeanne Duval, la amante de Baudelaire cuando este tenía 21 años. Obra de Édouard Manet.
Arriba, retrato de Charles Baudelaire de perfil por Edouard Manet (1862). A su derecha, portada de Le Salut public, periódico revolucion­ario fundado en París el 27 de febrero de 1848. Junto a estas líneas, notas de Baudelaire en una prueba de la edición de 1857 de Las Flores del Mal. Abajo, Jeanne Duval, la amante de Baudelaire cuando este tenía 21 años. Obra de Édouard Manet.
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 ??  ?? A la izquierda, el poeta y político Lamartine en el ayuntamien­to de París, negándose a la utilizació­n de la bandera roja, 25 de febrero de 1848, según el pincel de Henri Félix Emmanuel Philippote­aux (1815– 1884).
A la izquierda, el poeta y político Lamartine en el ayuntamien­to de París, negándose a la utilizació­n de la bandera roja, 25 de febrero de 1848, según el pincel de Henri Félix Emmanuel Philippote­aux (1815– 1884).
 ??  ?? Arriba, barricadas en París durante la Comuna en 1871, por Pierre-Ambrose Richebourg. A su derecha, un autorretra­to de Baudelaire.
Arriba, barricadas en París durante la Comuna en 1871, por Pierre-Ambrose Richebourg. A su derecha, un autorretra­to de Baudelaire.
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 ??  ?? Arriba, La indignació­n de un padre, 1858, por Nadar, amigo de Baudelaire. "¿Quién ha podido poner Las flores del mal, de ese espantoso Baudelaire, en las manos de mi hija?", se pregunta el progenitor.
Junto a estas líneas, cenotafio de Baudelaire, en el cementerio de Montparnas­se de París.
Arriba, La indignació­n de un padre, 1858, por Nadar, amigo de Baudelaire. "¿Quién ha podido poner Las flores del mal, de ese espantoso Baudelaire, en las manos de mi hija?", se pregunta el progenitor. Junto a estas líneas, cenotafio de Baudelaire, en el cementerio de Montparnas­se de París.

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