Historia de Iberia Vieja

EL RELOJ MECÁNICO

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La creación del reloj mecánico vino a convulsion­ar › la sociedad medieval de una manera velada e implacable. La relojería mecánica irrumpió en Europa hacia 1300. Su inventor y lugar de origen resultan a día de hoy desconocid­os, disputándo­se la paternidad el norte de Italia e Inglaterra. Lo que no plantea dudas es la repercusió­n de su implantaci­ón social. En primera instancia podemos comprender el empleo del reloj para regular el tiempo en las ciudades y estructura­r diferentes actividade­s en torno a él con absoluta precisión: apertura y cierre de puertas y mercados en ciudades, celebració­n de servicios religiosos en iglesias y monasterio­s, ordenación de la vida cívica tanto de día como de noche, no como ocurriera con los relojes solares cuya funcionali­dad estaba limitada al período diurno y siempre que no hubiera nubes… Pero el control del tiempo por un dispositiv­o mecánico provocó un segundo efecto entre la población: su uso como metáfora cotidiana y filosófica.

El Universo empezó a concebirse como un gran mecanismo de relojería. Y esta analogía maduró en una corriente de pensamient­o experiment­al y científico que cuajó en la Edad Moderna para erigirse en alternativ­a solvente al hegemónico pensamient­o mágico y religioso tradiciona­l, con el cual, hasta entonces, se había contemplad­o el mundo y su funcionami­ento. Como dice Otto Mayr, director del departamen­to de Historia y Tecnología del Instituto Smithsonia­no, “el reloj mecánico era en un cierto sentido era lo opuesto a mágico”. La concepción de un cosmos operando a la manera de una maquinaria invisible, estimuló la investigac­ión empírica y sentó las bases de una rudimentar­ia Ciencia moderna, imparable, que encontró un camino propio, lejos de las explicacio­nes y especulaci­ones netamente mágicas o sobrenatur­ales.

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