UN REY SIN CABEZA
Nacido en Dunfermline, Escocia, en 1600, Carlos I Estuardo, › segundo hijo de Jacobo I, se convirtió en rey por capricho del destino, al morir su hermano Enrique. Accedió al trono en 1625 y se casó finalmente con una princesa católica, aunque francesa: Enriqueta María. Le tocó vivir tiempos de cambio y exigencias de sus súbditos que anunciaban tempestades: en 1628, el Parlamento le remitió la llamada «petición de derechos», que limitaba las atribuciones reales, pero Carlos, que creía firmemente en su papel de hombre elegido por Dios y estaba muy comprometido con la Iglesia anglicana, aunque fingió respetar dicha exigencia, dejó de hacerlo al poco tiempo y disolvió el Parlamento en 1629. A ese acto despótico le siguieron ocho años de gobierno absolutista.
Apremiado por las necesidades de financiación, no le quedó más remedio que convocar de nuevo al Parlamento, pero su fin estaba próximo: estalló una sublevación en Irlanda –tras la que algunos historiadores sospechan que se hallaba el propio Carlos– y a ella le siguió una guerra civil, en la que los ejércitos reales fueron derrotados, en 1645, en Naseby. Entregado por los escoceses al Parlamento inglés, su evasión en 1647 provocó la llamada Guerra Civil Inglesa. Poco después, Carlos Estuardo, el hombre que un día quiso conquistar a una dama española, fue juzgado y condenado por el nuevo Parlamento, comandado por Oliver Cromwell, que lo decapitó el 30 de enero de 1649.
CON LA AYUDA DEL PARLAMENTO, BUCKINGHAM Y CARLOS LOGRARON QUE SE ROMPIESEN DEFINITIVAMENTE LOS ACUERDOS DE MATRIMONIO