MAPAS DE PALO Y TALLAS TRIDIMENSIONALES
El guardar la memoria de › grandes historias de una cultura, ha sido algo vital para muchos pueblos. Claro que, por lo general, cuando se leen muchos soportes de información antigua,
lo que te puedes encontrar es simple contabilidad o incluso una lista de la compra de cierto dignatario. Pero, por lo general, son los mapas y las narraciones de viajes lo que más llama la atención a la hora de volver a interpretar estas joyas de la tecnología antigua. Porque no sólo los Lukasa han sido las formas de “grabación” de información de tiempos remotos que nos han llegado hasta la actualidad. Son muchos otros los ejemplos de “tarjetas de memoria” que nos han legado nuestros antepasados. Atendiendo a algunos de los más singulares, no cabe olvidar los célebres quipus, esos increíbles sistemas de cuerdas y nudos textiles quechuas que constituyen un complejo sistema de almacenamiento de información, además de como sistema de contabilidad.
Pero, además de narrar historias, como bien ha quedado demostrado, son los viajes, las distancias, las relaciones entre pueblos, algunos de los conceptos que más deseaban conservar muchos pueblos antiguos. Antes de la existencia de los mapas tal y como los conocemos, ¿cómo podían registrarse las relaciones geográficas de un área concreta del planeta? ¿Cómo transmitir a tus vecinos cómo llegar a una lejana isla sin contar con un método preciso para hacerlo? Más allá de las narraciones orales sobre viajes, nos encontramos con fascinantes muestras de verdaderos mapas construidos de maneras que para nosotros son esotéricas. He ahí, por ejemplo, los mapas que las gentes de la Micronesia empleaban hasta el siglo XX como sistema de orientación cartográfica para la navegación entre islas. A través de una compleja trama de varillas de fibra vegetal, eran capaces de representar distancias, rumbos e incluso patrones de oleaje. Estos verdaderos “mapas de palo” no se llevaban en los viajes, sino que se conservaban como tesoros que debían ser memorizados por los navegantes antes de partir a su destino. Al igual que sucedía con los Lukasa africanos, los mapas micronesios de las gentes del Pacífico sólo eran accesibles para una élite.
Algo similar sucedía con algunos pueblos esquimales, o Inuit, grandes navegantes poseedores de increíbles conocimientos geográficos de las costas boreales de Norteamérica y Groenlandia. En estos casos, de forma lejanamente similar a como sucedía en Micronesia, la élite de los navegantes creó, durante siglos, mapas tallados que parecen intrincadas esculturas, pero que realmente son complejos mapas tridimensionales que detallan los accidentes costeros.