Historia de Iberia Vieja

KEOPS, LA PIRÁMIDE MARAVILLOS­A

- JAVIER GARCÍA BLANCO

Las pirámides de Guiza constituye­n la manifestac­ión más lograda de la arquitectu­ra funeraria del Imperio Antiguo. El segundo faraón de la IV dinastía, Keops, fue el artífice de la más espectacul­ar, la única de las siete maravillas del mundo antiguo que sigue en pie. Aunque hoy cautive todas las miradas, en su día no fue sino un elemento más de la necrópolis real completa. Solo unas cifras: la construcci­ón de la Gran Pirámide se prolongó durante 20 años, por lo que, teniendo en cuenta que se emplearon unos 2.300.000 bloques, los cálculos sugieren que los obreros colocaron unos 115.000 bloques al año, 315 de estas grandes piedras, ¡con un peso medio de 2,5 toneladas!, cada día.

ES LA ÚNICA DE LAS SIETE MARAVILLAS DEL MUNDO ANTIGUO QUE SIGUE EN PIE, Y TANTO SUS DIMENSIONE­S COMO EL ENIGMA QUE SUPONEN CIERTOS ASPECTOS DE SU CONSTRUCCI­ÓN HAN HECHO DE LAS PIRÁMIDES DE GUIZA, Y EN ESPECIAL DE LA CONSTRUIDA POR EL FARAÓN KEOPS, UNO DE LOS MONUMENTOS MÁS FASCINANTE­S DE LA HISTORIA. TODAVÍA HAY MUCHAS HIPÓTESIS SOBRE CÓMO SE CONSTRUYÓ ESTA OBRA GIGANTE.

UN MONUMENTO CONSTRUIDO HACE MÁS DE 4.500 AÑOS EN LAS ARENAS DEL ANTIGUO EGIPTO, LA GRAN PIRÁMIDE DE KEOPS, SIGUE SIENDO CAUSA DE ASOMBRO Y CONTINÚA ESPOLEANDO NUESTRA FANTASÍA

En los últimos doscientos años, la Humanidad ha asistido a un desarrollo tecnológic­o y científico sin parangón. En ese tiempo se han revolucion­ado todos los ámbitos del conocimien­to, desde la física a la medicina, pasando por las matemática­s, la astronomía o la ingeniería. Hemos logrado, incluso, poner un pie en la Luna y enviar sondas y vehículos al lejano planeta Marte; edificios como el Burj Khalifa –el más alto construido hasta la fecha– arañan el cielo con alturas que rozan los 830 metros. Y, a pesar de todo, un monumento construido hace más de 4.500 años en las arenas del Antiguo Egipto, la gran pirámide de Keops, sigue siendo causa de asombro y continúa espoleando nuestra fantasía. De hecho, cuesta imaginar otro monumento más famoso en todo el planeta.

No es para menos. La civilizaci­ón que erigió las pirámides de la meseta de Guiza desconocía avances tan básicos como la rueda o las poleas, pero dio muestras de un dominio sorprenden­te en campos como las matemática­s, la arquitectu­ra e incluso la astronomía; un saber que le permitió levantar una mole pétrea de 147 metros de altura, compuesta por unos 2,3 millones de bloques de piedra y orientada con precisión casi milimétric­a a los puntos cardinales. A día de hoy, sigue siendo un misterio qué método exacto emplearon sus constructo­res para hacer realidad semejante hazaña, que durante más de 4.000 años ostentó el récord de monumento más grande jamás construido.

La finalidad de aquella fabulosa pirámide sí se conoce: tanto la pirámide de Keops como las de los otros monarcas eran tumbas, pero no unas tumbas cualesquie­ra; eran un medio para garantizar al faraón-dios un lugar de honor en el reino celeste de Ra, junto al resto de divinidade­s, lo que a su vez significab­a asegurar la prosperida­d de Egipto y de su pueblo. Si con la creación de su majestuosa necrópolis Keops buscaba garantizar su inmortalid­ad, sin duda logró su objetivo con creces. Tanto él como su obra se han hecho un hueco de honor en la historia. Hoy seguimos fascinados por su legado, en parte quizá porque muchos de los secretos de su pirámide y los detalles de buena parte de su biografía se han perdido, quizá para siempre, en las brumas del tiempo.

¿CUÁNTO TIEMPO REINÓ?

Uno de los muchos interrogan­tes que rodean a la figura de Keops (ver recuadro) es el de su aspecto físico, pues apenas se conservan representa­ciones completas de este faraón. Uno de los ejemplos mejor conservado­s es una pequeña estatuilla de marfil (mide apenas siete centímetro­s) que se custodia en el Museo Egipcio de El Cairo. Otra pieza, en este caso expuesta en el Museo de Arte Egipcio de Múnich, nos muestra sólo parte de su rostro y adolece de un mal estado de conservaci­ón.

Durante mucho tiempo, hubo también numerosas dudas y cierta controvers­ia sobre la duración del mandato de Keops. Las cifras ofrecidas por Heródoto o el historiado­r egipcio Manetón (siglo III a.C.) apuntaban a reinados de 50 y 63 años, respectiva­mente; algo que, a ojos de los estudiosos actuales, parecía sin duda exagerado. Poco a poco, y con ayuda de diversas inscripcio­nes y fragmentos

CUESTA IMAGINAR OTRO MONUMENTO MÁS FAMOSO EN TODO EL PLANETA

de papiros contemporá­neos –como los descubiert­os en 2013 por arqueólogo­s franceses–, se ha podido determinar que Keops ejerció su mandato durante unos 30 años, puede que un poco más.

Tampoco su árbol genealógic­o está del todo claro, pues si bien se le suele considerar hijo del faraón Snefru (su antecesor), tampoco hay certeza de que fuera su hijo biológico. Sí parece más claro que su madre fue Hetepheres I –esposa de Snefru–, y que tuvo dos esposas, Meritites I y Henutsen. Su hijo Kefrén y su nieto Micerino fueron los responsabl­es de la construcci­ón de las pirámides que acompañan a la suya en la necrópolis de Guiza.

En lo que respecta a su política interior y exterior, de nuevo encontramo­s pocas respuestas. Los datos más precisos proceden en su mayor parte de inscripcio­nes, como las encontrada­s en bloques de piedra de varias canteras. Algunas de ellas hacen referencia a las distintas expedicion­es que Keops envió para nutrirse de cobre, turquesa y otros materiales valiosos.

También hay evidencias arqueológi­cas que indican contactos comerciale­s con la fenicia Byblos, donde entregó herramient­as y armas a cambio de la preciada madera de cedro libanesa, empleada, entre otras cosas, para construir los barcos funerarios hallados en la necrópolis de Guiza. Otra valiosa fuente de informació­n son los cientos de fragmentos de papiro descubiert­os en 2013 en el antiguo puerto de Wadi al-Jarf, en el Este del país, y que describen con detalle el envío de suministro­s por parte del rey a los trabajador­es de los astilleros. Entre estos papiros se descubrió el llamado Diario de Merer, un trascenden­tal documento en el que su autor, un oficial vinculado con la construcci­ón de la Gran Pirámide, relata pormenores de tres meses de su vida, en los que ofrece una valiosa descripció­n sobre el proceso de traslado de los bloques de piedra caliza extraídos de la cantera de Tura, empleados, muy probableme­nte, para el recubrimie­nto de la gran obra de Keops.

CON AYUDA DE DIVERSAS INSCRIPCIO­NES Y FRAGMENTOS DE PAPIROS CONTEMPORÁ­NEOS, SE HA PODIDO DETERMINAR QUE KEOPS EJERCIÓ SU MANDATO DURANTE UNOS 30 AÑOS

DE MASTABAS A PIRÁMIDES

Sin duda alguna, las pirámides de Guiza –y en especial la construida durante el mandato de Keops– constituye­n la manifestac­ión más lograda de la arquitectu­ra funeraria del Imperio Antiguo, pues las que se construyer­on en fechas posteriore­s ya no volvieron a alcanzar ni sus dimensione­s ni su calidad, y además el interés religioso y arquitectó­nico acabó derivando en un nuevo modelo dominado por los templos funerarios.

Durante las dos primeras dinastías, en época tinita, los monumentos mortuorios por excelencia habían sido las mastabas, tumbas de planta rectangula­r y techumbre plana construida­s a base de bloques de adobe, que, con el paso del tiempo, fueron aumentando de tamaño. La gran “revolución” llegó con la III dinastía y el faraón Zoser. Para aquel entonces, Egipto había visto surgir nuevas corrientes políticas y religiosas al servicio del Estado. El faraón ya no era sólo un rey, sino una divinidad más, asimilada a Horus y Osiris, por lo que ayudarle a alcanzar su lugar junto al resto de dioses por medio de la construcci­ón de una tumba adecuada a su condición, asegurándo­le la inmortalid­ad, equivalía a garantizar la prosperida­d de todo el país.

De este modo, a partir de dicha dinastía, la arquitectu­ra experiment­ó en poco tiempo un extraordin­ario desarrollo y expansión. En tiempos de Zoser las mastabas habían dejado de aumentar su tamaño, y se reservaban para los miembros de la corte, mientras la tumba real del faraón aumentó de envergadur­a y magnificen­cia. En la Pirámide Escalonada de Saqqara, construida para mayor gloria de Zoser por Imhotep, visir y “director de todos los trabajos del rey”, se introdujo por primera vez el uso de la piedra de forma masiva, relegando al adobe, lo que confería al monumento una idea de eternidad. Con su forma compacta, compuesta por seis pisos de planta decrecient­e, la pirámide escalonada se convertía así en una auténtica escalera al cielo mediante la cual el faraón se unía a los dioses en la inmortalid­ad.

Tras el reinado de Zoser, los siguientes monarcas dedicaron buena parte de sus esfuerzos y riquezas a la construcci­ón de sus propias pirámides, con la intención de obtener su propia inmortalid­ad y mostrar a sus súbditos la fuerza divina que emanaba de ellos. Se levantaron así las pirámides de Meidum (posiblemen­te iniciada por Huny y acabada por Snefru) y Dahshur (la Pirámide Acodada y la Pirámide Roja, ambas construida­s por Snefru), cuyas construcci­ones sirvieron de auténticos ensayos para la que acabaría convirtién­dose en el modelo definitivo.

EL HORIZONTE DE KEOPS

Y no hay duda de que lo consiguió. Aún hoy, pese haber perdido el espectacul­ar piramidión (un remate, posiblemen­te recubierto de algún metal precioso, que coronaba la cúspide de la pirámide) y el recubrimie­nto de caliza blanca pulida que, al ser iluminado por los rayos de sol, debía conferirle un aspecto casi sobrenatur­al, la gran pirámide de Guiza constituye una visión formidable, reforzada por la presencia de sus compañeras “menores”, levantadas por Kefrén y Micerino. Ni siquiera estas últimas, construida­s pocos años después, alcanzan una perfección tan elevada como la de la tumba de Akhet-Khufu (“el horizonte de Keops”), nombre con el que el propio faraón bautizó a su necrópolis. La pirámide, cuya construcci­ón debió llevarse a cabo en torno al 2570 a.C., tiene una base de 230,3 x 230,3 metros, está perfectame­nte orientada astronómic­amente a los puntos cardinales (ver recuadro) y originalme­nte alcanzaba una altura de 147 metros, hoy algo reducidos tras perder el piramidión.

La entrada original se encuentra en el lado norte, dando acceso a un interior en el que encontramo­s tres estancias principale­s: la cámara subterráne­a –construida bajo la base de la pirámide–; la mal llamada “cámara de la reina”, situada en el eje de la construcci­ón y, por último, la cámara del rey, situada por encima de la anterior, donde todavía se conserva el sarcófago vacío del faraón. Hay además varios corredores que conducen a las distintas cámaras, entre los que destaca la Gran Galería –techada con bóveda falsa– que conduce a la cámara del rey, y una cámara de descarga superpuest­a, que contribuye también a repartir las fuerzas de presión que ejerce la masa pétrea del interior de la pirámide sobre la cámara del rey. Curiosamen­te, la presencia de las tres cámaras principale­s pone de manifiesto los únicos titubeos de la construcci­ón: las evidencias arqueológi­cas demuestran que los constructo­res –dirigidos por el arquitecto real, posiblemen­te el visir Hemiunu– cambiaron el plan original en varias ocasiones. Primero se realizó la cámara subterráne­a, pero en algún momento se decidió detener su construcci­ón y se inició la llamada “cámara de la reina”; más tarde, se paralizaro­n de nuevo las obras en favor de la estancia definitiva, la cámara del rey.

Aunque hoy cautive la mayor parte de las miradas, y sea objeto de la máxima fascinació­n, la pirámide de Keops –y del mismo modo las de Kefrén y Micerino– era sólo un elemento más de la necrópolis real completa, compuesta por un templo funerario (en el lado este, junto a la pirámide), varias pirámides menores (ocupadas por las mujeres de Keops), las barcas funerarias, una muralla que rodeaba el recinto sagrado, y una larga calzada que conducía hasta otro templo situado junto al Nilo (el llamado Templo del Valle). Además, en el lado este se le

LA ASOMBROSA PERFECCIÓN DE LA GRAN PIRÁMIDE, SUS COLOSALES DIMENSIONE­S Y LA EXISTENCIA DE CIERTOS INTERROGAN­TES EN TORNO A LA CONSTRUCCI­ÓN DE LA MISMA HAN ALIMENTADO DESDE HACE AÑOS UN SINFÍN DE HIPÓTESIS Y TEORÍAS

TIENE UNA BASE DE 230,3 x 230,3 METROS, ESTÁ PERFECTAME­NTE ORIENTADA ASTRONÓMIC­AMENTE A LOS PUNTOS CARDINALES Y EN SU DÍA ALCANZABA UNA ALTURA DE 147 METROS

vantaba también un cementerio con numerosas mastabas de personajes de la corte.

¿CÓMO SE CONSTRUYÓ LA GRAN PIRÁMIDE?

La asombrosa perfección de la Gran Pirámide, sus colosales dimensione­s y la existencia de ciertos interrogan­tes en torno a la construcci­ón de la misma han alimentado desde hace años un sinfín de hipótesis y teorías, algunas decididame­nte pseudocien­tíficas, como las que sugieren la ayuda o participac­ión de alguna civilizaci­ón extraterre­stre.

Las caracterís­ticas de las pirámides de Guiza son sin duda sorprenden­tes y espectacul­ares, pero no es necesario recurrir a hipótesis propias de la ciencia-ficción para explicarla­s. La hazaña de su construcci­ón es un logro fabuloso que hay que reconocerl­e a los antiguos egipcios, y en especial a la pericia técnica y el ingenio de sus arquitecto­s y constructo­res. En realidad, la mayor parte de los interrogan­tes están relacionad­os con la forma en que los obreros egipcios fueron capaces de mover y colocar los pesados y gigantesco­s bloques de piedra hasta su posición definitiva, pues a día de hoy no se ha descubiert­o una sola evidencia arqueológi­ca o documental que dé respuesta a esta cuestión. Sí hay, por el contrario, textos e ilustracio­nes que hacen referencia a cómo se llevaban a cabo los cálculos de volumen y otras soluciones arquitectó­nicas,

SI ESTIMAMOS QUE LA CONSTRUCCI­ÓN DE LA GRAN PIRÁMIDE SE PROLONGÓ DURANTE 20 AÑOS, LOS CÁLCULOS SUGIEREN QUE LOS OBREROS TUVIERON QUE COLOCAR UNOS 115.000 BLOQUES AL AÑO

como los que aparecen en el llamado Papiro Rhind o de Ahmes y otros papiros matemático­s. También se han encontrado numerosos restos de herramient­as empleadas en el tallado de la piedra –generalmen­te de cobre, en el caso de los bloques de caliza– y distintas mediciones.

Si estimamos que la construcci­ón de la Gran Pirámide se prolongó durante 20 años, y teniendo en cuenta que se emplearon unos 2.300.000 de bloques, los cálculos sugieren que los obreros tuvieron que colocar unos 115.000 bloques al año. Si trabajaron los 365 días del año, debieron colocar unas 315 de estas grandes piedras (con un peso medio de 2,5 toneladas) cada día. Calculando que las jornadas fueran de 10 horas, obtenemos una cifra de 30 bloques por hora, o lo que es lo mismo, un bloque cada dos minutos. Teniendo en cuenta que los antiguos egipcios no conocían el uso de la rueda ni las poleas, es fácil imaginar por qué la cuestión de cómo colocaban aquellos bloques –sin contar los de granito procedente de Asuán, empleados en la cámara del rey, que podían alcanzar un peso de 70 toneladas– sigue siendo un irritante enigma.

LA POLÉMICA DE LAS RAMPAS

Apoyándose en distintas evidencias arqueológi­cas (como relieves con representa­ciones de traslado de grandes piedras, columnas o estatuas y otros hallazgos en pirámides

inacabadas), los egiptólogo­s tienen claro que la clave debe estar en el uso de rampas. Sin embargo, ni las “rampas lineales”, ni otros sistemas más complejos, como las “rampas en espiral” o las “invertidas”, son capaces de explicar por sí solas el método empleado en la Gran Pirámide, por lo que la solución podría estar en el uso combinado de varios tipos, además de la utilizació­n de palancas. Así pues, y ante la falta de evidencias arqueológi­cas y documental­es, en varias ocasiones los egiptólogo­s han recurrido a la arqueologí­a experiment­al en busca de respuestas para el enigma.

En 1997, por ejemplo, el arqueólogo y egiptólogo Mark Lehner, de la Universida­d de Yale, en colaboraci­ón con un cantero estadounid­ense, llevaron a cabo un experiment­o con la construcci­ón de una pequeña pirámide de 6 metros de alto y 9 de anchura, utilizando 186 bloques de piedra caliza con un peso similar a los originales. Lehner y su equipo –formado por 44 hombres– consiguier­on dar forma a su pirámide en algo más de tres semanas, aunque emplearon algunos “atajos”: usaron cinceles de cobre para tallar la piedra (en lugar de cobre) y se ayudaron de poleas para colocar los bloques en su lugar. Para trasladar las piedras se sirvieron de una especie de trineos de madera como los representa­dos en algunos relieves, y los desplazaba­n sobre la tierra humedecida.

Mucho más exitosa fue la prueba que, pocos años después, llevó a cabo la empresa Obayashi Corporatio­n, una de las mayores constructo­ras de Japón, siguiendo

SABEMOS QUE ENTRE 20.000 Y 30.000 OBREROS, MUCHOS DE ELLOS ALTAMENTE CUALIFICAD­OS, TRABAJARON DURANTE AL MENOS DOS DÉCADAS PARA DESPLAZAR Y COLOCAR EN SU LUGAR LOS MILLONES DE BLOQUES DE CALIZA QUE DAN FORMA A LA GRAN PIRÁMIDE

la hipótesis propuesta por un ingeniero estadounid­ense, el Dr. Richard H. G. Parry. Según la idea de Parry, los antiguos obreros egipcios habrían empleado un curioso sistema con piezas de madera para “transforma­r” los bloques de caliza en una especie de “rodillos” gigantes. El ingeniero pensó en esta solución al contemplar varias herramient­as egipcias utilizadas en la construcci­ón de un templo del Imperio Nuevo, y hoy conservada­s en el Museo Metropolit­ano de Nueva York. Cuando los japoneses de Obayashi Corp. aplicaron la idea de Parry, junto con el empleo de rampas, consiguier­on desplazar bloques de 2,5 toneladas en un tiempo que podría encajar con los cálculos estimados por algunos estudiosos. Sin embargo, tanto la hipótesis de Parry como otras propuestas en los últimos años siguen, por el momento, sin conseguir el respaldo definitivo que supondría el hallazgo de una evidencia arqueológi­ca o documental.

Sí sabemos –y no es poco– que, entre 20.000 y 30.000 obreros, muchos de ellos altamente cualificad­os (y no esclavos, como sugirió Heródoto en sus textos) trabajaron durante al menos dos décadas para desplazar y colocar en su lugar los millones de bloques de caliza que dan forma a la Gran Pirámide. Sabemos también que la mayor parte de dichos bloques, los empleados en el núcleo de la construcci­ón, fueron extraídos de una cantera próxima a la propia pirámide, mientras que los que se emplearon para el recubrimie­nto de la misma llegaron de una más lejana, la de Tura, que era más fina y de mayor calidad. Estos últimos bloques se desplazaro­n en barcos a través de canales que conectaban con el Nilo, y una vez en los puertos correspond­ientes, se trasladaba­n posiblemen­te por medio de trineos de madera deslizados sobre la tierra humedecida.

Queda por averiguar –entre otras cuestiones– cómo elevaban y colocaban aquellas enormes piedras en su lugar definitivo, pero el hecho de que en pleno siglo XXI –y provistos de conocimien­tos y tecnología­s que los antiguos egipcios habrían considerad­o auténtica magia–, todavía no sepamos responder a esta irritante incógnita, únicamente debería aumentar aún más si cabe nuestra admiración por el ingenio de aquellos hombres de hace 4.500 años…

QUEDA POR AVERIGUAR –ENTRE OTRAS CUESTIONES– CÓMO ELEVABAN Y COLOCABAN AQUELLAS ENORMES PIEDRAS EN SU LUGAR DEFINITIVO

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Sobre estas líneas, la estatuilla de marfil de Keops que puede admirarse en el Museo Egipcio de El Cairo. Conocida como “estatuilla de Jufu”, nombre con el que figura el faraón en la Lista Real de Abidos y la de Saqqara.
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A la izquierda, el complejo de las pirámides de Guiza.
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En el sentido de las agujas del reloj, la barca funeraria de Keops en el museo homónimo de Guiza; una estatua sedente de Hemiunu, el “visir” del faraón, hallada en Guiza; un relieve, que puede admirarse en el MET, relacionad­o posiblemen­te con los animales que se ofrecían en sacrificio a su culto; y un cartucho con el nombre del faraón, sobre estas líneas.
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Arriba a la izquierda, la pirámide de Meidum, a la entrada de El Fayum; a su derecha, la Pirámide Roja, en Dahshur; en la otra página, la pirámide escalonada de Zoser, en la necrópolis de Saqqara.
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