KEOPS, LA PIRÁMIDE MARAVILLOSA
Las pirámides de Guiza constituyen la manifestación más lograda de la arquitectura funeraria del Imperio Antiguo. El segundo faraón de la IV dinastía, Keops, fue el artífice de la más espectacular, la única de las siete maravillas del mundo antiguo que sigue en pie. Aunque hoy cautive todas las miradas, en su día no fue sino un elemento más de la necrópolis real completa. Solo unas cifras: la construcción de la Gran Pirámide se prolongó durante 20 años, por lo que, teniendo en cuenta que se emplearon unos 2.300.000 bloques, los cálculos sugieren que los obreros colocaron unos 115.000 bloques al año, 315 de estas grandes piedras, ¡con un peso medio de 2,5 toneladas!, cada día.
ES LA ÚNICA DE LAS SIETE MARAVILLAS DEL MUNDO ANTIGUO QUE SIGUE EN PIE, Y TANTO SUS DIMENSIONES COMO EL ENIGMA QUE SUPONEN CIERTOS ASPECTOS DE SU CONSTRUCCIÓN HAN HECHO DE LAS PIRÁMIDES DE GUIZA, Y EN ESPECIAL DE LA CONSTRUIDA POR EL FARAÓN KEOPS, UNO DE LOS MONUMENTOS MÁS FASCINANTES DE LA HISTORIA. TODAVÍA HAY MUCHAS HIPÓTESIS SOBRE CÓMO SE CONSTRUYÓ ESTA OBRA GIGANTE.
UN MONUMENTO CONSTRUIDO HACE MÁS DE 4.500 AÑOS EN LAS ARENAS DEL ANTIGUO EGIPTO, LA GRAN PIRÁMIDE DE KEOPS, SIGUE SIENDO CAUSA DE ASOMBRO Y CONTINÚA ESPOLEANDO NUESTRA FANTASÍA
En los últimos doscientos años, la Humanidad ha asistido a un desarrollo tecnológico y científico sin parangón. En ese tiempo se han revolucionado todos los ámbitos del conocimiento, desde la física a la medicina, pasando por las matemáticas, la astronomía o la ingeniería. Hemos logrado, incluso, poner un pie en la Luna y enviar sondas y vehículos al lejano planeta Marte; edificios como el Burj Khalifa –el más alto construido hasta la fecha– arañan el cielo con alturas que rozan los 830 metros. Y, a pesar de todo, un monumento construido hace más de 4.500 años en las arenas del Antiguo Egipto, la gran pirámide de Keops, sigue siendo causa de asombro y continúa espoleando nuestra fantasía. De hecho, cuesta imaginar otro monumento más famoso en todo el planeta.
No es para menos. La civilización que erigió las pirámides de la meseta de Guiza desconocía avances tan básicos como la rueda o las poleas, pero dio muestras de un dominio sorprendente en campos como las matemáticas, la arquitectura e incluso la astronomía; un saber que le permitió levantar una mole pétrea de 147 metros de altura, compuesta por unos 2,3 millones de bloques de piedra y orientada con precisión casi milimétrica a los puntos cardinales. A día de hoy, sigue siendo un misterio qué método exacto emplearon sus constructores para hacer realidad semejante hazaña, que durante más de 4.000 años ostentó el récord de monumento más grande jamás construido.
La finalidad de aquella fabulosa pirámide sí se conoce: tanto la pirámide de Keops como las de los otros monarcas eran tumbas, pero no unas tumbas cualesquiera; eran un medio para garantizar al faraón-dios un lugar de honor en el reino celeste de Ra, junto al resto de divinidades, lo que a su vez significaba asegurar la prosperidad de Egipto y de su pueblo. Si con la creación de su majestuosa necrópolis Keops buscaba garantizar su inmortalidad, sin duda logró su objetivo con creces. Tanto él como su obra se han hecho un hueco de honor en la historia. Hoy seguimos fascinados por su legado, en parte quizá porque muchos de los secretos de su pirámide y los detalles de buena parte de su biografía se han perdido, quizá para siempre, en las brumas del tiempo.
¿CUÁNTO TIEMPO REINÓ?
Uno de los muchos interrogantes que rodean a la figura de Keops (ver recuadro) es el de su aspecto físico, pues apenas se conservan representaciones completas de este faraón. Uno de los ejemplos mejor conservados es una pequeña estatuilla de marfil (mide apenas siete centímetros) que se custodia en el Museo Egipcio de El Cairo. Otra pieza, en este caso expuesta en el Museo de Arte Egipcio de Múnich, nos muestra sólo parte de su rostro y adolece de un mal estado de conservación.
Durante mucho tiempo, hubo también numerosas dudas y cierta controversia sobre la duración del mandato de Keops. Las cifras ofrecidas por Heródoto o el historiador egipcio Manetón (siglo III a.C.) apuntaban a reinados de 50 y 63 años, respectivamente; algo que, a ojos de los estudiosos actuales, parecía sin duda exagerado. Poco a poco, y con ayuda de diversas inscripciones y fragmentos
CUESTA IMAGINAR OTRO MONUMENTO MÁS FAMOSO EN TODO EL PLANETA
de papiros contemporáneos –como los descubiertos en 2013 por arqueólogos franceses–, se ha podido determinar que Keops ejerció su mandato durante unos 30 años, puede que un poco más.
Tampoco su árbol genealógico está del todo claro, pues si bien se le suele considerar hijo del faraón Snefru (su antecesor), tampoco hay certeza de que fuera su hijo biológico. Sí parece más claro que su madre fue Hetepheres I –esposa de Snefru–, y que tuvo dos esposas, Meritites I y Henutsen. Su hijo Kefrén y su nieto Micerino fueron los responsables de la construcción de las pirámides que acompañan a la suya en la necrópolis de Guiza.
En lo que respecta a su política interior y exterior, de nuevo encontramos pocas respuestas. Los datos más precisos proceden en su mayor parte de inscripciones, como las encontradas en bloques de piedra de varias canteras. Algunas de ellas hacen referencia a las distintas expediciones que Keops envió para nutrirse de cobre, turquesa y otros materiales valiosos.
También hay evidencias arqueológicas que indican contactos comerciales con la fenicia Byblos, donde entregó herramientas y armas a cambio de la preciada madera de cedro libanesa, empleada, entre otras cosas, para construir los barcos funerarios hallados en la necrópolis de Guiza. Otra valiosa fuente de información son los cientos de fragmentos de papiro descubiertos en 2013 en el antiguo puerto de Wadi al-Jarf, en el Este del país, y que describen con detalle el envío de suministros por parte del rey a los trabajadores de los astilleros. Entre estos papiros se descubrió el llamado Diario de Merer, un trascendental documento en el que su autor, un oficial vinculado con la construcción de la Gran Pirámide, relata pormenores de tres meses de su vida, en los que ofrece una valiosa descripción sobre el proceso de traslado de los bloques de piedra caliza extraídos de la cantera de Tura, empleados, muy probablemente, para el recubrimiento de la gran obra de Keops.
CON AYUDA DE DIVERSAS INSCRIPCIONES Y FRAGMENTOS DE PAPIROS CONTEMPORÁNEOS, SE HA PODIDO DETERMINAR QUE KEOPS EJERCIÓ SU MANDATO DURANTE UNOS 30 AÑOS
DE MASTABAS A PIRÁMIDES
Sin duda alguna, las pirámides de Guiza –y en especial la construida durante el mandato de Keops– constituyen la manifestación más lograda de la arquitectura funeraria del Imperio Antiguo, pues las que se construyeron en fechas posteriores ya no volvieron a alcanzar ni sus dimensiones ni su calidad, y además el interés religioso y arquitectónico acabó derivando en un nuevo modelo dominado por los templos funerarios.
Durante las dos primeras dinastías, en época tinita, los monumentos mortuorios por excelencia habían sido las mastabas, tumbas de planta rectangular y techumbre plana construidas a base de bloques de adobe, que, con el paso del tiempo, fueron aumentando de tamaño. La gran “revolución” llegó con la III dinastía y el faraón Zoser. Para aquel entonces, Egipto había visto surgir nuevas corrientes políticas y religiosas al servicio del Estado. El faraón ya no era sólo un rey, sino una divinidad más, asimilada a Horus y Osiris, por lo que ayudarle a alcanzar su lugar junto al resto de dioses por medio de la construcción de una tumba adecuada a su condición, asegurándole la inmortalidad, equivalía a garantizar la prosperidad de todo el país.
De este modo, a partir de dicha dinastía, la arquitectura experimentó en poco tiempo un extraordinario desarrollo y expansión. En tiempos de Zoser las mastabas habían dejado de aumentar su tamaño, y se reservaban para los miembros de la corte, mientras la tumba real del faraón aumentó de envergadura y magnificencia. En la Pirámide Escalonada de Saqqara, construida para mayor gloria de Zoser por Imhotep, visir y “director de todos los trabajos del rey”, se introdujo por primera vez el uso de la piedra de forma masiva, relegando al adobe, lo que confería al monumento una idea de eternidad. Con su forma compacta, compuesta por seis pisos de planta decreciente, la pirámide escalonada se convertía así en una auténtica escalera al cielo mediante la cual el faraón se unía a los dioses en la inmortalidad.
Tras el reinado de Zoser, los siguientes monarcas dedicaron buena parte de sus esfuerzos y riquezas a la construcción de sus propias pirámides, con la intención de obtener su propia inmortalidad y mostrar a sus súbditos la fuerza divina que emanaba de ellos. Se levantaron así las pirámides de Meidum (posiblemente iniciada por Huny y acabada por Snefru) y Dahshur (la Pirámide Acodada y la Pirámide Roja, ambas construidas por Snefru), cuyas construcciones sirvieron de auténticos ensayos para la que acabaría convirtiéndose en el modelo definitivo.
EL HORIZONTE DE KEOPS
Y no hay duda de que lo consiguió. Aún hoy, pese haber perdido el espectacular piramidión (un remate, posiblemente recubierto de algún metal precioso, que coronaba la cúspide de la pirámide) y el recubrimiento de caliza blanca pulida que, al ser iluminado por los rayos de sol, debía conferirle un aspecto casi sobrenatural, la gran pirámide de Guiza constituye una visión formidable, reforzada por la presencia de sus compañeras “menores”, levantadas por Kefrén y Micerino. Ni siquiera estas últimas, construidas pocos años después, alcanzan una perfección tan elevada como la de la tumba de Akhet-Khufu (“el horizonte de Keops”), nombre con el que el propio faraón bautizó a su necrópolis. La pirámide, cuya construcción debió llevarse a cabo en torno al 2570 a.C., tiene una base de 230,3 x 230,3 metros, está perfectamente orientada astronómicamente a los puntos cardinales (ver recuadro) y originalmente alcanzaba una altura de 147 metros, hoy algo reducidos tras perder el piramidión.
La entrada original se encuentra en el lado norte, dando acceso a un interior en el que encontramos tres estancias principales: la cámara subterránea –construida bajo la base de la pirámide–; la mal llamada “cámara de la reina”, situada en el eje de la construcción y, por último, la cámara del rey, situada por encima de la anterior, donde todavía se conserva el sarcófago vacío del faraón. Hay además varios corredores que conducen a las distintas cámaras, entre los que destaca la Gran Galería –techada con bóveda falsa– que conduce a la cámara del rey, y una cámara de descarga superpuesta, que contribuye también a repartir las fuerzas de presión que ejerce la masa pétrea del interior de la pirámide sobre la cámara del rey. Curiosamente, la presencia de las tres cámaras principales pone de manifiesto los únicos titubeos de la construcción: las evidencias arqueológicas demuestran que los constructores –dirigidos por el arquitecto real, posiblemente el visir Hemiunu– cambiaron el plan original en varias ocasiones. Primero se realizó la cámara subterránea, pero en algún momento se decidió detener su construcción y se inició la llamada “cámara de la reina”; más tarde, se paralizaron de nuevo las obras en favor de la estancia definitiva, la cámara del rey.
Aunque hoy cautive la mayor parte de las miradas, y sea objeto de la máxima fascinación, la pirámide de Keops –y del mismo modo las de Kefrén y Micerino– era sólo un elemento más de la necrópolis real completa, compuesta por un templo funerario (en el lado este, junto a la pirámide), varias pirámides menores (ocupadas por las mujeres de Keops), las barcas funerarias, una muralla que rodeaba el recinto sagrado, y una larga calzada que conducía hasta otro templo situado junto al Nilo (el llamado Templo del Valle). Además, en el lado este se le
LA ASOMBROSA PERFECCIÓN DE LA GRAN PIRÁMIDE, SUS COLOSALES DIMENSIONES Y LA EXISTENCIA DE CIERTOS INTERROGANTES EN TORNO A LA CONSTRUCCIÓN DE LA MISMA HAN ALIMENTADO DESDE HACE AÑOS UN SINFÍN DE HIPÓTESIS Y TEORÍAS
TIENE UNA BASE DE 230,3 x 230,3 METROS, ESTÁ PERFECTAMENTE ORIENTADA ASTRONÓMICAMENTE A LOS PUNTOS CARDINALES Y EN SU DÍA ALCANZABA UNA ALTURA DE 147 METROS
vantaba también un cementerio con numerosas mastabas de personajes de la corte.
¿CÓMO SE CONSTRUYÓ LA GRAN PIRÁMIDE?
La asombrosa perfección de la Gran Pirámide, sus colosales dimensiones y la existencia de ciertos interrogantes en torno a la construcción de la misma han alimentado desde hace años un sinfín de hipótesis y teorías, algunas decididamente pseudocientíficas, como las que sugieren la ayuda o participación de alguna civilización extraterrestre.
Las características de las pirámides de Guiza son sin duda sorprendentes y espectaculares, pero no es necesario recurrir a hipótesis propias de la ciencia-ficción para explicarlas. La hazaña de su construcción es un logro fabuloso que hay que reconocerle a los antiguos egipcios, y en especial a la pericia técnica y el ingenio de sus arquitectos y constructores. En realidad, la mayor parte de los interrogantes están relacionados con la forma en que los obreros egipcios fueron capaces de mover y colocar los pesados y gigantescos bloques de piedra hasta su posición definitiva, pues a día de hoy no se ha descubierto una sola evidencia arqueológica o documental que dé respuesta a esta cuestión. Sí hay, por el contrario, textos e ilustraciones que hacen referencia a cómo se llevaban a cabo los cálculos de volumen y otras soluciones arquitectónicas,
SI ESTIMAMOS QUE LA CONSTRUCCIÓN DE LA GRAN PIRÁMIDE SE PROLONGÓ DURANTE 20 AÑOS, LOS CÁLCULOS SUGIEREN QUE LOS OBREROS TUVIERON QUE COLOCAR UNOS 115.000 BLOQUES AL AÑO
como los que aparecen en el llamado Papiro Rhind o de Ahmes y otros papiros matemáticos. También se han encontrado numerosos restos de herramientas empleadas en el tallado de la piedra –generalmente de cobre, en el caso de los bloques de caliza– y distintas mediciones.
Si estimamos que la construcción de la Gran Pirámide se prolongó durante 20 años, y teniendo en cuenta que se emplearon unos 2.300.000 de bloques, los cálculos sugieren que los obreros tuvieron que colocar unos 115.000 bloques al año. Si trabajaron los 365 días del año, debieron colocar unas 315 de estas grandes piedras (con un peso medio de 2,5 toneladas) cada día. Calculando que las jornadas fueran de 10 horas, obtenemos una cifra de 30 bloques por hora, o lo que es lo mismo, un bloque cada dos minutos. Teniendo en cuenta que los antiguos egipcios no conocían el uso de la rueda ni las poleas, es fácil imaginar por qué la cuestión de cómo colocaban aquellos bloques –sin contar los de granito procedente de Asuán, empleados en la cámara del rey, que podían alcanzar un peso de 70 toneladas– sigue siendo un irritante enigma.
LA POLÉMICA DE LAS RAMPAS
Apoyándose en distintas evidencias arqueológicas (como relieves con representaciones de traslado de grandes piedras, columnas o estatuas y otros hallazgos en pirámides
inacabadas), los egiptólogos tienen claro que la clave debe estar en el uso de rampas. Sin embargo, ni las “rampas lineales”, ni otros sistemas más complejos, como las “rampas en espiral” o las “invertidas”, son capaces de explicar por sí solas el método empleado en la Gran Pirámide, por lo que la solución podría estar en el uso combinado de varios tipos, además de la utilización de palancas. Así pues, y ante la falta de evidencias arqueológicas y documentales, en varias ocasiones los egiptólogos han recurrido a la arqueología experimental en busca de respuestas para el enigma.
En 1997, por ejemplo, el arqueólogo y egiptólogo Mark Lehner, de la Universidad de Yale, en colaboración con un cantero estadounidense, llevaron a cabo un experimento con la construcción de una pequeña pirámide de 6 metros de alto y 9 de anchura, utilizando 186 bloques de piedra caliza con un peso similar a los originales. Lehner y su equipo –formado por 44 hombres– consiguieron dar forma a su pirámide en algo más de tres semanas, aunque emplearon algunos “atajos”: usaron cinceles de cobre para tallar la piedra (en lugar de cobre) y se ayudaron de poleas para colocar los bloques en su lugar. Para trasladar las piedras se sirvieron de una especie de trineos de madera como los representados en algunos relieves, y los desplazaban sobre la tierra humedecida.
Mucho más exitosa fue la prueba que, pocos años después, llevó a cabo la empresa Obayashi Corporation, una de las mayores constructoras de Japón, siguiendo
SABEMOS QUE ENTRE 20.000 Y 30.000 OBREROS, MUCHOS DE ELLOS ALTAMENTE CUALIFICADOS, TRABAJARON DURANTE AL MENOS DOS DÉCADAS PARA DESPLAZAR Y COLOCAR EN SU LUGAR LOS MILLONES DE BLOQUES DE CALIZA QUE DAN FORMA A LA GRAN PIRÁMIDE
la hipótesis propuesta por un ingeniero estadounidense, el Dr. Richard H. G. Parry. Según la idea de Parry, los antiguos obreros egipcios habrían empleado un curioso sistema con piezas de madera para “transformar” los bloques de caliza en una especie de “rodillos” gigantes. El ingeniero pensó en esta solución al contemplar varias herramientas egipcias utilizadas en la construcción de un templo del Imperio Nuevo, y hoy conservadas en el Museo Metropolitano de Nueva York. Cuando los japoneses de Obayashi Corp. aplicaron la idea de Parry, junto con el empleo de rampas, consiguieron desplazar bloques de 2,5 toneladas en un tiempo que podría encajar con los cálculos estimados por algunos estudiosos. Sin embargo, tanto la hipótesis de Parry como otras propuestas en los últimos años siguen, por el momento, sin conseguir el respaldo definitivo que supondría el hallazgo de una evidencia arqueológica o documental.
Sí sabemos –y no es poco– que, entre 20.000 y 30.000 obreros, muchos de ellos altamente cualificados (y no esclavos, como sugirió Heródoto en sus textos) trabajaron durante al menos dos décadas para desplazar y colocar en su lugar los millones de bloques de caliza que dan forma a la Gran Pirámide. Sabemos también que la mayor parte de dichos bloques, los empleados en el núcleo de la construcción, fueron extraídos de una cantera próxima a la propia pirámide, mientras que los que se emplearon para el recubrimiento de la misma llegaron de una más lejana, la de Tura, que era más fina y de mayor calidad. Estos últimos bloques se desplazaron en barcos a través de canales que conectaban con el Nilo, y una vez en los puertos correspondientes, se trasladaban posiblemente por medio de trineos de madera deslizados sobre la tierra humedecida.
Queda por averiguar –entre otras cuestiones– cómo elevaban y colocaban aquellas enormes piedras en su lugar definitivo, pero el hecho de que en pleno siglo XXI –y provistos de conocimientos y tecnologías que los antiguos egipcios habrían considerado auténtica magia–, todavía no sepamos responder a esta irritante incógnita, únicamente debería aumentar aún más si cabe nuestra admiración por el ingenio de aquellos hombres de hace 4.500 años…
QUEDA POR AVERIGUAR –ENTRE OTRAS CUESTIONES– CÓMO ELEVABAN Y COLOCABAN AQUELLAS ENORMES PIEDRAS EN SU LUGAR DEFINITIVO