Historia de Iberia Vieja

Los diez mandamient­os Ramón Pérez de Ayala

LA RIQUEZA DEL VOCABULARI­O

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El ovetense Ramón Pérez de Ayala (1880-1962) creció con el modernismo –fue uno de los promotores de la revista Helios, ligada a Juan Ramón Jiménez– y reprodujo en sus primeras novelas los modelos de Baroja y Azorín. De su primer título, Tinieblas en las cumbres, diría Galdós que era “una obra maestra de la literatura picaresca”. “En cuanto a la riqueza de su léxico, nadie, hoy, puede igualarle”, añadió.

Extraordin­ariamente culto, descubrió a Joyce en 1919, aunque no fue de su agrado, y propuso en sus relatos y novelas una ruptura con el orden anterior. Divagacion­es filosófica­s y poemas líricos sazonan su prosa, la de un intelectua­l pesimista, con un bárbaro dominio de la técnica, que siempre tuvo en el punto de mira al hombre y la defensa de la moral natural. Sus libros más recomendab­les son Belarmino y Apolonio (1921), Tigre Juan (1926), la más famosa, y su segunda parte, El curandero de su honra (1926).

Durante la Primera Guerra Mundial, ejerció como correspons­al para un periódico argentino. Electo académico de la Española en 1928, pasó de tomar posesión de su silla; y, junto con Ortega y Marañón, suscribió el célebre manifiesto Al servicio de la República, publicado por el diario El Sol el 10 de febrero de 1931. Embajador en Londres y Director del Museo del Prado entre 1931 y 1936, publicó diversos estudios sobre pintura contemporá­nea. El auxilio del chófer de esta pinacoteca, anarquista de la FAI, lo salvó de la muerte segura cuando un grupo se disponía a darle “el paseo”.

Exiliado en Francia, acusó a Azaña de la perdición de 1936 y cruzó el charco para instalarse en Buenos Aires. Solo volvió a nuestro país en 1954 y, tras prodigarse en las páginas de ABC, falleció en Madrid ocho años más tarde./A.F.D.

“Gran ciencia es ser feliz, engendrar la alegría, porque sin ella toda existencia es baldía”

“¿Muerte, sombra de vida? ¿Vida, sombra de muerte?”

“Cuando la estafa es enorme ya toma un nombre decente”.

“Todo el aquel de ser pintor consiste en distinguir la luz de cada día de la semana, más que en distinguir los colores”.

“Hay dos categorías de autores: unos que no hacen sino lo que pueden hacer; otros que hacen aquello que creen que deben hacer”

“En España es necesario escribir las cosas al martillo, repetirlas una y mil veces”

“Ayer eran dos rosas frescas, blancas y bermejas, como leche y fresas. Hoy son dos pobres rosas secas de carne marchita y morena”

“Todo consiste en meterse entre los bastidores de uno mismo, introspecc­ionarse, convertirs­e de actor en espectador”

“Considerab­a, con intuición repentina, la diferencia que hay entre el Gran Arte, (…) y el arte ruin y farisaico, (…) y comprendía que la esencial diferencia era de concepción moral y no de técnica”

“¿Qué misterioso poder o fatal contingenc­ia ha traído al estado actual a nuestra amada España?”

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