El séptimo arte El oficial y el espía
EL VETERANO DIRECTOR ROMAN POLANSKI RECONSTRUYE EN SU ÚLTIMA CINTA EL CASO DREYFUS, UN ESCÁNDALO QUE, A FINALES DEL SIGLO XIX, CONMOCIONÓ A FRANCIA, CUANDO UN CAPITÁN JUDÍO FUE CONDENADO POR ESPIONAR PARA LOS ALEMANES SIN NINGUNA EVIDENCIA. INCLUSO ZOLA SE IMPLICÓ EN SU DEFENSA. AHORA, POLANSKI REIVINDICA LA FIGURA DE AQUEL PERSEGUIDO, BUSCANDO, QUIZÁ INCONSCIENTEMENTE, UN PARALELISMO CON SU PROPIA VIDA.
En las pasadas fechas navideñas, coincidieron en la cartelera dos o tres películas de evidente importancia. Una era la nueva obra de Roman Polanski, de 86 años: El oficial y el espía. Y otra, Richard Jewell, lo último de Clint Eastwood –de 89 años–. Algo espectacular, que demuestra que, como en el caso de Woody Allen –durante meses en cartel Día de lluvia en Nueva York–, de “solo” 85 años, la veteranía es un grado. ¡Y qué grado!
De Polanski no hace falta explicar nada. De El cuchillo en el agua (1962) y Repulsión (1965) hasta hoy, 22 largometrajes –muchos magistrales–, un Oscar –por El pianista (2003)– y centenares de galardones; el último, el Gran Premio del Jurado en el pasado Festival de Venecia con El oficial y el espía (J’acusse). La película lleva a la pantalla nuevamente el llamado “caso Dreyfus” –hay casi una decena de títulos con el mismo argumento–: la historia del capitán judío francés Alfred Dreyfus, injustamente acusado y condenado por espionaje.
En 1895, Dreyfus es juzgado, condenado, degradado –“ceremonia” que vemos en la secuencia inicial del filme– y condenado a pasar el resto de su vida en la prisión de la Isla del Diablo, un lugar perdido frente a la costa de la Guayana Francesa. Esa misma secuencia nos deja ver dos circunstancias capitales en el relato: el antisemitismo que se extiende por la población, y la dureza y el corporativismo del ejército.
Algo que el coronel Georges Picquart, recién nombrado jefe de la inteligencia, sentirá también sobre sus espaldas cuando, al investigar la supuesta traición de Dreyfus, empieza a encontrar un sinfín de elementos que lo llevan en una dirección muy diferente. Tarda poco en dudar de la culpabilidad del condenado y un poco más en encontrar al verdadero responsable: Charles Ferdinand Esterhazy, un oscuro oficial de provincias que llevaba años vendiendo secretos de estado a los alemanes.
FALSO CULPABLE
Picquart intenta entonces exonerar a Dreyfus, pero encuentra la más absoluta negativa entre sus superiores, incluido el ministro de Defensa. Dreyfus ya ha sido juzgado y encontrado culpable. Y además, es judío. El caso está cerrado,
y nadie tiene el menor interés en que sea reabierto. Para colmo, ante su insistencia, el propio Picquart es perseguido, destituido y acusado también de desobediencia y traición. Es entonces cuando Emile Zola, ya prestigioso escritor, se pone de su parte y lanza el famoso manifiesto Yo acuso a través de las páginas del diario L’Aurore, que provoca una conmoción nacional y desata una ola de antisemitismo feroz en toda Francia.
La película de Polanski sigue paso a paso los acontecimientos históricos, hasta el momento en que se repite el juicio a Dreyfus, en el que resulta nuevamente condenado a pesar de todas las evidencias. La pena, sin embargo, es ahora menor; y llega pronto el indulto. Y más tarde, la caída del gobierno y el relevo en los cargos militares. Lo que dará ocasión al último encuentro entre los dos protagonistas, Dreyfus y Picquard frente a frente, en otra secuencia magistral que cierra la narración.
Por más veces que se actualice, el “caso Dreyfus” sigue siendo apasionante. En El oficial y el espía no hay suspense, claro; pero Polanski recrea el suceso con tanta intención y de manera tan minuciosa –los juicios, la intervención de Zola, la actitud cerril de los militares, el entorno general–, que es imposible no apasionarse con el devenir de sus protagonistas.
Y esa perfecta recreación, con la magnífica actuación de sus intérpretes –Jean Dujardin y Louis Garrel a la cabeza–, encaja perfectamente en el tono elegido por Roman Polanski: académico y aparentemente objetivo y distanciado –en realidad, de un exquisito clasicismo–, lo que no esconde su rotunda crítica al antisemitismo y el evidente paralelismo que establece con su propia circunstancia personal: la de un hombre acusado y perseguido injustamente. Dreyfus lo fue; Polanski, quizás no. En cualquier caso, aquí y ahora importa más su cine.
EL TONO ACADÉMICO DE POLANSKI FUNCIONA MUY BIEN EN ESTA REFLEXIÓN SOBRE EL ANTISEMITISMO
EL OFICIAL Y EL ESPÍA
Director: Roman Polanski.
Producción: Alain Goldman, Paolo Del Brocco, Luca Barbareschi.
Guion: Robert Harris, Roman Polanski. Intérpretes: Jean Dujardin, Louis Garrel, Emmanuelle Seigner.