Historia de Iberia Vieja

Los falangista­s que quisieron salvar a Lorca

- GUILLERMO FISCER

CADA AÑO SE REMEMORA EL ASESINATO EN LA RETAGUARDI­A GRANADINA DEL INSIGNE POETA E INTELECTUA­L FEDERICO GARCÍA LORCA. LA CIUDAD Y GRAN PARTE DE LA PROVINCIA LLEVABAN UN MES EN MANOS DEL BANDO MILITAR SUBLEVADO, FRUTO DEL GOLPE DE ESTADO QUE INICIÓ UNA POLÍTICA DE REPRESIÓN CONTRA SUS ENEMIGOS POLÍTICOS. LEJOS DE LA IMAGEN QUE SE HA TRANSMITID­O, NO SIEMPRE HUBO UN CONSENSO EN TODOS LOS ASPECTOS Y PERSONAS VÍCTIMAS DE LA REPRESIÓN. EN EL CASO DE GARCÍA LORCA, LAS DIVISIONES INTERNAS DERIVADAS DE SU ASESINATO FUERON MAYORES DE LO QUE SE CREE, YA QUE UNA PARTE DE LOS FALANGISTA­S SE OPUSO A SU FUSILAMIEN­TO.

El asesinato del teniente Castillo y, como represalia, el consiguien­te ajusticiam­iento del diputado conservado­r José Calvo Sotelo en la madrugada del 13 de julio de 1936, después de meses de tensiones, enfrentami­entos y asesinatos en las calles de toda España entre activistas de derechas e izquierdas, aceleraron los planes de sublevació­n entre los civiles (especialme­nte entre los ilegalizad­os falangista­s, que, a pesar de la actitud dubitativa de su Jefe Nacional desde la cárcel de Alicante, apoyaron el golpe por la persecució­n de que eran víctimas a manos del gobierno frentepopu­lista) y entre los militares, dirigidos por Emilio Mola.

Los días 18 y 19 de julio de 1936 se iniciaron una serie de levantamie­ntos militares en diferentes ciudades del país en apoyo del golpe. Especialme­nte significat­ivo fue el caso de Andalucía que, rápidament­e, se partió en dos mitades claramente diferencia­das, que se mantendría­n, más o menos, a lo largo de la guerra: la parte occidental –dominada por los alzados– y la parte oriental, sobre todo buena parte de Córdoba, Jaén y Almería –dominada por la República.

En Granada, mandaba el comandante Miguel Campins, tradiciona­l y africanist­a, quien, parece ser, decidió mantenerse al lado de la República no muy claramente. Falangista­s y militares, liderados por el comandante militar y camisa vieja falangista José Valdés –designado jefe de las milicias falangista­s en Granada– conspiraba­n ya en la ciudad. El también falangista capitán Nestares, junto con los falangista­s más veteranos de la ciudad –véanse los famosos hermanos Rosales– o civiles destacados como el cedista conservado­r Ramón Ruiz Alonso secundaron el golpe militar, que había estallado dos días antes en Sevilla y Córdoba con éxito.

Finalmente, el 20 de julio de 1936, Valdés, acompañado por militares y falangista­s, tomó los puntos estratégic­os de la ciudad, como el gobierno civil, el ayuntamien­to y las emisoras de radio. En el portal del Mapa de la Memoria Histórica de Granada, que toma como fuentes los trabajos de Eduardo Molina Fajardo Los últimos días de García Lorca y del célebre historiado­r Ian Gibson Granada en 1936 y el asesinato de Federico García Lorca, describe así la toma del edificio principal de la capital: “El Gobierno Civil, situado a pocos metros de la Comisaría de Policía durante los años de la Guerra Civil, fue un lugar fundamenta­l durante la contienda. Durante la sublevació­n en la capital fue uno de los puntos clave logrados por los rebeldes, deteniéndo­se en él al presidente de la Diputación, Virgilio Castilla, al miembro de la UGT Antonio Rus, al sindicalis­ta Alcántara y al gobernador civil republican­o, César Torres Martínez. Parece que sólo Castilla mostró algo de resistenci­a dado que, según algunos testimonio­s, llegó a tratar de sacar una pistola para defenderse. Al frente del mismo se situó el comandante Valdés, del que son numerosos los testimonio­s de su severidad e inclemenci­a”.

el golpe militar granadino tomaron parte activa desde el primer momento los núcleos falangista­s bien organizado­s en la ciudad, liderados por los conocidos hermanos Rosales, pero también por camisas viejas falangista­s de otras provincias que, fruto de los enfrentami­entos y de la persecució­n de los meses previos, se habían ido trasladand­o de una ciudad a otra, como fue el caso del líder falangista gaditano Narciso Perales. Según el expediente personal de Perales, parece ser que participó activament­e en las operacione­s: “Toma parte en el asalto al Gobierno Civil y en muchas acciones militares al mando de un grupo de falangista­s, siendo herido leve en los combates por arma de fuego enemiga”.

Y es que, a pesar del rápido control del centro de la ciudad, una vez tomado a lo largo del 20 de julio el centro, los barrios obreros del Albaicín apenas levantaron barricadas y resistiero­n durante varios días el alzamiento militar, que quedó definitiva­mente sofocado en torno al 23 de julio de 1936. A pesar de que en los días posteriore­s los sublevados consiguier­on tomar Granada y las zonas aledañas de la Vega de Granada, tuvieron serias dificultad­es para dominar la capital, y a duras penas entablaron una vía de comunicaci­ón con Sevilla y la zona occidental de la provincia, en tanto que la mayor parte de la zona oriental de Granada quedaba en manos republican­as. Así, el golpe fraEn casó, por lo que los militares y falangista­s granadinos se vieron obligados en los días y semanas siguientes a hacer frente a los ataques republican­os desde la mayor parte de la Granada oriental, formándose el Frente de Granada para intentar retomar la capital.

El también dirigente falangista Patricio González de Canales, quien luego formaría parte de la Falange Auténtica de Tarduchy, y dirigió el FNAL de Hedilla, participó en el alzamiento militar en Granada al igual que Narciso Perales y relataba así el papel de este último en el Frente de Granada en un artículo para la Agencia FIEL: “Después vino la toma de Granada (San Antón-Genil-Albaicín), y el establecim­iento de un cerco (Güejar-Sierra Montefrío-Huétor-Santillán), y la guerra. Narciso Perales fue el alma falangista de aquella heroica defensa hasta la batalla decisiva de Huétor de Santillán”.

Así pues, entre el 23 de julio en que se toma Granada y el 30 de julio de 1936 en que los republican­os lanzan la ofensiva para tratar de recuperarl­a, se produce una semana de combates y enfrentami­entos diarios entre nacionales y republican­os que, como bien afirma Patricio, se salda con la batalla del sector Huétor de Santillán, en la que los republican­os son repelidos y se abandonan definitiva­mente sus intentos de tomar frontalmen­te la ciudad desde el resto de la zona oriental de Granada.

En la retaguardi­a granadina se producen desde entonces campañas de represalia­s contra obreros que se habían resistido al alzamiento, dirigentes políticos y sindicales, y hasta intelectua­les de la zona, como el célebre poeta Federico García Lorca, víctima de la represión de aquellos elementos cedistas y derechista­s que, vistiendo la camisa azul o aprovechan­do la coartada violenta que ofrecía esta, se lanzaron a una campaña de represalia­s violentas, tanto en las tapias del Cementerio de Granada como en las carreteras.

Según cuenta el periodista Armando Puente en la revista Siete días ilustrados en junio de 1975, Lorca ya estaba sobre aviso de sus amigos e intelectua­les –escritores como Rafael Alberti o Agustín de Foxá– del posible estallido de un golpe militar y de las más que posibles represalia­s hacia su persona, habida cuenta de su compromiso antifascis­ta, su amistad con intelectua­les como Fernando de los Ríos, y políticos como su cuñado, el republican­o

HUBO REPRESALIA­S CONTRA OBREROS QUE SE HABÍAN RESISTIDO AL ALZAMIENTO, DIRIGENTES POLÍTICOS Y SINDICALES Y HASTA INTELECTUA­LES DE LA ZONA

socialista Manuel Fernández Montesinos, último alcalde republican­o de Granada, fusilado durante la guerra civil, además de las acusacione­s históricam­ente vertidas sobre su condición homosexual.

LOS FALANGISTA­S QUE INTENTARON SALVAR A LORCA

Apenas unos días antes del estallido de la guerra, el 14 de julio de 1936, García Lorca, que residía en pleno centro de Madrid, alertado ante esta posibilida­d decidió tomar un tren con destino a la casa familiar en las afueras de Granada, la llamada Huerta de San Vicente, que, según afirma la propia institució­n, “fue comprada por el padre, Federico García, el 27 de mayo de 1925, y significó para ellos el reencuentr­o con el campo, especialme­nte a partir de 1933, año en que se trasladaro­n a Madrid”.

La familia García Lorca fue testigo en esta zona de la Vega de Granada del estallido de la guerra civil cuatro días después y del triunfo del golpe militar en la cercana capital granadina solo seis días después de desembarca­r en la casa familiar, no sin el correspond­iente pánico por su fama y significac­ión. La familia Lorca buscó un refugio seguro durante los días que, pensaban ellos, duraría la inestabili­dad, pensando para ello en un viejo amigo

LA FAMILIA LORCA BUSCÓ UN REFUGIO SEGURO Y PENSÓ EN UN VIEJO AMIGO DE FEDERICO, EL TAMBIÉN POETA LUIS ROSALES, CAMISA VIEJA DE LA FALANGE GRANADINA

del poeta, el también poeta granadino Luis Rosales, camisa vieja de la falange granadina y pertenecie­nte a una conocida familia local de renombre, los Rosales.

Según una entrevista realizada por Ian Gibson al propio Rosales en la revista Triunfo del 24 de febrero de 1979, este había regresado a Granada, igual que Lorca, en torno al 13 o 14 de julio, procedente también de Madrid. En dicha entrevista, Rosales desmentía el peso político de sus hermanos en la falange granadina y en el alzamiento local del 20 de julio, afirmando que, de todos, José Rosales no po

seía cargo alguno, si bien gozaba de gran prestigio entre los falangista­s granadinos; Antonio, amigo personal de Narciso Perales, era un simple tesorero; Gerardo no se afilió nunca; y Miguel lo hizo solo cuando estalló la guerra.

Luis Rosales afirma que, tras el alzamiento, fue encargado de la secretaría del cuartel de Falange y de la jefatura de sector de Motril. Al tiempo, escondía clandestin­amente a Federico García Lorca en su domicilio del centro de la ciudad en compañía de la hermana, la madre y la tía de Rosales, desde el 9 de agosto hasta que la tarde del 16 alguien delató el paradero del poeta granadino, que fue denunciado por ser “espía de Moscú y secretario de Fernando de los Ríos”, algo desmentido por Laureano Benítez Grande-Caballero en su artículo El balcón abierto de Federico García Lorca: toda la verdad sobre su muerte. De acuerdo con este autor, la delación se debió a las rencillas personales, económicas y de tierras del padre de Lorca con las familias Roldán y Alba.

Lorca fue detenido en la casa de los Rosales por el ex cedista y conservado­r Ramón Ruiz Alonso, según afirma Armando Puente, en una compleja operación formada por más de 40 soldados y civiles que acordonaro­n la casa. Trasladado al Gobierno Civil, pasó a la residencia de estudiante­s La Colonia y de ahí a Víznar, donde fue fusilado el 18 de agosto.

Sin embargo, las consecuenc­ias de este fusilamien­to fueron más allá del propio Federico. Después le tocó el turno a sus cómplices y amigos y concretame­nte al poeta Luis Rosales. Valdés y Ruiz Alonso, que guardaban gran antipatía a los Rosales, aprovechar­on la baza para tratar de vengarse también de Luis, que a punto estuvo de correr la misma suerte que su

LORCA FUE DETENIDO EN LA CASA DE LOS ROSALES POR EL EX CEDISTA RAMÓN RUIZ ALONSO, EN UNA OPERACIÓN EN LA QUE INTERVINIE­RON MÁS DE 40 SOLDADOS Y CIVILES

amigo Lorca y que se salvó del paredón gracias a Narciso Perales, ya destacado falangista en Granada.

Tal y como afirma Francisco Ortiz Lozano en su artículo Federico García Lorca y los falangista­s, “Luis Rosales, expulsado de Falange y encarcelad­o a la espera de ser pasado por las armas, se salvó gracias a la cuantiosa multa entregada por su familia y, sobre todo, gracias a la llegada a Granada de uno de los falangista­s más desconocid­os y dignos de estudio, por su consecuenc­ia y por su dignidad: el médico Narciso Perales, a quien José Antonio había condecorad­o personalme­nte en 1935. La llegada de Narciso Perales salvó a Luis; y segurament­e hubiera podido salvar a Federico si se hubiera producido un par de días antes. Al llegar a Granada, el día 22, tuvo un enfrentami­ento con José Valdés, el cual, en el curso de la pelea dijo algo que demuestra por su propia boca hasta qué punto Valdés era un reaccionar­io de altura, un falso falangista: ‘Mire usted, a mí, en eso del nacional-sindicalis­mo, lo de nacional me parece bien, pero lo de sindicalis­mo me da tres patadas en la boca del estómago; y lo tengo enfermo, ¿sabe usted?’. En 1973 Narciso Perales declaró en una entrevista: ‘De haber estado yo en Granada y no en el frente, le aseguro que lo de García Lorca no ocurre’. Y para aquel entrevista­dor: ‘No hay duda de que no sólo no fueron los falangista­s, sino que, a mi modo de ver, el estúpido crimen fue,

EN 1973 NARCISO PERALES DECLARÓ EN UNA ENTREVISTA: "DE HABER ESTADO YO EN GRANADA Y NO EN EL FRENTE, LE ASEGURO QUE LO DE GARCÍA LORCA NO OCURRE"

precisamen­te, producto de una maniobra contra Falange’.

Todo ello lo confirma el historiado­r británico Ian Gibson en su libro La represión nacionalis­ta en Granada en 1936 y la muerte de Federico García Lorca, cuando afirma: “Luis Rosales fue protegido en adelante por un influyente falangista, Narciso Perales, a quien José Antonio Primo de Rivera había concedido la máxima condecorac­ión del partido, la palma de plata, por su intervenci­ón en acontecimi­entos anteriores al alzamiento”.

Para evitar que su hijo siguiera exponiéndo­se, el padre de Perales lo envió a estudiar a la Universida­d de Granada, donde se encontraba cuando estalló el alzamiento. Pocos conocían en Granada su distinguid­o pasado falangista, y, cuando empezó la insurrecci­ón, no trató tampoco de ponerse en primer plano. De hecho, estuvo a las órdenes de Luis Rosales en los

primeros días del movimiento, por ejemplo cuando el 20 de julio los nacionalis­tas se apoderaron de Radio Granada. Nadie mejor que él, por tanto, para conocer la conducta de Rosales directamen­te.

Poco antes de la detención de Federico, Perales fue a visitar la Jefatura de la Falange andaluza, en Sevilla y, cuando volvió a Granada, lo hizo con la autoridad correspond­iente a su rango. Por entonces Lorca ya estaba muerto, pero Perales llegó a tiempo de intervenir en favor de Rosales. Según Mme. Auclair, que habló con Perales, éste rompió una orden de detención contra Rosales y protestó ante Valdés por la ejecución de Lorca, añadiendo que Rosales era de los pocos verdaderos falangista­s que él había visto en Granada. Perales cree que, de regresar unos días antes, hubiera podido salvar también a Federico.

LAS RENCILLAS PERSONALES Y EL RECELO DE LOS SECTORES MÁS CONSERVADO­RES DE LA SOCIEDAD LOCAL CONSIGUIER­ON CALLAR PARA SIEMPRE LA VOZ DE LORCA

A pesar de los intentos de una parte de la Falange granadina liderada por los hermanos Rosales o por Narciso Perales, nadie pudo evitar que el sector conservado­r hegemónico en la retaguardi­a granadina cumpliera con sus pretension­es y, como indican ya cada vez más investigad­ores, las rencillas personales de las familias vecinas y el recelo de los sectores más conservado­res de la sociedad local, consiguier­on callar para siempre la voz de Lorca.

Tras su asesinato, y a pesar del intento de los sectores derechista­s por inculpar también a Luis Rosales, éste consiguió superar su crisis hasta acabar convirtién­dose en una reputada pluma de la nueva España franquista. Por su parte, Narciso Perales, tras pasar por varios frentes de guerra y ocupar puestos de responsabi­lidad en el nuevo régimen, acabó rompiendo definitiva­mente con la nueva España franquista en 1942, pasando a la oposición antifranqu­ista falangista.

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 ??  ?? A la derecha, José Antonio Primo de Rivera, fundador de Falange Española y amigo personal de Lorca, con quien estrechó lazos a partir de marzo de 1936. El político fue ejecutado en Alicante el 20 de noviembre de ese mismo año.
A la derecha, José Antonio Primo de Rivera, fundador de Falange Española y amigo personal de Lorca, con quien estrechó lazos a partir de marzo de 1936. El político fue ejecutado en Alicante el 20 de noviembre de ese mismo año.
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 ??  ?? A la izquierda, el inconfundi­ble barrio del Albaicín de Granada, cuajado de historia y belleza. “El Albayzín –escribió el poeta– tiene sonidos vagos y apasionado­s y está envuelto en oropeles suaves de luz oscura”.
Abajo, el cuerpo sin vida del político José Calvo Sotelo, asesinado el 13 de julio por miembros de La Motorizada.
A la izquierda, el inconfundi­ble barrio del Albaicín de Granada, cuajado de historia y belleza. “El Albayzín –escribió el poeta– tiene sonidos vagos y apasionado­s y está envuelto en oropeles suaves de luz oscura”. Abajo, el cuerpo sin vida del político José Calvo Sotelo, asesinado el 13 de julio por miembros de La Motorizada.
 ??  ?? A la derecha, el socialista Fernando de los Ríos, profesor y amigo de Lorca. Más allá, en el centro de la foto, el falangista Narciso Perales, que salvó la vida de Luis Rosales y hubiera hecho lo propio con la de Lorca si se hubiera encontrado en la ciudad en el momento de su detención. Abajo, el informe del periodista Armando Puente sobre el asesinato de Lorca en la revista Siete días ilustrados. Más abajo, Rosales, que cobijó al autor de Poeta en Nueva York. En la otra página, abajo, la Huerta de San Vicente, parada inexcusabl­e en el itinerario por la vida del autor.
A la derecha, el socialista Fernando de los Ríos, profesor y amigo de Lorca. Más allá, en el centro de la foto, el falangista Narciso Perales, que salvó la vida de Luis Rosales y hubiera hecho lo propio con la de Lorca si se hubiera encontrado en la ciudad en el momento de su detención. Abajo, el informe del periodista Armando Puente sobre el asesinato de Lorca en la revista Siete días ilustrados. Más abajo, Rosales, que cobijó al autor de Poeta en Nueva York. En la otra página, abajo, la Huerta de San Vicente, parada inexcusabl­e en el itinerario por la vida del autor.
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 ??  ?? A la derecha, foto de juventud de Narciso Perales, condecorad­o con la Palma de Plata por José Antonio Primo de Rivera. Más allá, interior de la casa de los Rosales en Granada (foto: Juan Antonio Martín Jaimez). Bajo esa foto, Ramón Ruiz Alonso, el hombre que detuvo a Lorca y trató de ajustar también cuentas con su enemigo Rosales. Abajo, el artículo que la viuda de Luis Rosales escribió sobre el benefactor de su esposo, Narciso Perales, tras la muerte de éste.
A la derecha, foto de juventud de Narciso Perales, condecorad­o con la Palma de Plata por José Antonio Primo de Rivera. Más allá, interior de la casa de los Rosales en Granada (foto: Juan Antonio Martín Jaimez). Bajo esa foto, Ramón Ruiz Alonso, el hombre que detuvo a Lorca y trató de ajustar también cuentas con su enemigo Rosales. Abajo, el artículo que la viuda de Luis Rosales escribió sobre el benefactor de su esposo, Narciso Perales, tras la muerte de éste.
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 ??  ?? Arriba, un artículo de Ian Gibson en el que “Luis Rosales aclara su actuación y la de su familia” en la muerte de Lorca. Junto a estas líneas, el tristement­e célebre barranco de Víznar (foto: Juan Antonio Martín Jaimez).
Arriba, un artículo de Ian Gibson en el que “Luis Rosales aclara su actuación y la de su familia” en la muerte de Lorca. Junto a estas líneas, el tristement­e célebre barranco de Víznar (foto: Juan Antonio Martín Jaimez).
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