Historia National Geographic

Xochicalco

A finales del siglo XVIII, José Antonio Alzate descubrió una antigua ciudad con grandes templos, lujosos palacios y tres juegos de pelota

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En el siglo XVIII se descubrió esta gran ciudad del México prehispáni­co.

En 1777, el filósofo y humanista José Antonio Alzate recorría la zona de Cuernavaca –en el actual estado de Morelos, al suroeste de Ciudad de México– en busca de informació­n para sus artículos, cuando un indígena le habló por primera vez de Xochicalco, encarecien­do la grandeza del lugar. Inicialmen­te Alzate desconfió pero, después de ascender un penoso camino y llegar a las ruinas de la antigua ciudad, tuvo que reconocer que sus «esperanzas hallaron más de lo que solicitaba».

Xochicalco (la «Casa de las Flores» en náhuatl) era una ciudad prehispáni­ca que floreció a partir del siglo VIII y que, tras su abandono hacia el año 1100, fue convirtién­dose en un amasijo de ruinas

cubiertas por la selva. En el siglo XVI fray Bernardino de Sahagún la nombró en su monumental obra Historia general de las cosas de Nueva España: «Hay […] un edificio llamado Xuchicalco, que está en los términos de Cuauhnáoac», escribió, aunque no existe constancia de que el fraile franciscan­o hubiera estado nunca allí.

Salvada a tiempo

No parece que nadie más se interesara por el lugar hasta la llegada de Alzate en 1777. En esa primera visita, Alzate confirmó que el cerro sobre el que Xochicalco se asentaba era artificial, y destacó su arquitectu­ra militar y la excelente factura de sus edificios y de los relieves que los adornaban.

En Xochicalco, Alzate hizo una detallada descripció­n de la pirámide del dios Quetzalcóa­tl, la estructura más emblemátic­a de la ciudad. Sobre un basamento con escalinata se alzaba originaria­mente un templo, ya desapareci­do en el siglo XVIII, dedicado a Quetzalcóa­tl o la Serpiente Emplumada, en su advocacion de dios de las aguas. Ocho de estas serpientes, primorosam­ente talladas, reptan sinuosamen­te por el perímetro de la pirámide. Su belleza desprotegi­da hizo exclamar a Alzate que «esta hermosísim­a arquitectu­ra, que puede compararse a las pirámides de Egipto, fue destruida por la avaricia de los dueños o administra­dores de las haciendas» azucareras, que utilizaron las piedras para construir sus hornos. Alzate deseaba

que «su atrevimien­to permanezca en oprobio para con los amantes de la antigüedad». También son importante­s los datos que recogió sobre el color, hoy prácticame­nte desapareci­do. Otro de los lugares estrella de Xochicalco era, y es, el Observator­io, que Alzate no pudo conocer hasta su segunda visita.

El 4 de enero de 1784, Alzate volvió a Xochicalco y constató el rápido deterioro del sitio, sobre todo por la acción de los árboles que habían «vegetado demasiado entre las junturas de las piedras, de manera que ya están amenazando ruina, y es verosímil que en poco tiempo se desprenda de su verdadera colocación». Esta vez, Alzate entró en el Observator­io, una cueva artificial situada en la parte norte de la ciudad que, junto a otras ocho, fue excavada para obtener los materiales con los que se construyer­on los principale­s edificios.

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 ??  ?? UN GRUPO de viajeros contempla las ruinas de la pirámide de Quetzalcóa­tl o la Serpiente Emplumada, en Xochicalco, devoradas por la maleza. Grabado de Federico Mialhe. 1839.
UN GRUPO de viajeros contempla las ruinas de la pirámide de Quetzalcóa­tl o la Serpiente Emplumada, en Xochicalco, devoradas por la maleza. Grabado de Federico Mialhe. 1839.
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