Historia National Geographic

LAS ENFERMEDAD­ES DE LOS FARAONES

Pese a su condición de privilegia­dos, los monarcas egipcios padecieron las mismas dolencias que sus súbditos, como ha revelado el análisis de sus momias

- POR JOSÉ MIGUEL PARRA

RAMSÉS V enfermó de viruela, Tutankhamó­n sufrió malaria y la reina Hatshepsut tal vez murió de cáncer de hígado. El análisis de las momias de los reyes de Egipto ha revelado que, pese a su privilegia­da posición, muchos de ellos padecieron las mismas enfermedad­es que sus súbditos, incluidas las afecciones oculares debidas al ardiente sol o los parásitos intestinal­es contraídos en las aguas del Nilo.

En el mundo antiguo, Egipto gozaba de una envidiable reputación como verdadero país de Jauja, donde el complacien­te Nilo regaba con anual generosida­d los terrenos que luego los campesinos trabajaban con escaso esfuerzo y mucho beneficio. Por desgracia, ésta no es una imagen que se correspond­a con la realidad porque, como en todo el mundo antiguo, la vida en Egipto era sufrir el acoso constante de la Naturaleza y de las muchas enfermedad­es que la medicina no podía diagnostic­ar y mucho menos sanar. Una vida dura que dejó su marca en los cuerpos de los habitantes de las Dos Tierras y que hoy podemos estudiar gracias a sus momias; en especial, las

de los faraones del Reino Nuevo, que se han conservado prácticame­nte todas. Conocer sus enfermedad­es nos proporcion­a una imagen algo más clara de cómo fue su vida.

Las momias reales egipcias fueron sometidas a un primer estudio en 1912, pero no se las radiografi­ó hasta la década de 1960. En 1976, a causa de su deterioro, la momia de Ramsés II fue llevada a París para ser analizada por un centenar de especialis­tas. Décadas después, en 2005, la famosa momia de Tutankhamó­n fue sometida a una detallada tomografía axial computeriz­ada (TAC), una técnica de estudio no invasiva que se aplicó a todas las momias reales de ese período. De algunas de ellas –las relacionad­as con la familia de Tutankhamó­n y unas pocas más– se obtuvieron también muestras cuyos restos de ADN se pudieron leer mediante las últimas técnicas. El resultado es que poco a poco vamos conociendo más sobre los problemas de salud que afligieron a los monarcas del valle del Nilo.

Los temibles parásitos

Muchas dolencias no eran exclusivas de la realeza, como los problemas de oftalmia generados por el ardiente sol y el constante polvo en suspensión del ambiente. Este problema ocular se intentaba solventar maquillánd­ose los ojos. Otras enfermedad­es eran de tipo parasitari­o, siendo la principal la esquistoso­miasis, producida por un pequeño gusano que vive en aguas estancadas. La agricultur­a en Egipto se basaba en dejar que la crecida llenara los estanques que se creaban en la llanura inundable, lo cual generaba el ambiente perfecto para que se desarrolla­ran las diminutas larvas del gusano que la provoca. Cuando una persona atraviesa esas aguas, las larvas se introducen en su cuerpo y acaban llegando hasta el recto o la vejiga, donde crecen y se reproducen, causando pequeñas hemorragia­s al excretar, las

cuales terminan provocando anemia en las personas infectadas. Si en 1950 más de la mitad de la población egipcia estaba infectada de esquistoso­miasis, podemos imaginar cuál era el porcentaje hace 3.500 años. Por ello, se puede dar por seguro que también afectó a los faraones, aunque por el momento no haya sido posible detectar la enfermedad en momias reales. Es cierto que los faraones no pisaban el agua estancada a diario, pues eran transporta­dos casi siempre en sus palanquine­s; pero sabemos que desde época predinásti­ca celebraban ceremonias en las que era imprescind­ible que lo hicieran.

La omnipresen­te malaria

Otra enfermedad parasitari­a que atacó sin piedad a los egipcios fue la malaria (conocida también como paludismo), transmitid­a por las hembras del mosquito anófeles. Los síntomas son variados, pero los principale­s son una fiebre muy alta y escalofrío­s recurrente­s en ciclos de tres o cuatro días; de ahí el nombre de fiebres tercianas o cuartanas con que era conocida en España. Sin un tratamient­o adecuado, la infección puede terminar produciend­o insuficien­cia renal, coma y la muerte. Con sus interminab­les marismas, el valle del Nilo era el paraíso para los mosquitos, y la salud de sus habitantes sufrió las consecuenc­ias, incluida la familia real. Los estudios realizados en la momia de Tutankhamó­n descubrier­on que era portador de la enfermedad en su variedad más grave, la malaria trópica. No obstante, como el 70 por ciento de los infectados consigue sobrevivir sin tratamient­o, y en los

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LAS TIERRAS FÉRTILES BAÑADAS POR EL NILO, DE COLOR VERDE, ESTÁN PERFECTAME­NTE SEPARADAS DEL ÁRIDO DESIERTO OCRE.
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SPL / AGE FOTOSTOCK MOMIAS REALES EN EL MUSEO Las momias de antiguos faraones egipcios, sobre todo de las dinastías XVIII y XIX, se exponen en una sala especialme­nte acondicion­ada para su óptima conservaci­ón en el Museo Egipcio de El Cairo.
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Papiro Edwin Smith (abajo) es el texto médico más antiguo que se conserva. Escrito en hierático, contiene observacio­nes, diagnóstic­os y tratamient­os. Academia de Medicina, Nueva York.
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UN PAPIRO MÉDICO Papiro Edwin Smith (abajo) es el texto médico más antiguo que se conserva. Escrito en hierático, contiene observacio­nes, diagnóstic­os y tratamient­os. Academia de Medicina, Nueva York. SCIENCE SOURCE / ALBUM INSTRUMENT­OS QUIRÚRGICO­S EGIPCIOS. PAPIRO EN COLOR QUE REPRODUCE UN RELIEVE DEL TEMPLO DE KOM OMBO. DEA / ALBUM
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En el pie de una momia pertenecie­nte a la hija de un sacerdote se halló esta prótesis para sustituir un dedo gordo amputado. Hacia 950-710 a.C. Museo Egipcio, El Cairo.
PRÓTESIS PARA UNA MUJER En el pie de una momia pertenecie­nte a la hija de un sacerdote se halló esta prótesis para sustituir un dedo gordo amputado. Hacia 950-710 a.C. Museo Egipcio, El Cairo.

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