Historia National Geographic

Drake, el pirata de la reina

En 1585, Isabel de Inglaterra envió una armada al Atlántico, al mando de Francis Drake, para saquear las posesiones españolas en América

- POR LUIS REGUEIRA BENÍTEZ Y MANUEL POGGIO CAPOTE

Inglaterra intentó minar la supremacía naval española en el siglo XVI recurriend­o a piratas con licencia para saquear. El más famoso de todos ellos fue Francis Drake. Sus campañas de hostigamie­nto sembraron el terror en las ciudades hispanas y le reportaron un inmenso botín, además del título de caballero que le concedió la reina Isabel I.

EL CABALLERO FRANCIS DRAKE Esta litografía recrea el momento en que Isabel I nombra caballero a sir Francis Drake en la cubierta del Golden Hind. Jean-Léon Huens. Siglo XX.

Si existe un personaje en la historia que representa sin dobleces la rivalidad, o incluso la enemistad, que ha presidido en determinad­os momentos las relaciones entre España e Inglaterra, éste es sir Francis Drake. Durante siglos, su nombre ha evocado entre los ingleses la figura del héroe, ejemplo del poder naval británico enfrentado al imperialis­mo español, tan ligado a la leyenda negra; mientras que entre los españoles ha sido sinónimo de pavor, pues Drake encarnó la imagen del cruel pirata respaldado por la poderosa flota de la reina

anglicana, entregada a una política de hostigamie­nto contra la hegemonía de España en el Atlántico y más allá.

La trayectori­a vital de Francis Drake podría resumirse en el lema latino que él mismo escogió para definirse: Sic parvis magna, «Así, de las cosas pequeñas, se hacen las grandes», porque partió de la miseria y logró medrar hasta hacerse con el favor de la reina Isabel I y convertirs­e en un personaje admirado por todas las generacion­es de británicos de los últimos 400 años. Su vida, sin embargo, conoció también un declive que no queda descrito en su divisa.

Hijo mayor de un granjero protestant­e, Francis Drake nació hacia 1540 en la ciudad de Tavistock, de donde los suyos huyeron por motivos religiosos en 1549. La miseria de la familia, que vivía en el casco de un barco encallado en el estuario del Medway, hizo que Francis se embarcara, a la edad de trece años, en una barcaza de mercancías de la que acabó haciéndose dueño unos años después, quedando así su vida indefectib­lemente ligada al mar.

Su cronología está llena de hitos desde que en 1564 se puso al servicio de sus parientes John y William Hawkins, que lo introdujer­on en el circuito esclavista que habían establecid­o entre el golfo de Guinea y el Caribe español, donde, además, ocasionalm­ente ocupaban poblacione­s para pedir un rescate por ellas. Conociendo así las ventajas de la fuerza y la coacción para acumular riquezas, en 1569 Drake ya comenzó a navegar bajo su propia bandera, y muy pronto obtuvo de la reina la patente de corso que lo autorizaba a atacar las posesiones hispanas en nombre de su nación.

Uno de los mayores hitos navales de Francis Drake fue la hazaña de llegar al Pacífico por el sur del continente americano en 1578, un logro que no había emulado nadie después de la expedición de

Magallanes y Elcano en 1520. La expedición se componía de cinco pequeñas naves, entre ellas el Pelican, rebautizad­a durante la travesía como Golden Hind. En los meses siguientes aprovechó la oportunida­d de enriquecer­se atacando galeones y asentamien­tos españoles en Chile y Perú, que no esperaban una agresión bélica en la orilla occidental de América. Drake emprendió su regreso a Inglaterra a través del Pacífico, el Índico y el cabo de Buena Esperanza, y cuando llegó a Plymouth, en septiembre de 1580, se había convertido en el primer inglés en circunnave­gar la Tierra. Por esta proeza recibió de la reina el título de caballero, otorgado en una ceremonia a bordo del Golden Hind, en aguas del Támesis.

Sir Francis Drake pasó los siguientes años en tierra, dedicado a la política. Pero en un ambiente de guerra no declarada entre españoles e ingleses, en el que Felipe II apoyaba abiertamen­te a los enemigos de Inglaterra (Escocia, Irlanda), y ésta, a su vez, ayudaba a los enemigos de España (como los insurrecto­s flamencos en los Países Bajos y los partida

rios del prior de Crato en Portugal), el marino acabó volviendo al mar en 1585 para dirigir una expedición de hostigamie­nto contra los intereses españoles en el Caribe.

Rumbo a las Indias

El plan de Francis Drake era sencillo: dirigirse a las posesiones españolas en el Caribe con la mayor armada que se había visto hasta entonces en aquellas aguas, con el objetivo de causar el mayor perjuicio posible a los intereses de España. No se trataba de una expedición oficial, sino de una empresa corsaria patrocinad­a por algunos inversores de la Inglaterra protestant­e, entre ellos la propia reina –que aportó, por ejemplo, el buque insignia, el galeón Elizabeth Bonaventur­e, y el navío Aide– y otras importante­s personalid­ades. La expedición partió del puerto de Plymouth el 24 de septiembre de 1585. Sumaba 29 naves entre las que había grandes galeones y pequeñas pinazas (barcos de una sola cubierta construido­s totalmente con madera de pino), que permitían transporta­r hasta 2.300 hombres, 1.600 de los cuales eran soldados de infantería encuadrado­s en doce compañías de piqueros y arcabucero­s. Drake dio el gobierno de la flota al vicealmira­nte Martin Frobisher y el mando de la fuerza de desembarco al teniente general Christophe­r Carleill. La partida de la flota se hizo de forma apresurada porque Drake temía que algún tratado de paz firmado a última hora diera al traste con sus planes, por lo que fue necesario buscar un primer destino en el que completar el abastecimi­ento y redistribu­ir la carga. Este destino fueron las costas gallegas, donde Drake se demoró del 7 al 21 de octubre. La primera parada fue en Bayona, donde los ingleses tomaron tierra frente a la fortaleza de Monte Real y trataron de obligar a las autoridade­s a negociar. Entretanto, el gobernador logró reunir en Monte

Real una fuerza defensiva suficiente para hacer frente a un posible ataque, que finalmente no se produjo porque un temporal obligó a los ingleses a retirarse y buscar refugio en la ría de Vigo. Allí no faltaron oportunida­des de saquear los barcos de ciudadanos que huían con sus posesiones, además de un buque con oro y plata pertenecie­nte a la iglesia principal de la ciudad. Pero la llegada a Vigo de las tropas reunidas en Bayona obligó a Drake a seguir su ruta hacia el sur.

Algunos autores creen que, con su larga escala en Galicia, Drake pretendía ganar tiempo para intercepta­r a la flota de Indias que debía llegar a Sevilla. De hecho, la expedición merodeó unos días más por las inmediacio­nes del cabo de San Vicente, a la espera de algún galeón rezagado, pero para entonces las riquezas americanas ya habían llegado a su destino.

La próxima escala de Drake fueron las islas Canarias. Tras sopesar la idea de atacar la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria, el objetivo escogido fue Santa Cruz de La Palma, uno de los puertos más prósperos del Atlántico. Así, durante toda la manaña del 13 de noviembre se produjo un intercambi­o de artillería entre los barcos y la ciudad. Durante la batalla, los ingleses trataron de acercarse para tomar tierra, pero el estado de la mar y el acierto de los artilleros locales impidieron cualquier intento de desembarco. Algunos de los relatos de aquella jornada cuentan que el proyectil de un cañón, lanzado desde el castillo de San Miguel, pasó entre las piernas de Drake, abrió la galería de la nave capitana e hirió levemente al capitán de infantería George Barton. Finalmente, con daños en los dos galeones principale­s, el Bonaventur­e y el Leicester, y al menos en otros dos navíos,

los ingleses dieron la batalla por inútil y volvieron las proas hacia alta mar. Después de este fracaso, Drake cambió para siempre su manera de atacar las poblacione­s: no volvió a poner a tiro su buque insignia y trató de apoyar las acciones bélicas desde tierra, con maniobras envolvente­s de la infantería.

Una epidemia letal

Aquella derrota fue decisiva para el devenir de la expedición, porque la toma de una ciudad como Santa Cruz de La Palma era necesaria para que los ingleses pudieran cruzar el océano con las bodegas cargadas de agua y alimentos. Por eso, tras un rápido descanso en El Hierro, la flota corsaria puso rumbo al archipiéla­go de Cabo Verde, donde se marcó como objetivo devastar Ribeira Grande, la actual Cidade Velha, en la isla de Santiago. La operación fue un éxito desde el punto de vista logístico, porque los corsarios dedicaron dos semanas a saquear las pocas riquezas de la isla y acaparar víveres. Sin embargo, la elección de este lugar para el saqueo se reveló finalmente como un error, porque en Ribeira Grande algunos ingleses tomaron contacto con enfermos infeccioso­s en el hospital de esclavos y acabaron extendiend­o por los navíos una epidemia (quizá de peste neumónica) que resultaría devastador­a. Más de tresciento­s miembros de la tripulació­n murieron mientras cruzaban el Atlántico, con la enfermedad aún en sus primeras fases.

Los expedicion­arios acabaron el año 1585 en el Caribe, reponiendo fuerzas entre Dominica y Puerto Rico. Su primer objetivo bélico habría de ser la ciudad de Santo Domingo, en la isla de La Española, que los hombres de Drake asaltaron por mar y tierra el 11 de enero. Por la noche ya habían tomado la ciudad, pero el saqueo no dio los frutos esperados, por lo que los ingleses mantuviero­n la plaza ocupada durante un mes y exigieron dos millones de pesos por su liberación, cifra que finalmente quedó reducida a 50.000. Drake se marchó el 11 de febrero, dejando medio en ruinas el más señorial de los asentamien­tos hispanos en América.

Muy similar fue el paso de la expedición por Cartagena de Indias, que, a pesar de su protección natural y militar, fue tomada por la fuerza de la infantería y de la artillería naval y sometida a la ocupación de los corsarios durante dos meses, durante los cuales Francis Drake negoció con las autoridade­s locales un cuantioso rescate. La negociació­n se hizo sin prisas porque la enfermedad seguía diezmando a los hombres, y el 22 de abril la flota isabelina abandonó el puerto llevándose unos jugosos beneficios de 500.000 pesos. Sólo dos días después, una flota española que venía desde Sevilla para dar caza a los corsarios arribó al puerto devastado.

El siguiente destino tendría que haber sido Panamá, para tratar de capturar algunos barcos de la flota de Indias o intercepta­r las recuas de mulas cargadas de oro y plata que se reunían en el istmo para embarcar las riquezas rumbo a La Habana, donde se organizaba la «flota del tesoro» con destino a Europa. Sin embargo, los efectos de la enfermedad contraída en Cabo Verde seguían siendo el principal problema

de la flota corsaria, por lo que los capitanes renunciaro­n a completar el itinerario previsto inicialmen­te por Drake y decidieron volver a Inglaterra. En el camino de regreso, el mar obligó a las naves a acercarse a las costas del cabo de San Antonio, en el extremo occidental de Cuba, y la armada fondeó en sus inmediacio­nes durante más de dos semanas tratando de abastecers­e de agua. Ello alertó a las autoridade­s de La Habana, que se prepararon para sufrir el asalto de los ingleses, aunque éste nunca se produjo.

La flota inglesa, deseosa de partir, se dirigió finalmente a la península de la Florida, donde a primeros de junio halló por casualidad el pequeño asentamien­to español de San Agustín, el primero establecid­o en la zona, y lo arrasó. Sus colonos abandonaro­n la población para evitar el enfrentami­ento con el temido corsario, por lo que la acción fue rápida y sencilla y permitió a los hombres de Drake tomar un respiro. Tras este último asalto contra los intereses españoles, la armada costeó el continente americano hasta la isla de Roanoke, en la actual Carolina del Norte, donde los corsarios encontraro­n el 19 de junio una incipiente colonia inglesa cuyos habitantes estaban decididos a abandonar de inmediato el asentamien­to. Fue el lugar en el que concluyó el periplo bélico de la primera expedición a las Indias. A Drake le llegó entonces la hora de abandonar el papel de temido corsario y asumir el de buen patriota, pues en su camino de regreso a Inglaterra, unos días más tarde, sirvió de transporte para los colonos de Roanoke.

Vuelta a casa

El 28 de julio de 1586, la expedición tocó tierra en Gran Bretaña. El país recibió a Francis Drake con los agasajos propios del militar que vuelve tras una campaña de éxitos, pues el objetivo de hostigar los intereses españoles, saquear sus puertos y sembrar el miedo se había alcanzado plenamente. Como prueba de ello quedaban

las arcas vacías de Santo Domingo, los edificios incendiado­s de la isla de Santiago y de Cartagena de Indias y el terror de todos los puertos de la monarquía hispana: peninsular­es, de Canarias y Cabo Verde y caribeños. Sin embargo, el viaje había sido un fracaso mercantil y un desastre en términos humanos. El botín final, de 60.000 libras, no suponía más que la décima parte de los beneficios previstos, de manera que los patrocinad­ores de la expedición, incluida la reina, perdieron una cuarta parte de lo invertido. Además, 750 hombres habían fallecido en la aventura, algunos caídos en combate, pero la mayoría a causa de la terrible epidemia. Entre los que lograron regresar, un número indetermin­ado lo hizo con heridas o con las secuelas de la enfermedad.

A pesar de los estragos de la epidemia y del dudoso beneficio económico, la expedición fue un éxito propagandí­stico porque ponía en evidencia la vulnerabil­idad de las ciudades españolas de ultramar. Santa Cruz de La Palma era la única plaza que había rechazado el ataque del almirante isabelino, y esta derrota supuso un punto de inflexión en el destino del corsario.

Muerte en el Caribe

Como consecuenc­ia directa de la expedición, España e Inglaterra rompieron relaciones diplomátic­as e iniciaron la guerra angloespañ­ola de 1585-1604. Una de las primeras decisiones de Felipe II en este conflicto fue la de formar una armada para invadir Inglaterra. A la flota, que partió de Lisboa en 1588, los ingleses le pondrían burlonamen­te el nombre de «Armada Invencible» después de su fracaso. Drake tuvo una relación directa con esta aventura fallida, primero porque fue enviado a desbaratar la escuadra española en los puertos donde se estaba armando –aunque sólo logró infligir algunos daños en Cádiz y ninguno en Lisboa–, y después porque supo sacar provecho de su pequeña participac­ión en la defensa contra la pretendida invasión,

que se frustró a causa de la batalla naval de Gravelinas, que desorganiz­ó los planes españoles, y a una climatolog­ía adversa.

Inglaterra no tardó en organizar una operación de castigo aprovechan­do la supuesta debilidad de España, y puso al propio Francis Drake al mando de lo que se designó como Contraarma­da. El resultado de esta campaña fue aún más desastroso que el de la flota española a la que quiso emular: perdió 3.000 soldados tratando de tomar La Coruña, intentó inútilment­e instigar una rebelión contra Felipe II en Lisboa y fracasó al intentar tomar las islas Azores para controlar el tráfico americano.

De regreso a Plymouth, Drake se volcó de nuevo en la política, pero en 1595 la reina Isabel habría de confiarle una última misión: repetir la gloriosa campaña contra el Caribe llevada a cabo diez años antes. Compartió con John Hawkins el mando de la que iba a ser la mayor ofensiva inglesa organizada hasta entonces contra la América española. No obstante, la singladura fue de fracaso en fracaso: Las Palmas de Gran Canaria primero y San Juan de Puerto Rico después resistiero­n sus ataques; Hawkins murió, en esta última batalla o tal vez antes, durante la travesía del Atlántico; los ingleses no se atrevieron a atacar Cartagena de Indias, ahora fuertement­e defendida, y en la ruta por las costas de Colombia y Panamá, donde asaltaban pequeñas poblacione­s, la tripulació­n contrajo la disentería, que llevó a la muerte al propio Francis Drake el 28 de enero de 1596, lo que le evitó ser testigo de la derrota de su escuadra en la isla cubana de Pinos, bajo la artillería de la flota española enviada para darle caza. De la mayor expedición bélica desplazada hasta entonces al Caribe, no más de ocho barcos ingleses lograron atracar de nuevo en Inglaterra. Para saber más ENSAYO Sir Francis Drake, el pirata de la reina Harry Kelsey. Ariel, Barcelona, 2004. TEXTO La Dragontea Lope de Vega. Cátedra, Madrid, 2012. FILM El pirata de Su Majestad Rudolph Maté y Primo Zeglio (dir.). 1963.

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Drake realizó la vuelta al mundo de 1577-1580 a bordo de este navío de 150 toneladas. Siete cañones a cada banda y otros cuatro en la proa revelaban que su misión no era sólo explorator­ia.
BRIDGEMAN / ACI EL GOLDEN HIND Drake realizó la vuelta al mundo de 1577-1580 a bordo de este navío de 150 toneladas. Siete cañones a cada banda y otros cuatro en la proa revelaban que su misión no era sólo explorator­ia.
 ?? CHRIS HARRIS / ALAMY / ACI ?? HAMPTON COURT El palacio fue residencia oficial de los reyes de Inglaterra. Construido para el arzobispo Wolsey, Enrique VIII se hizo con él cuando éste cayó en desgracia. Su hija Isabel I reformó algunas áreas.
CHRIS HARRIS / ALAMY / ACI HAMPTON COURT El palacio fue residencia oficial de los reyes de Inglaterra. Construido para el arzobispo Wolsey, Enrique VIII se hizo con él cuando éste cayó en desgracia. Su hija Isabel I reformó algunas áreas.
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Este compendio de instrument­os científico­s, que se cree perteneció a Drake, fue realizado por Humphrey Cole, uno de los mejores artífices de este tipo de aparatos en la Inglaterra isabelina.
SCIENCE SOURCE / ALBUM SCIENCE SOURCE / ALBUM VARIOS APARATOS EN UNO Este compendio de instrument­os científico­s, que se cree perteneció a Drake, fue realizado por Humphrey Cole, uno de los mejores artífices de este tipo de aparatos en la Inglaterra isabelina.
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 ?? UNIVERSIDA­DE DE COIMBRA. BIBLIOTECA GERAL. ?? CASTILLO DE LA CALDERETA Tras el ataque de Drake a La Palma en 1585, el arquitecto Torriani proyectó una nueva fortaleza, que vemos en este dibujo. 15921594. Universida­d de Coimbra.
UNIVERSIDA­DE DE COIMBRA. BIBLIOTECA GERAL. CASTILLO DE LA CALDERETA Tras el ataque de Drake a La Palma en 1585, el arquitecto Torriani proyectó una nueva fortaleza, que vemos en este dibujo. 15921594. Universida­d de Coimbra.
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Este óleo de autor desconocid­o muestra a los tres corsarios más famosos de la Inglaterra isabelina: Thomas Cavendish, Drake y John Hawkins. Museo Marítimo Nacional, Londres.
D. BAYES / ALBUM DRAKE Y COMPAÑÍA Este óleo de autor desconocid­o muestra a los tres corsarios más famosos de la Inglaterra isabelina: Thomas Cavendish, Drake y John Hawkins. Museo Marítimo Nacional, Londres.
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Tras numerosos ataques piratas y de la flota de Francis Drake, el rey de España, Felipe II, encomendó a Juan de Tejeda la construcci­ón de un potente perímetro defensivo que rodease la ciudad, como se ve en la imagen.
ALBUM PIXELCHROM­E / GETTY IMAGES MISIVA PARA INFORMAR DE UN FRACASO En esta carta del 26 de julio de 1586, Drake informaba a Cecil, tesorero real, de que no había podido intercepta­r la flota del tesoro española. CARTAGENA DE INDIAS Tras numerosos ataques piratas y de la flota de Francis Drake, el rey de España, Felipe II, encomendó a Juan de Tejeda la construcci­ón de un potente perímetro defensivo que rodease la ciudad, como se ve en la imagen.
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Esta joya de tipo camafeo, obra de Nicholas Hilliard, celebra a la reina Isabel como salvadora de la Iglesia anglicana. 1595. Museo Victoria y Alberto, Londres.
AURIMAGES LA JOYA HENEAGE Esta joya de tipo camafeo, obra de Nicholas Hilliard, celebra a la reina Isabel como salvadora de la Iglesia anglicana. 1595. Museo Victoria y Alberto, Londres.
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NTPL / SCALA, FIRENZE LA MANSIÓN DE BUCKLAND En 1581, Drake compró esta antigua abadía cistercien­se, expropiada por Enrique VIII, para convertirl­a en su casa solariega. Aquí vivió los últimos quince años de su vida.

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