De Delft a Pekín, un mundo interconectado
Parece que Vermeer apenas salió de su ciudad natal, Delft. Todos sus cuadros representan esa realidad local, ya sean paisajes urbanos o interiores domésticos. Y sin embargo en sus pinturas aparecen infinidad de detalles que remiten a un mundo más allá, a los países y los continentes con los que los holandeses del siglo XVII –auténtica superpotencia global de la época– habían establecido relación.
En este libro que combina muy bien la investigación académica y el viejo arte de contar historias, el sinólogo Timothy Brook toma como punto de partida algunos elementos de los cuadros de Vermeer para mostrar hasta qué punto, en el siglo XVII, el mundo ya estaba profundamente interconectado. Así, un barco arenquero en el puerto de Delft revela el inmenso poder comercial de la Compañía Holandesa de las Indias Orientales. El vistoso sombrero de un personaje de otro cuadro remite al comercio de pieles de castor en tierras del actual Canadá. Una fuente de porcelana china nos habla de cómo estas piezas orientales se pusieron de moda en Europa e impulsaron la producción exportadora china y las imitaciones europeas. Un fumador en un falso plato chino lleva a Brook a contar otro ejemplo palpable de globalización: la difusión de la adicción al tabaco desde América hasta Europa y China. «En el siglo XVII […] la comunidad global de fumadores iba aumentando», concluye.