El Barón Rojo
Héroe para los alemanes y pesadilla de los aliados, Manfred von Richthofen se convirtió en el aviador más legendario de la historia gracias a sus 80 derribos en la primera guerra mundial
El piloto fue un ídolo para los alemanes y una pesadilla para sus enemigos.
Manfred «Freiherr» (Barón) von Richtofen nació el 2 de mayo de 1892 en el seno de una aristocrática familia alemana en Breslau (la actual Wroclaw, en Polonia). Siguiendo la tradición militar de su familia, en 1912 ingresó como cadete en el Primer Regimiento de Ulanos (jinetes). Al comienzo de la primera guerra mundial participó en algunas acciones de reconocimiento hasta que fue destinado a Verdún en 1915. Allí, el estancamiento del frente y la guerra de trincheras acabaron con sus misiones a caballo. Descontento por la falta de acción, en primavera se alistó como observador en las recién creadas fuerzas aéreas, una tarea muy similar a la que había desempeñado antes en tierra firme.
Tras varios meses de desempeñar misiones de reconocimiento en el frente oriental regresó a Francia. Allí llevó a cabo su primera escaramuza aérea enfrentándose a un par de aviones franceses. Aunque el primero logró escapar, al parecer abatió al segundo, pero nunca se pudo acreditar el
derribo.
Poco después conoció a Oswald Boelcke, por entonces el mayor as alemán de la aviación. Boelcke le causó una honda impresión, pues representaba todo lo que Manfred quería ser. Convencido de que pilotar un caza monoplaza era lo más parecido al espíritu de la caballería en el que se había criado desde niño, logró que Boelcke le diera lecciones de vuelo. Así pudo presentarse al examen de piloto, que aprobó al segundo intento, y a finales de diciembre de aquel 1915 obtuvo por fin su ansiado título.
A las órdenes de su ídolo
Las primeras misiones de Richthofen como piloto no tuvieron nada que ver con las escaramuzas aéreas que habían encumbrado a aviadores como Max Inmelmann o al propio Boelcke a la categoría de ídolos nacionales. Se trataba de atacar las líneas enemigas en el frente oriental a bordo de un biplaza. Pero durante una visita de inspección en Rusia, Boelcke volvió a encontrarse con Manfred y lo invitó a unirse a la Jasta 2.
Las escuadrillas de cazas o Jagdgstaffeln (de donde procede la abreviatura Jasta) fueron creadas por el propio Boelcke para entrar en combate con
Su primera tarea aérea fue como observador en un biplaza pilotado por otro
los cazas enemigos y obtener la superioridad en el nuevo frente aéreo. La Jasta 1 se creó el 23 de agosto de 1916 y la Jasta 2, al mando del propio Boelcke, una semana después. Esta escuadrilla, entrenada para combatir en grupo siguiendo las ocho reglas básicas establecidas por Boelcke para el combate aéreo, causó terror entre los aliados. Al principio, Manfred se limitaba a recibir instrucción y consejos del experimentado Boelcke hasta que, el 17 de septiembre, a los mandos de un Albatros DI y con tan sólo dos días de vuelo en ese modelo, logró su primera victoria reconocida. Ese día, Von Richthofen se puso a la cola de un FE2b británico y con sus ráfagas de ametralladora mató al observador e hirió mortalmente al piloto, que realizó un aterrizaje forzoso en un prado. El alemán aterrizó a su lado y, conmovido, erigió un monolito en el lugar, despegó y volvió a su base de Bertincourt, donde le dijo a Boelcke: «Un inglés derribado».
Manfred había logrado seis victorias cuando el 28 de octubre la Jasta 2 perdió a su comandante. El avión de Boelcke fue embestido accidentalmente en el curso de un combate cerrado, perdió el control y se estrelló. En honor del jefe caído, su grupo fue rebautizado como Jasta Boelcke.
El 23 de noviembre, Von Richthofen consiguió una de sus victorias más destacadas. Fue en un combate con el as británico Lanoe G. Hawker, que contaba con siete victorias y había sido condecorado con la Cruz Victoria. Los cazas de Von Richthofen y Hawker iniciaron un vertiginoso descenso desde 3.500 metros de altura mientras maniobraban para ganar la cola de su adversario, la posición de ataque
más favorable. A escasos centenares de metros del suelo, el alemán logró ponerse detrás de Hawker y descargó una ráfaga sobre su aparato, que se estrelló detrás de las líneas alemanas.
Tras haber derribado 16 enemigos en menos de cuatro meses, en enero de 1917 Von Richthofen recibió la más prestigiosa condecoración alemana, la Pour le Mérite, y tomó el mando de la Jasta 11. Fue entonces cuando decidió pintar su Albatros DIII casi enteramente de rojo, para que sus pilotos lo reconocieran fácilmente.
El mes de abril, que selló la superioridad alemana sobre los aliados en el aire, se convirtió para los británicos en el «abril sangriento», pues perdieron unos 150 aparatos. Tan sólo el día 4, los británicos perderían 44 aparatos. Durante ese mes, Von Richthofen se cobró 21 víctimas y dejó definitivamente atrás las cuarenta victorias de su mentor, Boelcke, convirtiéndose en el mayor as alemán.
Nace la leyenda roja
Este ritmo frenético sólo se vio alterado por un permiso en mayo, durante el cual Manfred fue recibido como un héroe en numerosas localidades, tuvo varios encuentros con el káiser y dictó su autobiografía, que se convirtió en un éxito editorial de inmediato. De vuelta al servicio, a finales de junio logró su victoria 53 a los mandos de un nuevo modelo de Albatros, el DV, también pintado de rojo, por el que los aliados lo bautizaron «El Diablo Rojo».
El 24 de junio de 1917, el ejército alemán agrupó las Jasta 4, 6, 10 y 11 en el Jagdgeschwader 1, un escuadrón
de más de medio centenar de aviones al mando de Von Richthofen con la «misión de conseguir y mantener la superioridad aérea» en sectores críticos del frente. El 6 de julio, durante una de las primeras misiones de esta nueva unidad, Richthofen se enfrentó a dos pilotos ingleses y recibió un disparo en la cabeza que lo dejó momentáneamente ciego y semiinconsciente. Con gran esfuerzo logró recobrar el control del avión, aterrizar y salir a duras penas del aparato antes de desplomarse.
Aunque se ha especulado con el origen de la bala, lo más probable es que fuese disparada por un avión alemán que volaba en perpendicular al de Von Richtofen; un caso más del «fuego amigo», tan o más peligroso que el enemigo. Las heridas en el cráneo requirieron una delicada intervención para retirar la metralla, y se dejó la herida abierta para que cicatrizara progresivamente. Al volver al frente, el 16 de agosto, lejos aún de estar recuperado, Von Richthofen derribó un Nieuport. Tras cada misión necesitaba descansar largo tiempo, pues volvía completamente agotado.
El nuevo triplano
El 28 de agosto de 1917, el Jagdgeschwader 1 recibió los primeros Fokker Dr. I triplanos. Los encargados de evaluar estos nuevos aviones serían el propio Von Richthofen y su lugarteniente Verner Voss, un piloto excepcional que acreditó 48 derribos. El Barón Rojo abatió a dos rivales con este triplano de prueba. Su primera victoria (la primera del nuevo avión) la obtuvo sobre un biplaza británico RE8 que, con toda probabilidad, lo confundió con un triplano británico y le permitió acercarse a escasos 50 metros. Apenas 20 disparos bastaron para matar al observador y herir al piloto que, con gran fortuna, pudo realizar un aterrizaje forzoso. Dos días después, Von Richthofen derribó un Sopwith Pup, uno de los mejores cazas aliados, tras un largo combate en el que dañó el motor del avión británico, cuyo piloto pudo realizar un aterrizaje forzoso. Tras ello, el Barón fue obligado a retirarse de permiso a Alemania tanto por razones políticas –ya era todo un héroe y una figura mediática–, como de salud, para recuperarse de sus heridas. Al reintegrarse al servicio, en octubre, se puso a los mandos de un modelo definitivo de triplano con el que lograría diecisiete victorias.
Poco a poco recobró sus habilidades previas, hasta el punto de convertir marzo de 1918 en el segundo mes más productivo en su carrera: sólo el día 27 obtuvo tres victorias. Cuando se desató la Kaiserschlacht, la ofensiva alemana de primavera en el frente occidental, el escuadrón del Barón Rojo tuvo un importante papel. Los aparatos de vistosos colores de su unidad, apodada
el «circo volante» por sus enemigos, evolucionaban con maniobras espectaculares y mortíferas siguiendo las reglas dictadas por Boelcke, tratando de obtener una posición ventajosa para atacar al adversario.
Además de preocuparse por aumentar su lista de derribos, Von Richthofen cuidaba de sus hombres y, tras el regreso, no perdía ocasión de comentar con ellos las misiones y enseñarles. También les ayudaba a obtener derribos, incluso en detrimento de sus propias victorias, para que adquiriesen experiencia y confianza.
El 24 de marzo, en plena ofensiva alemana, el Barón Rojo libró un mortífero combate contra diez SE 5 A, cazas británicos muy veloces y maniobrables, derribando a uno de ellos. Durante la semana siguiente abatió otros siete aparatos, tres de los cuales cayeron en una sola jornada. El día 20 de abril obtuvo sus dos últimas victorias en el asombroso lapso de cinco minutos.
Derribo y muerte
El 21 de abril, el Barón Rojo volaba en su triplano cuando entró en combate con una formación de biplanos aliados. Mientras hostigaba a uno de ellos, sus ametralladoras se encasquillaron repetidas veces, por lo que la persecución se prolongó. Esto hizo que Von Richthofen volara por encima de las trincheras enemigas, ocupadas por unidades australianas, des
de donde se realizaron numerosos disparos de artillería. Uno de ellos le alcanzó en el tórax, hiriéndole mortalmente al perforar la arteria aorta y afectar la columna vertebral. Richthofen logró realizar un aterrizaje forzoso que proyectó su cuerpo contra las ametralladoras de su avión, lo que le produjo varias fracturas en la cara, aunque en ese momento ya estaba muerto a causa de una hemorragia interna masiva. Su cadáver fue rescatado por los australianos y enterrado con honores militares en Bertangles, un pequeño pueblo del departamento del Somme. Tenía 25 años y contaba con 80 victorias homologadas.
Inicialmente, la propaganda aliada atribuyó su muerte a un piloto británico, Roy Brown, que habría derribado el Fokker rojo del Barón cuando éste se encontraba enfrascado en la persecución de otro avión del mismo escuadrón. Pero la realidad, fehacientemente contrastada hace ya muchos años, es que un disparo de fortuna desde tierra puso fin al mito. Su muerte produjo una honda conmoción en Alemania.
Nace una leyenda
Manfred von Richtofen es reconocido como el piloto más temible de la historia, pero noble con sus enemigos. No han faltado detractores que lo acusan de ser un piloto mediocre y narcisista que buscaba victorias fáciles y fue encumbrado por la propaganda alemana. Pero aunque tal vez hubiera pilotos más hábiles, como Voss o su propio hermano Lothar von Richthofen, sus aptitudes eran excelentes.
Sus intenciones estaban dictadas por un profundo sentido del deber, muy característico de la nobleza prusiana, aunque debe señalarse que los métodos que empleaba no diferían del resto de los ases. En ningún caso se ensañó con un enemigo que abandonaba el combate o realizaba un aterrizaje forzoso. La táctica del Barón Rojo era ponerse a la cola del enemigo –con el sol a la espalda– y acercarse a menos de 50 metros para abatirlo con cortas ráfagas de las no siempre fiables ametralladoras, una peligrosa maniobra en la que muchos morían. Seguía los dictados de Boelcke, aquellas ocho normas fundamentales de la guerra en el aire. Cuando murió, Von Richthofen estaba aplicando más allá de lo razonable la regla número dos: «Cuando inicies un ataque, llévalo a cabo hasta el final».
Para saber más
ENSAYO La Gran Guerra en el aire J. Vázquez. Galland Books, Valladolid, 2014. El grupo de combate del Barón Rojo Greg van Wyngarden. RBA Libros, Barcelona, 2009.