La cruzada de los Niños
Una aventura medieval En 1212, dos jóvenes pastores se pusieron al frente de sendos movimientos protagonizados por niños que esperaban liberar Tierra Santa, un episodio teñido de leyenda y del que se sabe poco
Un episodio legendario narra cómo en 1212 miles de niños encabezados por un joven pastor analfabeto partieron a liberar Tierra Santa de los infieles, pero acabaron siendo engañados y vendidos como esclavos en África por mercaderes sin escrúpulos.
En 212 se cruzaron los caminos de tres pastores. Éste era el verdadero oficio de dos de ellos: un joven francés llamado Esteban y un muchacho alemán llamado Nicolás. El otro era el papa Inocencio III, que con su báculo conducía por el recto camino a su gran rebaño, la Cristiandad. Inocencio, que había sobrepasado los 50 años, era un pastor combativo, y no estaba dispuesto a permitir que los enemigos de su grey la destruyeran.
Unos –lobos con piel de cordero– la devoraban por dentro, como los herejes cátaros del sur de Francia. Otros eran alimañas que la acechaban desde fuera, como sucedía en Tierra Santa, donde desde 1187, tras aniquilar a los ejércitos cruzados, los musulmanes se habían apoderado de Jerusalén y de la Vera Cruz, el madero donde había muerto Jesús. Más cerca, al sur de los Pirineos, la gigantesca sombra del califato almohade se alzaba sobre los cinco reinos cristianos de Hispania.
Inocencio no había permanecido impasible ante el peligro. En 1204 había predicado una cruzada para recuperar Jerusalén (aunque sus codiciosos miembros prefirieron conquistar la rica Constantinopla en lugar de dirigirse a la Ciudad Santa). En 1209 había convocado otra contra los cátaros (que había encallado en tierras del conde de Tolosa, supuesto protector de los herejes). Y en 1211 había convocado una nueva cruzada, esta vez contra los almohades.
Los inocentes
En la primavera de 1212, aquel fervor combativo se reavivó con la orden de Inocencio de organizar predicaciones, procesiones y letanías a fin de promover vocaciones para las cruzadas contra cátaros y almohades. Tales ceremonias tuvieron lugar en Roma el 16 de mayo, mientras que en Francia se desarrollaron hacia el día 20 de aquel mismo mes, como sucedió en Chartres.
La predicación tuvo una consecuencia completamente inesperada en las regiones del norte de Francia y de Alemania, que desde hacía un siglo eran un semillero de voluntarios