EL VUELO DEL BOTAFUMEIRO
LA MÁS COMPLETA descripción del complejo procedimiento para hacer volar el botafumeiro por las naves de la catedral se la debemos al prelado de la corte Diego de Guzmán, quien llegó a Santiago desde Valladolid en el Año Santo de 1610 para cumplir un voto del rey Felipe III. Guzmán anota en su diario que el botafumeiro, «antigualla de aquella Iglesia que la alegra mucho los días solemnes», estaba muy lleno de brasas y, al trazar su desplazamiento por el crucero, iba «dando golpes en las bóvedas altas». Esto suponía una anomalía que pudo deberse a las innovaciones llevadas a cabo en la estructura de la que se colgaba.