Historia National Geographic

Jane Dieulafoy

La ropa masculina que vistió esta francesa aventurera fue un signo de lo que quiso ser en cada momento: soldado en la guerra, viajero en Persia, arqueólogo en Susa...

- RAÚL SÁNCHEZ VIVÓ, ARNAUD DÉROCHE PERIODISTA­S

Esta aventurera y arqueóloga vivió en el Próximo Oriente vestida de hombre.

DosDos franceses recorren Persia en 1885, camino de Susa. Uno de ellos es Marcel Dieulafoy, a quien el gobierno francés ha encomendad­o la realizació­n de excavacion­es en esa antigua capital del Imperio persa. Su acompañant­e, menudo y ágil, cubre su pelo corto con un casco colonial, lleva un fusil al hombro, viste pantalones y calza botas, lo que no sería nada raro si fuese un hombre. Pero es una mujer: su esposa Jane.

Del convento al frente

Jeanne Paule Henriette Rachel, conocida como Jane, había nacido en 1851, en el seno de una rica familia burguesa del sur de Francia: los Magre, afincados en Toulouse. Fue la pequeña de cinco hijas; el único hermano varón, el mayor, desapareci­ó en España. Y, en cierto sentido, ella creció como aquel hijo que les faltaba a sus padres. En el convento de la Asunción de Auteil, donde estudió, dio muestras de sus dotes artísticas, y cuando lo abandonó en 1869 entabló relación con un joven ingeniero de su misma ciudad, Marcel, que había vuelto de Argelia. Se casó con él en mayo de 1870, poco antes del estallido de la guerra francoprus­iana.

Cuando empezó la contienda, Jane dio muestra inmediatam­ente de su carácter indómito y desenvuelt­o: no dudó en vestir el uniforme de francotira­dor para acompañar a su marido, que participó en la contienda como capitán de ingenieros. Fue la primera vez –que sepamos– que vestía prendas masculinas, algo que no sólo estaba mal visto socialment­e, sino que era ilegal si se hacía sin autorizaci­ón pública.

Jane solicitarí­a aquel permiso, que le concediero­n. Amaba las aventuras y los viajes, que en aquel momento parecían reservados a los hombres. La ropa masculina no sólo era más cómoda que la vestimenta femenina: también garantizab­a que una mujer pasara desapercib­ida en países islámicos, por cuyo arte y cultura Marcel y Jane sentían pasión.

Entre 1873 y 1878, la pareja visitó Egipto y Marruecos, pero los intereses de Marcel no eran los de un orientalis­ta al uso. Encargado de los monumentos históricos de Toulouse, su superior era el arquitecto Viollet-le-Duc, apasionado del arte medieval (fue el restaurado­r de Carcasona), que lo animó a investigar las relaciones entre el arteantigu­odelPróxim­oOrienteye­larte islámico medieval. Ese interés fue lo

Sola y de noche, Jane recorrió un centenar de kilómetros a caballo en busca de un médico para Marcel

DIARIO DE LAS EXCAVACION­ES DE SUSA. EDITORIAL HACHETTE, 1888. AKG / ALBUM

que llevó al matrimonio hasta Susa, un yacimiento que había explorado el inglés Kennett Loftus en 1850-1852. De común acuerdo con Jane, Marcel decidió dejar su trabajo de ingeniero y dar el salto a la carrera arqueológi­ca.

En tierra persa

Marcel y Jane iniciaron su viaje a Persia en febrero de 1881. Embarcaron en Marsella, pasaron por Grecia y Estambul, cruzaron el mar Negro y llegaron a territorio persa atravesand­o Azerbaiyán. Una vez allí, decidieron que lo más práctico era desplazars­e por Persia a caballo, lo que hicieron sin escolta, y llegaron a Susa en enero de 1882. Disfrazada de hombre, Jane pudo cruzar regiones donde la presencia de una mujer sin velo y a caballo sólo podía haber provocado un escándalo. Engañó a todo el mundo, desde los ladrones hasta al mismísimo soberano persa, el sha Nasr edDin, que no quiso creerla cuando le reveló que era una mujer.

La primera estancia en aquel país destapó las múltiples facetas de la personalid­ad de Jane. En primer lugar, su intrepidez, sobradamen­te conocida.

Tuvo que enfrentars­e a escorpione­s, tarántulas, mosquitos, piojos... y a la fiebre. En una ocasión recorrió ella sola un centenar de kilómetros hasta Teherán, a caballo y de noche, en búsqueda de un médico que curase a Marcel. En segundo lugar, Jane desarrolló su extraordin­aria aptitud para la fotografía, arte del que fue pionera, retratando a las ciudades y sus gentes, sobre todo a las mujeres persas. Su labor en este terreno fue más allá de lo pintoresco o antropológ­ico: Jane fotografió los monumentos que encontraro­n a su paso, y fueron sus

imágenes las que ilustraron los cinco volúmenes de Arte antiguo de Persia que Marcel publicó entre 1884 y 1885. En tercer lugar, Jane se reveló como una escritora extraordin­ariamente dotada. En Persia redactó un diario de viaje que publicó más tarde en Le Tour du Monde, una revista francesa de viajes, cosechando un enorme éxito.

De hecho, Jane fue una de las primeras escritoras de este género, que no fue el único que cultivó: más tarde, y con igual éxito, escribiría novelas históricas como Parysatis (1890), dedicada a la antigua reina persa de este nombre, que el compositor Camille Saint-Saëns convirtió en una ópera cuyo libreto redactó la propia Jane.

A su regreso a París, las investigac­iones de Marcel valieron a la pareja el apoyo de Louis de Ronchaud, director de los Museos Nacionales, y en 1884 los Dieulafoy partieron de nuevo hacia Susa, ahora al frente de una misión oficial bajo el patronazgo del Museo del Louvre y del Ministerio de Instrucció­n Pública francés. Sumaron dos nuevos compañeros a su expedición: Charles Babin, ingeniero de puentes y caminos, responsabl­e de la contabilid­ad, y Fréderic Houssay, un naturalist­a sobre el que recaería la gestión del transporte de los hallazgos empaquetad­os en 215 cajas con destino al Louvre.

Por su parte, el sha autorizó las excavacion­es a cambio de una parte de lo descubiert­o, sobre todo de piezas de oro y plata. Los expedicion­arios se instalaron sobre las ruinas de los antiguos palacios de Susa y contrataro­n hasta 300 tra

bajadores; las excavacion­es empezaron en febrero de 1885 y acabaron en 1886, aunque se interrumpi­eron durante unos meses debido a las tensiones con la población local, que creía que los cristianos estaban excavando en la tumba del profeta Daniel.

Jane vigiló los trabajos y registró los objetos descubiert­os, que pertenecía­n a la época de Darío I (522-486 a.C.), bajo el cual el Imperio persa se expandió desde Pakistán hasta Grecia. El primer gran descubrimi­ento fue un friso de ladrillos vidriados con la representa­ción de feroces leones, pertenecie­nte al palacio de aquel rey. Tras el hallazgo, Jane se encargó de la dirección de las excavacion­es en esa zona. Días después, apareciero­n fragmentos de columnas que debieron de alcanzar hasta 21 metros y contaban con imponentes capiteles –también rotos– en forma de cabeza de toro. Otro día, los obreros dejaron de excavar de repente y, nerviosos, empezaron a agitar los brazos. Acababan de descubrir el famoso friso de los arqueros persas. Cuando concluyero­n los trabajos, una treintena de mulas y más de cuarenta camellos ayudaron a transporta­r las 45 toneladas de piezas hasta el crucero Le Sané, que los trasladó a Francia.

Adiós Persia, hola París

Ya en París, Jane dirigió la restauraci­ón y colocación de los frisos en el Louvre. Su fama y la de Marcel creció con la inauguraci­ón de la sala persa del museo (la galería Dieulafoy) el 6 de octubre de 1888 por el presidente de la República, Sadi Carnot, que condecoró a Jane con la Legión de Honor por su contribuci­ón a las excavacion­es de Susa.

Tras volver de Persia, Jane ya no vistió nunca más ropa femenina. Ni ella ni Marcel volvieron a Susa, y su atención se centró en España, a la que considerab­an «ese otro Oriente» y que visitaron 23 veces entre 1888 y 1914; Jane llegó a a escribir una biografía de Isabel la Católica, Isabelle la Grande.

En 1914, tras el estallido de la Gran Guerra, Marcel se trasladó como oficial de ingenieros a Marruecos, y Jane marchó con él. Allí en Rabat, Jane dirigió las excavacion­es de la mezquita Hassan, pero cayó enferma cuando luchaba por mejorar las condicione­s de vida de la población local: contrajo bronquitis, oftalmia y disentería, y en 1915 regresó a Francia. Falleció en el castillo de Langlade, a los 64 años, en mayo de 1916, mientras rezaba por el triunfo de las armas francesas en la cruenta batalla de Verdún.

 ??  ?? FRISO DE LOS ARQUEROS (DETALLE), EN LADRILLO VIDRIADO, PROCEDENTE DEL PALACIO DE DARÍO I EN PERSÉPOLIS. SIGLO VI A.C.
FRISO DE LOS ARQUEROS (DETALLE), EN LADRILLO VIDRIADO, PROCEDENTE DEL PALACIO DE DARÍO I EN PERSÉPOLIS. SIGLO VI A.C.
 ??  ?? JANE DIEULAFOY en la necrópolis real persa de Naqs e-Rostam, en 1884-1886, ante dos altares del fuego zoroastria­nos de época sasánida.
JANE DIEULAFOY en la necrópolis real persa de Naqs e-Rostam, en 1884-1886, ante dos altares del fuego zoroastria­nos de época sasánida.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain