Una sepultura muy bien amueblada
En la tumba de la madre del faraón Keops los arqueólogos encontraron un lujoso mobiliario funerario de madera, que incluía varias sillas, camas y un dosel desmontable. Una minuciosa restauración permite que hoy las piezas se expongan en todo su esplendor en el Museo Egipcio de El Cairo.
El equipo liderado por Reisner continuó excavando el pozo. Este está cortado irregularmente y se va estrechando, lo que dificultó el descenso a los arqueólogos. Fueron semanas de duro trabajo, pues el pozo resultó tener 25,5 metros de profundidad profundidad y estaba completamente relleno de cascotes, arena y bloques de caliza. Finalmente, encontraron la parte superior del techo de una cámara. Los ayudantes de Reisner procedieron a retirar un bloque de piedra que obstaculizaba la entrada y allí, a la luz de una vela, entrevieron una cámara funeraria intacta, sin decoración mural en sus paredes, pero con un sarcófago de alabastro y un rico ajuar funerario cuidadosamente almacenado. Pronto pudieron identificar, gracias a las inscripciones inscripciones halladas, que la tumba pertenecía a Hetepheres I, reina de Egipto durante la dinastía
IV (c. 2550 a.C.), esposa del faraón Esnofru y madre de Keops, el constructor de la Gran Pirámide.
En la cámara funeraria
Dentro de la tumba –un espacio reducido de 5,20 por 2,70 metros– hacía un calor sofocante. Muchos de los objetos estaban en un nefasto estado de conservación. En el suelo de la cámara funeraria había una especie de capa polvorienta de color gris, de más de diez centímetros de grosor, fruto de la desintegración de restos orgánicos. Había numerosos objetos de madera –una silla de mano, un pabellón, una cama, un reposacabezas, arcones, un tron...–, pero la mayoría estaban tan deteriorados que resultaba una tarea casi imposible repararlos. Sin embargo, los chapados y las decoraciones de oro y piedras semipreciosas se habían conservado y yacían esparcidos por el suelo. Esto permitió al jefe de restauradores del Servicio de Antigüedades, Hag Ahmed Youssef Mustafá, restaurar y, en algunos casos, reconstruir los elementos y objetos perdidos, que hoy se conservan en el Museo Egipcio de El Cairo.
En el interior de la tumba se descubrieron vasos de alabastro, cerámica y piedra, objetos personales de cosmética y frascos de perfume. También se hallaron restos orgánicos descompuestos de una caja que, a modo de cofre, habría contenido veinte brazaletes de plata decorados con mariposas, con incrustaciones de cornalina, turquesas y lapislázuli.
Sarcófago vacío
Faltaba tan sólo abrir el sepulcro de alabastro de Hetepheres. Reisner lo hizo el 3 de marzo de 1927, delante de un distinguido grupo de visitantes. Se accionaron los gatos y, lentamente, la tapa se despegó de la caja y fue deslizándose hacia un costado. Estaban muy cerca de poder contemplar la momia, de 4.500 años de antigüedad, de quien fue una gran reina del antiguo Egipto. Se acercaron para poder observar el interior y sus caras no pudieron ocultar la decepción cuando vieron que el sarcófago estaba vacío.
La última esperanza que quedaba era descubrir qué había dentro del nicho sellado que encontraron en la pared occidental de la cámara funeraria. Retiraron los bloques y en su interior hallaron un cofre cúbico de alabastro dividido en cuatro compartimentos. En cada uno de ellos había un paquete envuelto en lino. Al desenvolverlos y analizarlos, se dieron cuenta de que se trataba de los vasos canopes que habrían albergado los órganos internos momificados de la reina Hetepheres.
Reisner había encontrado la tumba intacta con el ajuar funerario y cuatro paquetes canópicos de la madre de Keops, pero el cuerpo de la reina no estaba en el interior del sarcófago. ¿Qué había ocurrido? El propio Reisner sugirió que lo que su equipo había descubierto era el lugar en el que habían vuelto a enterrarse los restos de la tumba saqueada de Hetepheres. Se han propuesto muchas otras teorías alternativas, por parte de numerosos y prestigiosos egiptólogos, pero ninguna de ellas ha podido ser confirmada con certeza. De modo que, a día de hoy, nadie sabe qué sucedió en realidad y la tumba de la reina Hetepheres en Gizeh sigue guardando un gran misterio.