Historia National Geographic

EDITORIAL

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RELAX. El Diccionari­o de la Real Academia Española define esta palabra como «relajamien­to físico o psíquico producido por ejercicios adecuados o por comodidad, bienestar o cualquier otra causa». Hemos tomado este término del inglés relax, que a su vez procede del latín relaxare, relajar. Desde luego, los romanos sabían algo de esta cuestión, y las termas son elocuentes al respecto. La sucesión de agua tibia, agua caliente y agua fría segurament­e contribuía a sosegar el ánimo; añadir un masaje a la experienci­a sensorial que era el baño debía de ser el no va más. Esa porción de bienestar estaba al alcance de todos los bolsillos, porque el acceso a las termas era barato, cuando no gratuito. De manera que hombres y mujeres podían dejar sus preocupaci­ones a las puertas de los grandes recintos termales de Roma para dejarse acariciar por el agua del caldarium o sentir un placentero escalofrío al sumergirse en el frigidariu­m, la piscina de agua fría. Uno salía de las termas más limpio –eso seguro, porque Séneca (el preceptor de Nerón) nos cuenta que la costumbre era tomar un baño completo cada nueve días–, y posiblemen­te en mejor disposició­n de ánimo que antes de entrar. Cuando las enfermedad­es y los achaques situaban la esperanza de vida en 25 años, y sólo el 25 por ciento de los romanos superaba los 40, las termas tenían que ser un satisfacto­rio paréntesis en la ajetreada, y para muchos dura, existencia cotidiana. Un momento para tomar conciencia del propio cuerpo, sentirse vivo y distender el espíritu. Un instante de ese

wellness que seguimos buscando dos milenios después.

JOSEP MARIA CASALS Director

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