El submarino de Drebbel
El holandés Cornelius Drebbel desarrolló varios prototipos de submarino propulsado con remos. Según las crónicas, los probó con éxito en el Támesis ante el rey inglés Jacobo I
Cornelius Drebbel desarrolló los primeros sumergibles autónomos, probados con éxito entre 1620 y 1624.
DuranteDurante siglos, uno de los grandes anhelos de la humanidad fue navegar bajo las aguas y poder acceder a las maravillas del mundo submarino. Pero fue durante el Renacimiento cuando se llevaron a cabo los primeros intentos serios de diseñar máqui-nas máqui-nas submarinas operativas. No era un empeño puramente científico: en las motivaciones últimas de los inventores predominaron las ansias militares. Tal fue el caso de Leonardo da Vinci, que hacia 1490 diseñó un submarino en el que aprovechó los trabajos del ingeniero Roberto Valturio con embarcaciones impermeables.
Cien años después, en 1578, el inglés William Bourne diseñó un artefacto con armazón de madera y recubierto de cuero. Según su concepción, para lograr la inmersión debía contraerse, lo que efectuaban los tripulantes moviendo los laterales mediante tornos manuales. A inicios del siglo XVII, el español Jerónimo Ayanz concibió su «barca submarina», un proyecto muy similar al de Bourne que incluía una manga de cuero de caballo estanca, gracias a la cual un tripulante podría sacar el brazo por el exterior del casco, un precursor de los modernos brazos articulados de los batiscafos. El artilugio debía hundirse mediante un sistema de lastres y cables accionado desde el exterior, por lo que no era un submarino autónomo. No existe constancia de que ninguno de estos dos prototipos se probara con éxito y menos aún de que se utilizara para ningún propósito. Sin embargo, probablemente fueron la base para el diseño definitivo del físico y químico holandés Cornelius Drebbel.
Un submarino operativo
Drebbel llegó a Inglaterra a comienzos del siglo XVII, contratado como preceptor de los infantes de la familia de Jacobo I. Bajo la protección de la corte, el holandés desarrolló tres prototipos de submarino entre 1620 y 1624. En ellos, Drebbel incorporó elementos de Bourne y Ayanz, como el método de propulsión con remos estancos exteriores a través de sellos de cuero flexible 1, o el sistema de suministro de aire –basado probablemente en las descripciones de Ayanz– a través de dos mangueras a superficie, una para el aire fresco y otra para el viciado, que se mantenían a flote gracias a un barril 2. Pero su verdadera gran innovación fue el sistema de regulación de lastre mediante unos odres de piel de cerdo llenos de agua 3: su peso servía para realizar la inmersión y luego se vaciaban para volver a la superficie. Este sistema –que no está claro cómo funcionaba concretamente–
marcó la diferencia respecto a sus predecesores, haciendo al ingenio de Drebbel realmente autónomo.
El último de sus prototipos era el más ambicioso: se propulsaba mediante 12 remos y tenía capacidad para 16 pasajeros. Según las crónicas de la época, en las demostraciones realizadas en el Támesis probó que podía moverse con eficacia a cuatro o cinco metros de profundidad, y el propio Jacobo I llegó a viajar en él desde Westminster a Greenwich ante el asombro de los londinenses agolpados en la orilla.
Como todo buen inventor, Drebbel se guardó un secreto: para complementar el sistema de regeneración de aire, instaló una botella llena de un misterioso líquido. Aunque nunca sabremos de qué sustancia se trataba, se ha llegado a especular que fuera oxígeno, obtenido por Drebbel en el curso de sus investigaciones alquímicas.
A pesar de este éxito, el submarino de Drebbel nunca fue utilizado por las autoridades militares y cayó en el olvido. Años después, el inventor holandés abandonó abandonó la corte y terminó su vida arruinado y regentando una humilde cervecería.