Vikingos: pánico en el Mediterráneo
En el siglo IX, las incursiones vikingas llegaron hasta el corazón del Mediterráneo. Los guerreros nórdicos cruzaron el estrecho de Gibraltar para saquear las costas de al-Andalus, Marruecos, el sur de Francia y el norte de Italia.
En el siglo IX, los temibles guerreros escandinavos extendieron su campo de acción a toda Europa occidental, incluido el Mediterráneo. Su objetivo era el saqueo de las ciudades y la captura de personas para venderlas como esclavas
DesdeDesde finales del siglo VIII y casi durante doscientos años, en los monasterios y las iglesias de Francia e Inglaterra resonó una y otra vez esta súplica: «¡Libéranos, oh Señor, de la ira de los Hombres del Norte!». El terror causado por las letales correrías vikingas fue profundo y muy extendido, y su recuerdo permanecerá grabado en el imaginario colectivo durante siglos. Pocas ciudades situadas en la costa o en el interior más próximo se libraron de una amenaza de destrucción que no respetaba ni siquiera los lugares de culto. Lo demuestran los grandes estragos sufridos en el año 793 por el «lugar más sagrado de toda Inglaterra», el célebre monasterio de Lindisfarne, en Northumberland.
Pero las razias para conseguir botín no fueron el único efecto colateral del llamado «fenómeno vikingo». En algunas ocasiones se llegó a casos duraderos de conquista. Basta pensar en el territorio del Bajo Sena que, a partir de los primeros decenios del siglo IX, fue ocupado por guerreros procedentes de Noruega y de la península de Jutlandia (la actual Dinamarca). Los ejércitos francos no fueron capaces de impedir que se instalaran en la región, de modo que en el año 911 Carlos el Simple se vio obligado a reconocer su dominio de aquel territorio. Así tomó forma el núcleo del futuro ducado de Normandía, una entidad llamada a desempeñar un destacado papel en la historia de Europa; no en vano fueron normandos quienes conquistaron Inglaterra en 1066 y crearon poco después, entre los siglos XI y XII, un belicoso Estado en el corazón del Mediterráneo: el reino normando de Sicilia.
La ruta hacia Occidente
Sólo teniendo en cuenta la presencia de aquel poderoso enclave en la desembocadura del Sena, capaz de atraer cada vez a más aventureros, podemos explicar que en el siglo IX las flotas vikingas fueran capaces de aventurarse mucho más al sur, siguiendo las costas de la península ibérica y llegando hasta el mismo corazón del Mediterráneo. Aunque este fenómeno no se puede comparar con la invasión y ocupación de Francia o Inglaterra por los vikingos, también tuvo una gran importancia, y marcó una larga etapa en la que, entre los siglos IX y X, amplias regiones del suroeste de Europa estuvieron expuestas a las razias de los temibles guerreros del norte.