Historia National Geographic

¿QUÉ HACER CUANDO EL MUNDO

- JOSEP MARIA CASALS Director

no es como te gustaría que fuera? Para Luis II de Baviera, esto no fue ningún problema. Abandonó los asuntos públicos y la capital de su reino, Múnich, para consagrars­e a sus ensoñacion­es wagneriana­s. El resultado de su pasión por la antigua épica germánica de los nibelungos, que su admirado Wagner transformó en óperas, fue la construcci­ón de mundos irreales en forma de castillos fantástico­s. Dotados, eso sí, de las últimas sofisticac­iones técnicas: ser un héroe medieval está bien, pero tener agua caliente corriente y luz eléctrica es más cómodo aunque resulte menos épico. Los delirios del rey bávaro no eran dañinos para la gente, sino para las arcas del Estado: empleó cantidades ingentes de dinero en la construcci­ón de sus palacios, donde podía vivir ajeno al mundo. Su familia logró apartarlo del poder, y entonces, privado del trono, pereció ahogado una noche de tormenta –una muerte que está rodeada de misterio–. Como Luis II, Tiberio pudo vivir de espaldas a la realidad en su fastuosa villa de Capri hasta que esa realidad irrumpió en su existencia en forma de traición. Tiberio y Luis II no han sido los únicos soberanos que han empleado su poder y sus recursos para vivir sus propios sueños. Sin embargo, hay otra especie de gobernante más peligrosa: la de aquél que, en vez de retirarse del mundo, decide amoldarlo a sus visiones; una especie que, lejos de lo que un día se pudo creer o esperar, está lejos de extinguirs­e.

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