Historia National Geographic

La capilla de los Zavattari

Tras su restauraci­ón, los frescos de la capilla de los Zavattari, en la catedral de Monza, se revelan como una obra maestra del arte renacentis­ta italiano

- CORRADO OCCHIPINTI CONFALONIE­RI PERIODISTA

Los frescos de la catedral de Monza son una obra maestra del Renacimien­to.

LosLos frescos que decoran la capilla de los Zavattari de la catedral de Monza son «el monumento pictórico más destacado que ha llegado hasta nosotros de la Lombardía de la primera mitad del siglo XV». Así los definió en 1912 el historiado­r del arte Pietro Toesca, con una capacidad de juicio tanto más sorprenden­te cuanto que en su época sólo podía imaginar los colores luminosos, los estucos y los fondos dorados que han salido a la luz con las restauraci­ones concluidas en 2015. El nombre de la capilla procede de la familia de artistas, los Zavattari, que realizaron las pinturas entre 1444 y 1446. Fascina la delicadeza con la que se representa­n los lineamento­s de los personajes en esta suma tridimensi­onal de una maravillos­a Edad Media.

Los frescos relatan la vida de una reina medieval, Teodolinda, fundadora de la catedral de Monza. Hija del rey de Baviera Garibaldo I, en el año 589 se casó en Verona con Autario, rey de los lombardos.

Con el apoyo del papa Gregorio Magno, la reina bávara consagró todas sus energías a convertir al catolicism­o a su nuevo pueblo, identifica­do hasta entonces con su paganismo ancestral y con una herejía, el arrianismo. Tras la muerte de Autario, Teodolinda se casó con su sucesor, Agilulfo, que también se hizo católico. Cuando falleció su segundo marido, Teodolinda fue regente en nombre de su hijo Adaloaldo y su reino conoció un período de paz.

La reina de los lombardos

Los frescos de la capilla Zavattari representa­n la vida de la reina en 45 escenas dispuestas sobre cinco hileras o registros superpuest­os que cubren enterament­e las cinco paredes de la capilla, una superficie de quinientos metros cuadrados. Las escenas, basadas en la Historia de los lombardos de Pablo Diácono, se leen de arriba abajo y de izquierda a derecha. Su disposició­n permite a quien los contempla concentrar­se en los episodios más destacados, que se encuentran a la altura de la vista.

Las 21 primeras escenas, las más lejanas, narran las negociacio­nes matrimonia­les y los esponsales entre Teodolinda y Autario. La número 22 cierra el tercer registro con la conquista de Reggio Calabria, que marca el control lombardo de Italia. El cuarto registro muestra la muerte de Autario, el compromiso y el matrimonio de Teodolinda con Agilulfo y la fundación milagrosa de la catedral de Monza, después de que el Espíritu Santo se le apareciera a la reina en un sueño.

Ejercicio de propaganda

El quinto registro, el más visible para para el visitante, cuenta la destrucció­n de los ídolos paganos de los lombardos, de los que se extraen oro y piedras preciosas para confeccion­ar ornamentos sagrados, la donación del nuevo tesoro al arcipreste, la muerte de Agilulfo, los donativos de Gregorio Magno y la muerte de la reina. Luego se relata la expedición del emperador bizantino Constante II para conquistar Italia, interrumpi­da cuando un ermitaño le reveló que los lombardos eran invencible­s gracias a la protección de san Juan Bautista, al que Teodolinda había dedicado la basílica de Monza.

Los frescos fueron encargados por Filippo Maria Visconti, duque de Milán, y en buena medida se concibiero­n como una forma de propaganda dinástica. Sin descendien­tes directos legítimos, el duque decidió reconocer como heredera a su hija natural Bianca Maria. En 1441, la joven princesa se casó con el condottier­e o capitán mercenario Francesco Sforza, con quien tuvo un hijo, Galeazzo Maria, heredero del ducado. Teodolinda aparecía así como un ilustre precedente para la futura duquesa de Milán: ambas gobernaron en nombre de sus hijos menores de edad, y ambas tenían como misión suprema poner el Estado a resguardo de las ambiciones de potencias extranjera­s.

La reina elige marido

Tras la muerte de Autario, Teodolinda es reconocida como reina por los nobles lombardos y se le permite elegir nuevo marido. Su elección recae sobre Agilulfo, duque de Turín.

Boda con Agilulfo

Destacan en la imagen el delicado perfil y el vestido rosa antiguo oscuro (que parecía blanco antes de la restauraci­ón del fresco) de la dama que sostiene el brazo de la reina.

Banquete de boda

En la representa­ción del festín nupcial se aprecian detalles como los trompetist­as al fondo y los costosos confites que, como augurio de prosperida­d, un criado coloca en la mesa.

Destrucció­n de los ídolos

La reina asiste a la destrucció­n de los ídolos adorados por Agilulfo y al aprovecham­iento de sus materiales preciosos para realizar ornamentos sacros.

Italia, salvada del invasor

El emperador bizantino Constante II deja Italia. Aunque las armaduras se ven negras, originalme­nte había elementos metálicos que daban a las corazas un aspecto reluciente.

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 ?? FOTOS: © MUSEO E TESORO DEL DUOMO DI MONZA / FOTO PIERO POZZI ?? en el siglo xiv, el ducado de Milán, regido por los Visconti (al lado, su escudo en la capilla de los Zavattari), se convirtió en el poder hegemónico del norte de Italia. Para resistir a la amenaza de Venecia, el duque Filippo Maria Visconti casó a su hija Bianca Maria con el condottier­e Francesco Sforza en 1441; los frescos vinculaban el papel político de Teodolinda y Bianca.
FOTOS: © MUSEO E TESORO DEL DUOMO DI MONZA / FOTO PIERO POZZI en el siglo xiv, el ducado de Milán, regido por los Visconti (al lado, su escudo en la capilla de los Zavattari), se convirtió en el poder hegemónico del norte de Italia. Para resistir a la amenaza de Venecia, el duque Filippo Maria Visconti casó a su hija Bianca Maria con el condottier­e Francesco Sforza en 1441; los frescos vinculaban el papel político de Teodolinda y Bianca.
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