LAS PIRÁMIDES DE MEROE
hubo de abandonar Halicarnaso en una fecha que desconocemos. Comenzó entonces a deambular por distintos puntos del Mediterráneo y a recopilar información sobre sus pueblos, la cual veremos sistematizada después en los nueve libros de su Historia. Aunque no todos los especialistas creen que Heródoto viajase a todos los lugares que menciona, lo cierto es que la información contenida en su texto casi siempre se ha confirmado, lo que indica que sí estuvo donde dice o, cuanto menos, que utilizó fuentes de información fiables. Un perfecto ejemplo de ello puede ser su recorrido por tierras del Nilo, que posiblemente fue una de las primeras regiones que visitó tras abandonar su ciudad natal y que describe extensamente en el segundo libro de su Historia.
Geografía y pirámides
Heródoto empieza ofreciendo al lector una descripción pormenorizada de la geografía de Egipto, incluida la causa de la crecida del Nilo y la situación de las fuentes del río. Dado el limitado conocimiento geográfico de la época, sus suposiciones no pasan de ser elucubraciones sin mucho sentido. También describe los beneficios que esa crecida aporta a los egipcios y lo fácil que vuelve para ellos las tareas agrícolas.
Aquí nos topamos con un dato que nos permite atisbar las muchas briznas de información real contenidas en el texto. Menciona Heródoto que los egipcios utilizaban piaras de cerdos para introducir la simiente en el terreno reblandecido por las aguas: el campesino deja caer las semillas en el suelo «y suelta a los cerdos; pisoteando, las bestias hunden en la tierra el grano y el hombre sólo tiene que esperar a la cosecha». Aunque autores posteriores, como Plinio el Viejo, negaron este dato, milenios después quedaría demostrado por los estudiosos que examinaron los relieves de las tumbas.
Heródoto dedica un espacio significativo a uno de los monumentos emblemáticos de Egipto, las pirámides de Gizeh. A pesar de que enumera correctamente a sus constructores –Keops, Kefrén y Micerino– y explica que se trata de sus tumbas, no se puede decir que después se muestre como el más exacto de los historiadores. No sólo describe cámaras inexistentes en la Gran Pirámide, sino que confunde la calzada de acceso a la misma con la rampa utilizada para arrastrar piedras. Igualmente, menciona un sistema de elevación de sillares que ha alimentado la imaginación de todo tipo de investigadores. Heródoto remata su descripción con una fantasiosa historia pensada para resaltar la maldad del hombre que ordenó edificar tamaña monstruosidad
Heródoto dice que, cuando llegó a Elefantina, le informaron de lo que había más al sur: «Río arriba, habitan ya pueblos etíopes [...]. Llegarás a una gran ciudad cuyo nombre es Meroe. Se dice que esta ciudad es la capital de los demás etíopes; sus habitantes sólo veneran, entre los dioses, a Zeus y Dioniso [Amón y Osiris], y les tributan señalados honores».