ESTELA CON TORO APIS
Años de investigación paleopatológica han demostrado que las momias de los faraones del Reino Nuevo están embalsamadas con el primer sistema descrito por Heródoto, el de mejor calidad, y que a partir del Tercer Período Intermedio también utilizaron las personas con más recursos económicos. De hecho, en sus momias incluso se hacían pequeñas incisiones para introducir barro en lugares concretos del cuerpo y dar de este modo un volumen y aspecto más natural al cadáver desecado. Respecto al sistema de la lavativa, se sabe que se usó en el Reino Medio, cuando se probó para momificar a algunas reinas y princesas, aunque terminó desechado en favor del método más tradicional de la extracción de las vísceras. Asimismo, los textos han
demostrado que la momificación solía demorarse 70 días, de los cuales 40 eran para el secado del cadáver y 30 para vendarlo y enterrarlo.
Una cuestión sobre la cual Heródoto nos proporciona información valiosa son los animales sagrados y su culto durante la Baja Época, incluido el del toro Apis. Adorado en Menfis, este bóvido era considerado una manifestación terrenal del dios Ptah, el patrón de aquella ciudad. Sólo existía un Apis sobre la tierra, que se reconocía por unas marcas muy concretas que Heródoto nos describe: era completamente negro, con una marca blanca sobre la frente, la imagen de unas alas de halcón sobre el lomo, los pelos del extremo de la cola dobles y una mancha con forma de escarabajo bajo la lengua. Cuando el animal moría, comenzaba una búsqueda que no terminaba hasta haber localizado un nuevo Apis, identificado por sus específicas características físicas.
Sacerdotes y culto
En cuanto a los sacerdotes, Heródoto describe con atención sus características, que encuentra perfectamente comprensibles: «Se afeitan todo el cuerpo cada dos días, para que ningún piojo u otro bicho repugnante cualquiera se halle en sus cuerpos mientras sirven a los dioses [...]. Sólo llevan un vestido de lino y sandalias de papiro, pues no les está permitido ponerse otro tipo de vestido o de calzado. Se lavan con agua fría dos veces al día y otras dos cada noche...».
Algunas costumbres de los egipcios le resultan chocantes: los hombres, asegura, se dejan crecer el cabello y la barba cuando están de duelo, las mujeres orinan de pie y los hombres sentados, comen en la calle y hacen sus necesidades en casa... Aun así, interpreta estas rarezas como una muestra más de la gran antigüedad de los egipcios, de los cuales los griegos habrían heredado no pocas cosas, al decir de Heródoto, entre ellas las ceremonias de culto al dios Dioniso y los nombres de casi todos sus dioses.
Heródoto también nos proporciona información fiable cuando se refiere a los componentes de la dinastía XXVI. Conocida como dinastía saíta por tener su capital en la ciudad de Sais, en el Delta, Heródoto identificó correctamente a sus reyes (Psamético I, Necao II, Psamético II, Apries, Amasis y Psamético III). Los doscientos años transcurridos entre estos soberanos y la visita de Heródoto explican, quizá, que nos dé cuenta de sus reinados mezclando datos históricos con leyendas, según su habitual estilo. Heródoto termina el libro II con el reinado de Amasis, que le sirve de nexo de unión para enlazar con el inicio del libro III, dedicado a Cambises, el rey persa que conquistó Egipto.
El toro Apis y el rey Cambises
Todo esto sirve al padre de la historia como introducción para contar que, tras conquistar Egipto, el rey persa Cambises fue a visitar el santuario del Apis y acabó infligiéndole una herida en el lomo de resultas de la cual el toro falleció unos días después. Sin embargo, las excavaciones en las catacumbas donde eran enterrados los Apis, el Serapeo de Saqqara, demuestran que en las fechas del supuesto ataque no se produjo la muerte de ningún toro. De modo que la historia de Cambises es probablemente una excusa para destacar el carácter soberbio e impío del monarca persa. Algo que queda demostrado cuando mucho después, según cuenta Heródoto, Cambises muere a causa de una herida en la pierna, justo en el mismo sitio donde habría golpeado al toro sagrado.
En general, Heródoto proporciona una interesante cantidad de información correcta. Todo ello, claro está, entremezclado con historias dudosas y leyendas increíbles que conviene expurgar para encontrar la información real que contienen.
Esta estela, datada en la dinastía XXI, fue descubierta en el Serapeo de Saqqara. Muestra a uno de estos animales sagrados siendo adorado por un fiel. Museo del Louvre, París.