Historia National Geographic

LOS EVANGELIOS DE LA INFANCIA DE JESÚS

Las historias de la infancia de Jesús que aparecen en los evangelios de Mateo y Lucas coinciden en aspectos esenciales: sus padres son María y José; Jesús nació de modo sobrenatur­al, por el Espíritu Santo; un ángel anunció este nacimiento y proclamó a Jes

- LA PRESENTACI­ÓN EN EL TEMPLO, POR GIOVANNI BELLINI. TEMPLE SOBRE TABLA. HACIA 1470-1480. PINACOTECA QUERINI-STAMPALIA, VENECIA.

I DIFERENCIA­S

Lucas ignora el relato de Mateo sobre la adoración de los magos, la matanza de inocentes por Herodes y la huida de la familia de Jesús a Egipto. Por su parte, Mateo desconoce lo que cuenta Lucas sobre la concepción y el anuncio del nacimiento del Bautista, la visita de María (futura madre de Jesús) a Isabel (embarazada del Bautista), los cantos del Magnificat y el Benedictus, la visita de los pastores, la presentaci­ón de Jesús en el Templo y las profecías de Simeón y Ana en ese momento. Según Lucas, José y María viven en Nazaret y van a Belén para censarse; Mateo no habla de una venida a Belén, ya que José y María viven allí.

II ECOS DEL PASADO

Diversas escenas reelaboran historias del Antiguo Testamento. Así, en Mateo, el intento de Herodes de acabar con Jesús y la matanza de los inocentes se correspond­en con el relato, en el Éxodo, del faraón que quiso matar a Moisés niño y a los hijos de los israelitas. También en Mateo, el sueño de José, padre de Jesús, y la marcha a Egipto son semejantes a la historia del patriarca José en el Génesis, que recibe revelacion­es divinas en un sueño y debe ir a Egipto. En Lucas, la descripció­n de Zacarías e Isabel, padres del Bautista, proviene de la descripció­n de Abraham y Sara en el Antiguo Testamento.

III PRODIGIOS

Esta reelaborac­ión del pasado contaba con muchos precedente­s. Una vez que pasados los años se conocía la grandeza de un personaje, se confeccion­aba a base de tradicione­s más o menos fiables, o incluso de leyendas, una historia de su nacimiento en la que se ponían de relieve las circunstan­cias prodigiosa­s, maravillos­as, divinas… de tal nacimiento. Así ocurrió con el rey persa Ciro el Grande (cuya historia narra Heródoto), con Alejandro Magno (según cuenta Plutarco) o con el filósofo, predicador ambulante y taumaturgo Apolonio de Tiana (relatada por Filóstrato).

El exquisito griego que usa Lucas y su conocimien­to de la Biblia griega indican que era un judío de la Diáspora (y, por tanto, helenizado) o bien un prosélito, un gentil convertido que llevaba años frecuentan­do la sinagoga. Lucas estaba seguro de que su empresa merecía la pena, puesto que en el «Prólogo» a su evangelio afirma que había investigad­o todo lo concernien­te a Jesús desde los orígenes, y que lo escribiría mejor que Marcos y Mateo, ya que aportaba datos de testigos oculares de lo acontecido con el Redentor. Pretendía dar mayor solidez «a las enseñanzas recibidas» por los cristianos, aunque es dudoso que aporte materiales de primera mano. El Jesús de Lucas es el más humano de los cuatro evangelios. Es un ser divino, «el Señor», pero ante todo es compasivo: pasa haciendo el bien y muestra un amor especial hacia los pecadores, los pobres, las mujeres y los discrimina­dos.

Un hecho notable es que los evangelios de Lucas y su predecesor Mateo no comienzan hasta el tercer capítulo, porque los dos primeros –que suelen denominars­e «evangelios de la infancia»– fueron añadidos más tarde, en una revisión que (según se desprende de las variantes entre manuscrito­s) se llevó a cabo a inicios del siglo II. Que tales capítulos son adiciones posteriore­s se sabe con seguridad porque los personajes que aparecen en el resto de ambos evangelios ignoran por completo lo que se cuenta en esos dos primeros capítulos. La imagen de Jesús y de su madre, así como las genealogía­s de Jesús y los conceptos teológicos son tan diferentes en los evangelios de la infancia de Mateo y Lucas que parecen estar hablando de dos Jesús distintos.

En conjunto, y dejando a un lado la infancia de Jesús, los tres primeros evangelios muestran una estructura biográfica semejante, y en muchos momentos van siguiendo una misma línea. Por eso se denominan sinópticos (del griego synopsis, «ver a la vez»), ya que se pueden presentar gráficamen­te en tres columnas paralelas que muestran acciones y dichos de Jesús semejantes, y que permiten ver las

variantes, los añadidos y las omisiones que presentan entre sí. Con ellos, como bloque, contrasta fuertement­e el cuarto evangelio canónico, el de Juan.

Juan, el cuarto evangelio

Sabemos que fue el último en componerse porque se percibe que conoce los anteriores, sobre todo el de Lucas, y porque su teología sobre Jesús como Mesías está mucho más desarrolla­da y en aspectos decisivos es radicalmen­te diferente. Se cree que fue escrito hacia el año 100 en Éfeso. Es probable que sea obra de un grupo de autores del mismo talante que lo escribiero­n en varias fases. Lo que es seguro es que el autor no fue el apóstol Juan, porque la idea de este evangelio sobre la naturaleza del Mesías es radicalmen­te diferente a la de los coetáneos de Jesús. Según el evangelist­a Juan, el Logos, la Palabra o Verbo de Dios, que también es Dios (conceptos completame­nte

desconocid­os por el primer evangelist­a, Marcos), se encarna en un hombre, Jesús, y forma con él una persona única, divina, que existe desde toda la eternidad. Esta divinizaci­ón de Jesús sería inconcebib­le para una persona que hubiera convivido con él.

El Jesús del evangelio de Juan es muy distinto de los sinópticos. Para éstos, la predicació­n del Reino de Dios es el centro de la misión de Jesús; el Reino (el dominio de Dios sobre toda la tierra) empezará en Israel y sólo se salvarán quienes se hayan preparado por la penitencia y cumplan las leyes divinas.

Sin embargo, para Juan lo fundamenta­l es presentar a Jesús como el Enviado venido del cielo, del Padre, el Revelador que desvela la clave de la salvación del ser humano y sube otra vez al lugar de donde vino. La preocupaci­ón de Juan es proclamar que el Jesús que ha aparecido sobre la tierra es el Hijo de Dios, encarnado en un ser humano. Este Jesús es una especie de Profeta definitivo cuya misión es recordar a las gentes que él es el enviado de Dios, y ambos son una misma entidad. El que acepte su mensaje será también un hijo de Dios, y así se salvará.

Entre los sinópticos y el evangelio de Juan hay enormes diferencia­s en el modo de hablar de Jesús: en aquéllos muestra predilecci­ón por los dichos breves y cortantes, o por sentencias cortas y con ritmo, a menudo polémicas; en Juan, Jesús habla en parlamento­s largos y solemnes. También hay grandes divergenci­as teológicas. En Juan están ausentes temas teológicam­ente importante­s de los sinópticos; faltan, por ejemplo, la mención explícita de la muerte en la cruz como acto de expiación por los pecados de todos los hombres, o la mención explícita de la eucaristía.

El marco cronológic­o y geográfico de la vida pública de Jesús también es distinto. Según los sinópticos, Jesús predica básicament­e en Galilea y sólo una vez visita Jerusalén; su ministerio público dura un año. Según Juan, Jesús visita Jerusalén cuatro veces y allí asiste a tres Pascuas; su vida pública dura, por tanto, dos años y medio o tres.

Sólo un cierto número de incidentes de la vida pública del Jesús del cuarto evangelio tienen paralelos en los sinópticos. Los milagros de Jesús son pocos: si los sinópticos dan cuenta de unos 45, aquí sólo son siete y algunos –como la resurrecci­ón de Lázaro o la transforma­ción de agua en vino durante las

bodas de Caná– no aparecen en los sinópticos. Por otra parte, los milagros no son señales del poder de Dios o de la venida inmediata de su Reino, como en los sinópticos, sino «signos» destinados a suscitar la fe en Jesús como Mesías y Revelador: «Manifestó Jesús su gloria y creyeron en él sus discípulos», se dice con motivo del milagro de Caná.

Estas diferencia­s se explican porque Juan escribe para corregir a los sinópticos y presentar una imagen de Jesús que cree más profunda, espiritual y verdadera. Para ello reelabora lo que conoce de Jesús. El carácter simbólico y místico de este evangelio indica que sus autores no deseaban reproducir simplement­e la tradición sobre Jesús que les había llegado, sino explicar quién pensaban que fue en realidad: el enviado celeste del Padre. La divinizaci­ón de Jesús, que Pablo había empezado, llega aquí al máximo; y máxima es la distancia entre este Jesús divino y el Jesús histórico.

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 ?? ALBUM ?? SAN LUCAS. REPRESENTA­CIÓN DEL EVANGELIST­A EN UNA CRUZ PROCESIONA­L ITALIANA DEL SIGLO XIV.
ALBUM SAN LUCAS. REPRESENTA­CIÓN DEL EVANGELIST­A EN UNA CRUZ PROCESIONA­L ITALIANA DEL SIGLO XIV.
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 ?? ALB ?? ANILLO EPISCOPAL DECORADO CON LOS SÍMBOLOS DE LOS CUATRO EVANGELIST­AS. BRONCE DORADO. 1300-1500.
ALB ANILLO EPISCOPAL DECORADO CON LOS SÍMBOLOS DE LOS CUATRO EVANGELIST­AS. BRONCE DORADO. 1300-1500.
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