Nace el espiritismo
En el siglo XIX se pusieron de moda las sesiones de médiums que se comunicaban con los espíritus de personas fallecidas
A finales del siglo XIX se puso de moda la comunicación con los muertos a través de médiums.
Tap,Tap, tap, tap. Unos simples golpes sobre la mesa se convirtieron en la segunda mitad del siglo XIX en un código para comunicarse con el más allá. Todo empezó en 1848, en Estados Unidos, donde dos hermanas, Maggie y Kate Fox, celebraron las primeras sesiones en las que se comunicaban con el espíritu que habitó la casa donde vivían.
Las hermanas Fox despertaron enorme interés, y el «espiritualismo» –que en Europa se denominaría espíritismo– se convirtió en un fenómeno imparable que traspasó fronteras, difundiéndose por América, Europa e incluso Asia. En una época en la que el ateísmo ganaba terreno, la promesa de un contacto real con el mundo de los muertos captó a muchos creyentes.
Este contacto se realizaba en sesiones espiritistas cuidadosamente organizadas. organizadas. Cualquier lugar podía valer –un salón aristocrático, una humilde buhardilla o el gabinete de un poeta–, con tal que fuera tranquilo, alejado de los ruidos y exento de toda interrupción. La noche era el momento más apropiado para una sesión. No era necesaria una oscuridad total, pero cuanta menos luz mejor, y si ésta era roja contribuía positivamente al desarrollo de los fenómenos.
El movimiento de las mesas
Una vez empezada la sesión, los participantes debían adoptar una actitud mental de receptividad pasiva y espera; a veces pronunciaban una oración o entonaban un himno. Acto seguido, todos los asistentes se cogían de las manos formando un círculo y esperaban que se produjeran los signos de actividad paranormal, tales como una pequeña brisa, un tic involuntario de los brazos o bien un ligero movimiento de la mesa.