La bestia del Gévaudan
Entre 1764 y 1767, un centenar de personas, en su mayoría niños, murieron en una comarca del sur de Francia por los ataques de un lobo de excepcional ferocidad
En el siglo XVIII, un misterioso animal sembró el terror en una región del sur de Francia.
SituadoSituado en el Macizo Central francés, al sur de Auvernia, el Gévaudan es una región de altiplano, cubierta por espesos bosques, de clima frío y húmedo, con frecuentes neblinas y largos inviernos de seis meses. En el siglo XVIII, su población, mayor que en la actualidad, se dedicaba a una agricultura poco productiva y, sobre todo, a la ganadería. Fuera de la capital regional, Mende, la nobleza y la Iglesia mantenían intacta su influencia de antaño sobre la masa campesina, que por su parte seguía apegada a su tradicional modo de vida, ajena al avance de las Luces. Esta región pobre y olvidada se convirtió de repente, en 1764, en el centro de atención de toda Francia e incluso del resto de Europa. Todo por culpa de un animal que durante tres años sembró el terror en la zona: la llamada bestia del Gévaudan.
La pesadilla comenzó en junio de 1764, cuando una vaquera fue atacada cerca de la localidad de Langogne. Aunque ésta se salvó, unas semanas más tarde se produjo la primera víctima mortal, una chica de 14 años que murió de las dentelladas de la fiera. A partir de ese momento, los casos se sucedieron. La bestia se abalanzaba sobre personas débiles, sobre todo niños y mujeres, a las que degollaba con sus colmillos hasta en ocasiones decapitarlas. Su blanco preferido eran los niños que guardaban solos vacas u ovejas en el campo.
Tras los primeros ataques, los lugareños hicieron que los niños pastores salieran en grupo, pero la fiera ni aun
LOS ENVIADOS así se arredraba. En una ocasión, cinco niños y dos niñas de entre 8 y 12 años se toparon con el animal mientras cuidaban el ganado. Armados con palos rematados con hierros afilados, los niños lograron resistir hasta que llegó ayuda. En otro episodio, un ama de casa llamada Jeanne Jouve luchó cuerpo a cuerpo con la bestia para proteger a sus tres hijos, pero uno de ellos, de 6 años, acabó muriendo por las heridas recibidas.
Decenas de víctimas
En otro incidente, unas campesinas estaban usando una escalera de mano como puente para cruzar un arroyo cuando les atacó la bestia. La criada de un cura, de 20 años, empuñó un palo con una bayoneta y logró herir al animal en el pecho y repelerlo. Muchos otros no tuvieron esa suerte.
El balance de los tres años que duraron las correrías de la bestia fue terrible: murió un centenar de personas y hubo unos 120 heridos. Cuatro quintas partes de las víctimas fueron niños y adolescentes de entre 5 y 17 años. La cruel muerte de los niños extendió el pavor entre la población, y eso en un territorio de gran amplitud geográfica en el que la bestia se movía con asombrosa rapidez.
Naturalmente, la cascada de ataques provocó desde el principio intentos de abatir a la mortífera bestia. Las autoridades reclutaron primero a cazadores locales, que no lograron atraparla. En noviembre de 1764, el gobernador de Languedoc envió una compañía de caballería ligera al mando del capitán Duhamel, pero casi seis meses de rastreo se saldaron con un fracaso completo. La decepción fue grande y además muy costosa para los lugareños, porque siguiendo la costumbre de la época las tropas estaban alojadas y mantenidas a costa de la población local.
Entretanto, la prensa había empezado a hacerse eco de los hechos y éstos llegaron a conocimiento del gobierno de
Luis XV, el cual consideró que tenía la obligación de restablecer la seguridad en aquella región.
De este modo, en marzo de 1765 llegó al Gévaudan
Las tropas enviadas a la región hicieron diversas batidas sin poder acabar con el animal