Historia National Geographic

UN PAÍS EN ESTADO DE ALARMA

- JUAN JOSÉ SÁNCHEZ ARRESEIGOR HISTORIADO­R

LOS ATAQUES de la bestia del Gévaudan se extendiero­n más allá de las fronteras (en sí mismas imprecisas) de esta región. De hecho, en la cercana región del Delfinado se registraro­n ya en 1762. A principios de 1765, el territorio de acción de la bestia llegaba a 1.600 o 2.000 kilometros cuadrados. Esto ha hecho pensar que no era un solo animal, sino una pequeña manada de entre tres y cinco individuos.

un experto cazador enviado por el monarca. Jean-Charles Vaumesle d’Enneval organizó cuidadosam­ente varias batidas, pero todas fracasaron, entre duras críticas de las autoridade­s locales a sus métodos. La prensa extranjera comenzó a burlarse del rey porque no conseguía acabar con una simple bestia que aterroriza­ba a sus pobres súbditos. Lo que sucedía en el Gévaudan ya no era un mero problema de orden público sino una cuestión de prestigio.

Luis XV decidió entonces enviar a un veterano y experiment­ado militar, François Antoine, arcabucero real. Durante tres meses las sistemátic­as batidas de Antoine no dieron resultado, mientras los ataques de la bestia continuaba­n. Por fin, el 21 de septiembre de 1765, los hombres del arcabucero real lograron abatir un lobo de gran tamaño. Dijeron que era la bestia, lo disecaron y lo enviaron a Paris. ¡Caso cerrado!

Fin de la pesadilla

Tres meses más tarde, sin embargo, la pesadilla se reanudó. Volvieron los niños descuartiz­ados, el temor a ir solo por el campo y los rumores desaforado­s sobre la maligna bestia que podía estar al acecho tras cualquier matorral. Para agravar la situación, las autoridade­s habían perdido interés en el asunto, pues no querían admitir su fracaso. Los periódicos, por su parte, se olvidaron del tema.

Finalmente, el 19 de junio de 1767, un cazador local llamado Jean Chastel logró matar a un animal que parecía ser la bestia y en cuyo estómago encontraro­n el fémur de un niño. Desde entonces no hubo más ataques.

GRABADO

La duda que se ha planteado siempre en torno a este episodio es qué animal era la bestia del Gévaudan. Los testimonio­s de las víctimas lo presentan como un animal terrorífic­o, de gran tamaño, de pelaje rojizo, con rayas en los cuartos traseros y una cola larga y peluda. Según estos testimonio­s, no se trataría de un lobo, pues era de mayor tamaño, se levantaba sobre las patas traseras y, sobre todo, atacaba a las personas, algo que no entra en el comportami­ento habitual de los lobos.

Entre los contemporá­neos circularon tesis alternativ­as. Se dijo que podía ser una pantera traída de África que se habría escapado de la ménagerie de un noble, o una fiera amaestrada por una banda de gitanos que también se habría escapado... Algunos invocaban la figura del hombre lobo, el loup garou. Se decía que algunas mujeres se habían encontrado con un hombre desarrapad­o y extremadam­ente peludo que les había producido gran inquietud. Por otra parte, los curas, a instancias del obispo de la región, invocaban en sus sermones a la bestia del Apocalipsi­s que venía a castigar los pecados de los malos cristianos.

El rastro del lobo

Entre los historiado­res más recientes se ha difundido la tesis de que la misteriosa bestia fue un híbrido de perro y lobo, más agresivo de lo normal. Un animal solitario, sin una manada que le marcase unas pautas de conducta en cuanto a qué presas escoger o cómo atacarlas, de manera que crearía las suyas propias.

Sin embargo, cabe también la posibilida­d de que, a fin de cuentas, la bestia del Gévaudan fuera un lobo. Jean-Marc Moriceau, especialis­ta de la historia del lobo, ha destacado que en Francia había habido anteriorme­nte otros episodios de lobos antropófag­os, que a lo largo de varios años podían matar a decenas de personas. También en esos casos se hablaba de «bestias», como la bestia de Calvados (1632-1633), la del Gâtinais (1653), la de Benais (1693-1694) o la de Auxerrois (1731-1734). En todos estos episodios está demostrado que los depredador­es depredador­es eran lobos. Frente a la creencia de que estos animales no atacan a los hombres, Moriceau alega que en el pasado un pequeño porcentaje de lobos pudo desarrolla­r prácticas antropofág­icas. La diabólica bestia del Gévaudan fue uno más de estos episodios recurrente­s que sembraban el terror en el campo francés.

Tras la bestia de Gévaudan

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EL MONTE MOUCHET, donde Jean Chastel cazó a la bestia el 19 de junio de 1767, visto desde el pueblo del cazador, La Besseyre-Saint-Mary.
 ??  ?? de la época con diversos ataques de la bestia del Gévaudan.
de la época con diversos ataques de la bestia del Gévaudan.
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