Dunglas Home, el espiritista que levitaba
En ese momento intervenía el médium, que generalmente era una mujer, para abrir la comunicación con el espíritu, lo que se realizaba de diversos modos. Así, cuando la médium preguntaba al espíritu si estaba dispuesto a aparecerse, éste respondía dando dos golpes (a veces tres) en la mesa. Entonces la médium entregaba un papel a quien estaba interesado en comunicarse con el espíritu de un ser querido. El papel contenía, en cuatro líneas, las letras del alfabeto y, en una quinta línea, todos los números de cero a nueve. El interlocutor hacía una pregunta y al mismo tiempo señalaba con
EL ESCOCÉS Daniel Dunglas Home se convirtió en un auténtico
del espiritismo. Descubrió este movimiento en Estados Unidos y fue uno de los primeros que lo introdujeron en Gran Bretaña, desde 1855. En sus sesiones, además de los
repiqueteos usuales, creaba efectos de MAGIA: muebles que volaban, manos sin cuerpo que tocaban extraños instrumentos y desplazaban sillas, o escenas de LEVITACIÓN. Un periodista estadounidense contaba que en 1852, mientras le sujetaba la mano, sintió como se iba
elevando del suelo hasta tocar el techo. Nadie logró averiguar cómo realizaba sus trucos, pero en 1868 fue condenado por FRAUDE por un juez que consideraba el espiritismo como un «perverso y calculado sinsentido para engañar a los vanidosos, débiles e insensatos».
un punzón las letras, una después de otra, hasta que cesaban los golpes. La letra en la que se detenía era la primera de las que formaban una palabra. Así se procedía con todo el mensaje. Este método se denominaba tiptología.
Otro modo de contactar con los espíritus era la psicografía o escritura automática, en la que la mano del médium escribía lo que el espíritu le transmitía.
En la pneumatografía o escritura directa, era el espíritu quien escribía sin ningún intermediario, a veces sobre pizarras o en papel. En 1894, el diario La Fraternidad Universal describía así el procedimiento: «Se toma una cajita y se le hacen dos agujeritos hacia la parte superior de los costados menores, para pasar por ellos una cadenita sin fin en la que todos los médiums deben poner las manos. Dentro de la cajita se ponen tres o cuatro hojas de papel y, sobre éstas, unas cuantas puntas de lápiz de carpintero –sin la madera–. Si la caja se cierra, ya con candado, ya con una llave, no debe abrirse al final de cada sesión: los espíritus indicarán cuándo debe hacerse la apertura».
La mediumnidad parlante consistía en que los espíritus hablaran por boca de una espiritista. La estadounidense Leonora Piper se hizo famosa con estas prácticas. «Para entrar en trance –describía la revista espiritista Lo Maravilloso en 1909– necesita coger la mano de alguien. La tiene cogida durante algunos minutos, permaneciendo en silencio y en una semioscuridad. Al cabo de algún tiempo la sobrecogen ligeras convulsiones espasmódicas, que se van exagerando y terminan en una pequeña crisis epileptiforme muy moderada. Al salir de esta crisis, cae en un estado de estupor; después, de repente, sale de este estupor y empieza a hablar. Su voz ha cambiado; ya no es Mrs. Piper la que está allí, sino otro personaje que habla con una voz gruesa, de eco varonil».
Las mujeres médiums gozaron de mucha fama y prestigio social. Fue el caso de la napolitana Eusapia Paladi
En una sesión, «las damas vieron una silueta luminosa, el esqueleto de la Muerte»