EL SACRIFICIO DE LEÓNIDAS
TRAS MORIR EN LA LUCHA, Leónidas fue enterrado en las Termópilas, como los demás soldados. Se levantó un monumento funerario en forma de león de piedra y el poeta Simónides escribió un epitafio sencillo y solemne: «Extranjero, anuncia a los lacedemonios que aquí yacemos, obedeciendo sus órdenes». En el año 440 a.C., los huesos de Leónidas fueron trasladados a Esparta para celebrar el funeral de Estado que le correspondía como rey. Sobre su tumba levantaron una estela con los nombres de todos los espartanos que habían muerto a su lado en la batalla. Heródoto la vio y pudo conocer sus nombres. En época helenística se crearon unas fiestas en honor del rey que se asociaron al culto heroico que se le dedicaba en el Leonideo, un pequeño templo.
consejo de guerra. Ante la división de opiniones expresó claramente su decisión: sus trescientos hombres se mantendrían en el paso; su sentido del honor y su ansia de gloria le impedían abandonar. Para un espartano educado en la más estricta disciplina militar sólo había dos opciones: vencer o morir. Además, según Heródoto, Leónidas conocía un oráculo de Delfos según el cual o Esparta sería destruida por los bárbaros o su rey moriría, y tal vez creyó que con su sacrificio conseguía salvar a su patria.
El nacimiento de una leyenda
lanzas, desenvainaron sus espadas y siguieron matando. En ese momento cayó Leónidas y a su alrededor se trabó una pelea encarnizada. Los espartanos acometieron por tres veces a los persas y al cuarto intento lograron rechazarlos lo suficiente como para recuperar el cuerpo de su rey.
El desenlace
Cuando advirtieron la llegada de Hidarnes con sus Inmortales, los espartanos y los tespieos se replegaron, pasaron el muro y se concentraron en un montículo llamado Colono, un sitio más favorable para la última lucha: los que aún tenían espadas se defendieron con ellas; los demás, con puños y dientes. Los persas derribaron el muro y los rodearon, pero evitaron la lucha cuerpo a cuerpo y acabaron con ellos con sus flechas.
Los tebanos se habían apartado al observar lo desesperado de la situación y se rindieron. Según Heródoto, gritaban que Tebas era partidaria de los persas y que habían acudido allí por la fuerza, pero los persas estaban sedientos de sangre y mataron a muchos. Los que sobrevivieron se enfrentaron a un trágico destino: por orden de Jerjes fueron marcados a fuego en la frente como esclavos. Luego Jerjes avanzó entre los cadáveres, y cuando le mostraron el de Leónidas mandó que cortaran su cabeza y empalaran su cuerpo.
El sacrificio de Leónidas y sus hombres se revistió de un significado especial: consolidó el prestigio de Esparta y elevó la moral de todos los griegos para seguir luchando por su tierra y su forma de vida. Tras las Termópilas lograron grandes victorias como Salamina y Platea, donde vencieron a los persas y decidieron la guerra, pero, como escribe el historiador Diodoro, «de todos los que han dejado recuerdo, sólo ellos, en su derrota, han llegado a ser más célebres que los demás que lograron las más brillantes victorias».