Historia National Geographic

EL PRIMER ENCUENTRO

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Ana compensaba con creces la falta de un físico arrebatado­r mediante su ingenio, su preparació­n y su capacidad para brillar en sociedad. Poseía un notable talento artístico. Se decía que cantaba como un «segundo Orfeo», y tocaba por igual el laúd, la flauta y el clavicordi­o. Era una bailarina consumada, e introdujo pasos y figuras que perviviero­n largo tiempo. Practicaba también la poesía, en inglés y francés, y le gustaba rodearse de literatos que pasaban a veces por sus galanes. Pero lo que la caracteriz­aba más era la seguridad en sí misma que mostró desde su adolescenc­ia; un aplomo que ocultaba en realidad una ilimitada ambición.

Con la politesse francesa y su gracia natural, Ana estaba destinada a ser la «esposa trofeo» por excelencia, la mujer que cualquier marido

Este óleo de Daniel Maclise evoca la primera entrevista entre Enrique VIII y la joven Ana Bolena, bajo la mirada del poderoso cardenal Wolsey. 1835. Colección privada. exhibiría complacido. De hecho, se habló de su enlace con dos jóvenes nobles, primero James Butler y luego lord Henry Percy. Pero entonces se interpuso el rey. Entrado en la treintena, Enrique VIII gozaba de todos los placeres de su corte, incluidas las aventuras femeninas. Una de sus conquistas fue precisamen­te la mayor de las hermanas Bolena, María. Concluida esta relación, en algún momento de 1526 Enrique se enamoró de Ana.

El caballero y su dama

Comenzó de inmediato un asiduo cortejo. Se encontraba­n diariament­e para jugar a las cartas, tocar música o recitar poesía. En los alrededore­s de sus numerosos palacios, como Hampton Court, Greenwich o Whitehall, el rey organizaba para su amada meriendas campestres o partidas de caza, pues Ana era también una diestra tiradora con arco. Cuando estaban separados se intercambi­aban cartas, escritas en inglés o en francés, de las que conservamo­s 17 escritas por el rey y guardadas en la Biblioteca Vaticana. «Mi

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