Historia National Geographic

UNA REINA EN EL PATÍBULO

-

te promiscua. Tras ser recluida en la Torre, Ana fue sometida a juicio. Los cargos contra ella incluían pormenores escabrosos, como que había atraído a su hermano al lecho y se habían acostado «besándose con la lengua en la boca». También se la acusaba de tramar la muerte del rey para convertirs­e en reina junto a alguno de sus amantes.

No me toques...

¿Tenían algo de cierto aquellas acusacione­s? Lo más probable es que, si Ana resultó culpable de algo, sólo lo fuese de emplear el lenguaje del amor cortés típico de la época. El poeta Wyatt así lo indica en otro de sus poemas sobre ella, titulado Noli me tangere, en el que hace decir al «grácil cuello» de la reina: «No me toques, pues del César soy». Aunque a Wyatt no le pasó nada, el 17 de mayo fueron ejecutados varios de los presuntos amantes de la reina, incluidos su hermano George y Henry Norris, amigo íntimo del rey. La suerte de la reina estaba echada. No habría compasión con ella. Salvo por una cosa.

Ya fuera por sentimient­o de culpa por el asesinato judicial de una mujer joven o por una petulante concepción de su rectitud, Enrique mandó traer un verdugo de Calais para que le cortase la cabeza con una espada. Esa muerte debería ser menos dolorosa que la decapitaci­ón con una hacha inglesa. Desafiante, Ana exhaló su último aliento la mañana del 19 de mayo de 1536, dejando tras de sí una reputación mancillada y una hija de menos de tres años.

Al día siguiente, Enrique, viudo de nuevo, se prometió con su próxima esposa, la joven Jane Seymour.

Ya en el cadalso, Ana Bolena gritó a los asistentes: «Buen pueblo cristiano: no he venido aquí para dar un sermón; he venido aquí para morir». El verdugo usó una espada, no un hacha como en el grabado.

 ??  ??
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain