CAPILLAS PARA BARCAS
recibir este abrazo mediante el cual tú surges este día en el que te manifiestas como rey». Después retiraba cuidadosamente los vestidos de la estatua y los sustituía por otros nuevos y limpios mientras decía: «¡Oh Amón Re, Señor de Karnak! Tú has tomado esta venda esplendorosa que es tuya, y has tomado estas bellas vendas tuyas, has aceptado estos bellos vestidos». Los ropajes se reproducían en los relieves de los muros del templo en forma de bandas de lino de diferentes colores: el blanco como emblema de la pureza; el azul como signo del agua y del cielo; el verde como símbolo de salud y vitalidad, y el rojo como representación de la sangre y la fuerza.
Sobre el vestido, el sacerdote colocaba collares, pectorales y brazaletes de oro que formaban parte del tesoro de Karnak, así como las insignias divinas, y maquillaba y perfumaba la imagen. Ésta se ungía con siete o diez óleos sagrados, sustancias que, según los textos, «atarán sus huesos, unirán su carne y diluirán tus supuraciones»; es decir, que dotarían a la estatua de nueva energía y protección mágica. Todas estas acciones se llevaban a cabo porque los egipcios proyectaban en sus dioses cualidades, costumbres y necesidades humanas.
El recinto quedaba cargado del humo del incienso quemado durante el ritual, un aroma que agradaba al dios y era un eficaz repelente de fuerzas negativas. El sumo sacerdote también hacía aspersiones con agua sagrada, que acrecentaba la eficacia y el valor profiláctico del ritual.
Que no entre el mal
La ceremonia acababa sellando de nuevo el lugar, aunque antes se eliminaba cualquier huella del paso humano. Sin dar la espalda a Amón, el Primer Servidor retrocedía mientras barría el suelo con una escoba de fibras vegetales para borrar las marcas que sus sandalias habían dejado en la capilla, sustituía la arena del suelo que no estaba limpia, cerraba la sala y colocaba sobre el cerrojo un emplasto de barro en el que imprimía un sello –que se rompería cuando la ceremonia tuviera lugar de nuevo– mientras recitaba el siguiente conjuro: «No entre el mal en este templo».