EL EMPERADOR RODOLFO II
Nombrado emperador en 1576, a los 24 años, pasó casi todo su reinado recluido en el castillo de Praga. Abajo, busto en bronce del soberano. 1609. Colección privada.
EnEn los últimos años del siglo XVI y primeros del XVII circularon muchas historias de misteriosos alquimistas que aparecían por distintos lugares de Europa. Todos ellos aseguraban ser posesores del mayor secreto que encerraba la alquimia: el de operar la transmutación, esto es, convertir en oro metales como el plomo, el mercurio o el estaño, sirviéndose para ello de una sustancia llamada piedra filosofal. Los relatos buscaban convencer a los escépticos de la verdad de semejante hazaña, y ensalzaban la figura del alquimista triunfante que gracias a las transmutaciones exitosas mejoraba su situación material y su estatus social de manera fulgurante. Ciertamente, no todos lo lograban. Hubo también alquimistas que no cumplieron lo que prometían, perdieron toda su fortuna y murieron en la pobreza, incluso torturados y ahorcados por el patrocinador desengañado. Así le sucedió al timador Marco Bragadin. Haciéndose pasar por hijo de un famoso militar, también llamado Marco Antonio Bragadin, captó la confianza de los senadores de Venecia presentándose como el único alquimista capaz de fabricar oro. Bragadin se paseaba por las calles de la ciudad rodeado de políticos aduladores y logró engañar a la todopoderosa República de Venecia durante varios años, hasta que el enredo no dio más de sí y Bragadin marchó a intentar engañar a Guillermo V de Baviera, quien, más impaciente, lo mandó decapitar en 1591.
Además de los patricios venecianos, fueron muchos los potentados que se interesaron por la alquimia en esos años, como el elector Federico V del Palatinado, Mauricio de Hessen-Kassel, el conde Ernesto III de Holstein-Schauenburg, Cosme de Médicis en Florencia, el conde palatino
1593
Edward Kelley, compañero de aventuras de John Dee, pierde cualquier crédito «alquímico» ante el emperador y es hecho prisionero.