PUENTE CARLOS
Ricardo de Simmern... Esta auténtica fiebre por la alquimia cundió especialmente entre los príncipes protestantes. Todos ellos y muchos más abrieron las puertas de sus palacios y mantuvieron encendidos los hornos de sus laboratorios a la espera de la llegada de algún alquimista. Se llegaban a
1594
El polaco Michael Sendivogius entra al servicio de Rodolfo II, para quien trabaja a la vez como alquimista y como diplomático.
Este puente sobre el río Moldava, construido en el siglo XIV, da acceso a Malá Strana o Ciudad Pequeña de Praga. firmar contratos donde el fracaso se pagaba con la vida. Así murieron, entre otros, Anna Zieglerin a manos del duque Julio de Braunschweig-Wolfenbüttel en 1574; Georg Honauer en 1597, a manos del duque Federico de Württemberg, o el ya citado Marco Antonio Bragadin en 1591.
El emperador alquimista
Con todo, el príncipe que ha pasado a la historia por su afición a la alquimia en esas décadas fue Rodolfo II de Habsburgo, hasta el punto de que se ha creado un auténtico mito en torno al «emperador alquimista». Sin duda, la alquimia fue una (sólo una) de las facetas más llamativas y espectaculares de la corte que Rodolfo creó en Praga, donde
residió durante la mayor parte de su reinado, hasta su muerte en 1612. Bien es cierto que la alquimia se desarrolló junto a las ciencias más eruditas y las prácticas mágicas, y que todas convivieron sin estridencias durante bastantes años.
Y esto es lo realmente fascinante. ¿Cómo pudo ser que el mayor defensor de la Contrarreforma en el centro de Europa, el impulsor del catolicismo frente a la amenaza protestante, permitiera que la magia, la astrología, el ocultismo y la alquimia coexistieran junto a grandes pintores como Arcimboldo, grabadores tan notables como Edigius Sadeler, astrónomos de la talla de Kepler o los mejores matemáticos de su tiempo, como Tycho Brahe? ¿Qué tipo de