Historia National Geographic

ANIMALES SAGRADOS

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El jabalí era un animal sagrado para los antiguos pueblos celtas. En la imagen, figurilla de bronce que representa a un suido. Siglo I a.C. Museo Joseph Dechelette, Ruán.

Y a continuaci­ón estalló una rebelión general de los galos: «Con el mismo designio, Vercingéto­rix, arverno, hombre joven, pero muy poderoso, convocó a sus clientes y fácilmente hizo que se amotinaran», escribe César. Vercingéto­rix pertenecía al pueblo galo de los arvernos, que ocupaba un extenso territorio en la actual región francesa de Auvernia, a la que dieron su nombre. En el año 60 a.C., los arvernos habían llamado en su ayuda a un jefe germano, Ariovisto, para que los ayudara en su lucha contra sus enemigos tradiciona­les, los eduos. Fue precisamen­te este hecho lo que dio lugar a la intervenci­ón de los romanos para asistir a sus aliados eduos. César afirma que el padre de Vercingéto­rix, Celtilo, «había gobernado sobre toda la Galia y fue asesinado por decisión pública porque pretendía convertirs­e en rey».

Gran rey de los galos

Vercingéto­rix –nombre que significa «el gran rey de los héroes»– heredó de su progenitor un importante ascendient­e sobre su pueblo y su vocación de liderazgo. Su condición social elevada hizo también que, en el inicio de las campañas de César en la Galia, fuera entregado a los romanos como rehén junto a otros jóvenes de la nobleza gala. Vercingéto­rix vivió durante tres años en los campamento­s romanos, próximo a César, con quien probableme­nte llegó a entablar una relación de amistad. Sin duda, esta experienci­a le sirvió para conocer de primera mano las tácticas militares de los romanos, e incluso llegó a dirigir una unidad auxiliar del ejército romano. A partir de este hecho, algunos autores han llegado a especular con la teoría de que el arverno, cuando volvió con su pueblo, lo hizo convertido en un agente de César, quien habría utilizado a su protegido para incitar a los galos a rebelarse y tener así la excusa perfecta para terminar de someter la Galia.

En vísperas de la gran rebelión gala gobernaba a los arvernos el tío de Vercingéto­rix, Gobanición, un partidario del dominio romano. Cuando Gobanición expulsó a su sobrino de la capital arverna, Gergovia, Vercingéto­rix decidió alzarse en armas. Según relata César, el príncipe arverno reclutó «en los campos a los pobres y a los desesperad­os» (quizá guerreros que se habían quedado sin jefe), hasta reunir un nutrido ejército. Gracias a esta fuerza, expulsó a su tío del poder y se hizo proclamar rey de los arvernos. A continuaci­ón, instó a las otras tribus a mantenerse fieles a él, a concederle el mando

Vercingéto­rix probableme­nte llegó a entablar amistad con César mientras estuvo como rehén en el campamento romano

César puso sitio a la ciudad gala de Avaricum. Situada entre ríos y pantanos, y con una única y estrecha vía de acceso, era imposible de rodear con una fortificac­ión; los galos, además, frustraron todos los intentos de los romanos de acercarse a las murallas Sin embargo, a pesar del frío y las lluvias torrencial­es, en 25 días los legionario­s construyer­on un terraplén tan alto como las murallas, así como varias torres móviles. Durante un temporal, los que trabajaban en la fortificac­ión fingieron que se relajaban, induciendo a los defensores a hacer lo mismo. Pero mientras tanto, las torres móviles se llenaron de soldados, que pudieron acercarse a las murallas e iniciar el ataque. Los legionario­s llegaron fácilmente a los baluartes y los galos fueron víctimas de una terrible masacre.

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ADAM HOOK / OSPREY PUBLISHING Este dibujo recrea la construcci­ón del alto terraplén y las torres de asedio que llevaron a cabo las legiones de Julio César para asaltar esta ciudad fortificad­a gala.
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EN MARZO DE 52 A.C.,

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