EL ROSTRO DE VERCINGÉTORIX
El anverso de una moneda gala conserva la posible efigie del caudillo arverno que se rebeló contra César. Museo del Medagliere, Milán. torturas; por faltas leves envía al culpable a casa después de hacer que le corten las orejas y le saquen un ojo».
Era pleno invierno, y César, convencido de que sus legiones no corrían ningún peligro mientras durase el mal tiempo, se encontraba en Roma. Fue su lugarteniente Tito Labieno quien debió enfrentarse a la repentina sublevación, ante la que sólo pudo defenderse. Pero el procónsul era famoso por su rapidez de acción, y apareció en el norte de los Alpes a tiempo para frenar el intento del lugarteniente de Vercingétorix, Lucterio, de penetrar en la Provincia romana (así se llamaba este territorio, por ser la primera provincia que Roma creó al norte de los Alpes) y conquistar Narbona. César cruzó la cadena montañosa de las Cevenas con dos metros de nieve e irrumpió en Auvernia. Vercingétorix, que estaba luchando contra los bituriges, un pueblo aliado de Roma situado más al norte, se vio obligado a cambiar de planes y acudir en ayuda de su pueblo. El procónsul prefirió evitar el enfrentamiento y reunió en Agedincum (Sens) todas las fuerzas disponibles entre sus aliados lingones.
Una derrota favorable
Entonces Vercingétorix cambió de objetivo y se dirigió a Gorgobina, en territorio de los boyos, un pueblo aliado de los eduos y por tanto inclinado hacia Roma. El futuro dictador reaccionó con una marcha en la que conquistó en rápida sucesión tres fortalezas galas hasta llegar frente a Avaricum (actual Bourges), la plaza mejor defendida de los bituriges. Vercingétorix acudió en socorro de éstos. Consciente de lo difícil que sería resistir el asedio romano, instó a sus aliados a poner en práctica una estrategia de tierra quemada para impedir a los legionarios toda forma de subsistencia: «Si esto les parecía duro y doloroso, mucho más debía parecérselo el cautiverio de sus hijos y mujeres, y su propia muerte», clamó en un discurso. Los bituriges siguieron el consejo y quemaron hasta 20 poblaciones de su territorio, pero decidieron preservar Avaricum, convencidos de que podrían resistir, y permanecieron atrincherados en su capital.
Al líder arverno no le quedó otra opción que acampar a 24 kilómetros de distancia, amenazando desde atrás al ejército romano, que se preparó para el asedio. La determinación de los romanos se impuso sobre las defensas de los bituriges y la ciudad acabó cayendo en un mes; sólo 800 de los 40.000 habitantes sobrevivieron a la matanza que
Para sorprender a Vercingétorix, César cruzó las montañas de las Cevenas, que estaban cubiertas por dos metros de nieve