UN GALO PRISIONERO
El oppidum de Glanum se convirtió en una población romana tras la conquista. Allí se erigió un arco triunfal de cuya decoración formó parte esta escultura de un galo encadenado. Museo Arqueológico, SaintRémy-de-Provence. y llegaron a Gergovia, la capital del pueblo arverno. El líder galo decidió atrincherarse allí, aprovechando la posición favorable de la fortaleza. Vercingétorix dispuso sus tropas alrededor de la ciudad, a lo largo de la pendiente y en las crestas, distribuyendo a intervalos regulares los contingentes de las distintas tribus, cuya vista, dice César, «ofrecía un espectáculo temible». Según César, «cada día al alba Vercingétorix ordenaba que se reunieran con él los jefes de las naciones, a quienes había elegido para que deliberaran con él, cuando pareciera oportuno tanto comunicar algo como tomar decisiones; y casi no dejaba pasar un día sin probar en un combate de caballería, en el que incorporaba a sus arqueros, la valentía y la habilidad de todos sus hombres». César se preparó para el asedio, pero su asalto fracasó y tuvo que retirarse tras perder a 700 hombres, incluidos 46 centuriones. La victoria reforzó aún más el prestigio de Vercingétorix, cuyo liderazgo fue confirmado en una asamblea general gala en Bibracte. Incluso los eduos, los principales aliados de Roma, se pusieron de su lado.
Alesia, el desafío final
Pese a ello, César se rehízo rápidamente del revés de Gergovia y poco después forzó a Vercingétorix a buscar refugio en Borgoña, en territorio de los mandubios, donde se alzaba otra fortaleza aparentemente inexpugnable: Alesia. Llegaba así el último acto del desafío entre César y Vercingétorix.
Las ocho legiones al mando del procónsul construyeron un sistema fortificado alrededor de la colina sobre la que se erigía la ciudad: en total, se construyeron ocho campos fortificados y 23 menores, una línea de fortificaciones orientada a la ciudad, de 16,5 kilómetros de circunferencia, y otra hacia la llanura circundante, de 21 kilómetros. En el territorio adyacente, los romanos erigieron cinco barreras sucesivas, con ramas puntiagudas clavadas en la tierra, palos colocados en agujeros ocultos y estacas con ganchos de hierro.
Después de varias escaramuzas, un ejército de rescate de 250.000 galos, liderado por Vercassivellauno, primo de Vercingétorix, cayó sobre las trincheras exteriores, mientras el líder arverno mandaba al ataque a sus hombres desde la ciudad; los sitiadores romanos, pues, se vieron a su vez asediados. Sin embargo, tras una noche de luchas feroces, gracias también a la falta de coordinación entre los dos frentes de ataque, César logró repeler a los atacantes.
La derrota del ejército de rescate hizo inevitable la rendición de Vercingétorix. Es muy famosa la escena, inmortalizada en numerosos cuadros, del líder arverno que tras salir de la ciudad galopa alrededor del general, quien lo mira fijamente sentado en su silla curul; después, Vercingétorix baja del caballo y se quita la armadura, arrojándola a los pies del vencedor, para sentarse al fin a su lado, en el suelo.
El historiador Dion Casio explica que Vercingétorix habría podido huir de Alesia, pero que prefirió rendirse «confiando en la amistad que lo había unido antaño con César». Si así lo creyó, no pudo equivocarse más. El caudillo galo pasó los años siguientes en prisión, en la cárcel Mamertina de Roma, sin que se hablara más de él. César no tuvo con él la conocida clementia Caesaris, sino que se mostró más bien poco generoso: después de todo, el líder galo había sido un enemigo leal y valiente, y le permitió escribir algunas de las mejores páginas tanto de su carrera militar como literaria. Lo mantuvo con vida para exhibirlo en su triunfo, que se celebró seis años después de Alesia, y después ordenó que lo estrangularan.