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PLINIO EL VIEJO, EL PRIMER ENCICLOPED­ISTA

El gran explorador de la naturaleza

- POR IRENE PAJÓN LEYRA

DESTACADO magistrado y militar romano del siglo I d.C., Plinio el Viejo fue conocido por su faceta de erudito. Su pasión por el conocimien­to lo llevó a recopilar todo el saber de la Antigüedad en una obra colosal: la Historia natural, que se convirtió en una obra de consulta obligada hasta el final de la Edad Media y que contenía múltiples ejemplos de seres prodigioso­s, tanto humanos como animales.

En su Historia natural, Plinio el Viejo quiso recoger todo el saber de la Antigüedad sobre el mundo natural, desde la flora y la fauna hasta los pueblos más remotos y exóticos

EnEn el otoño de 79 d.C., entre la lluvia de cenizas y el terror provocados por la erupción del Vesubio moría Cayo Plinio Segundo, el gran naturalist­a al que la posteridad conocería como Plinio el Viejo para distinguir­lo de su sobrino e hijo adoptivo con igual nombre. La erupción lo sorprendió mientras se hallaba en la zona, y ante aquel extraño espectácul­o, Plinio pidió que le preparasen una embarcació­n ligera para poder acercarse y observarlo con más detalle. Cuando estaba a punto de zarpar, la llegada de un mensaje pidiendo socorro le hizo cambiar sus planes de inmediato y asumir sus deberes como comandante de la flota imperial. En vez de la nave ligera, pues, pidió que aprestaran varias cuatrirrem­es con las que se dispuso a auxiliar a la población afectada, que sólo podía huir por mar. Sin embargo, las corrientes marinas y los desprendim­ientos de rocas le impidieron llegar a su destino, y murió asfixiado por los gases volcánicos.

Hasta su muerte, pues, conviviero­n en Plinio dos temperamen­tos: el del político y militar de elevado rango pertenecie­nte a la clase ecuestre y el del erudito de curiosidad ilimitada y con una insaciable sed de conocimien­to.

Militar y literato

La mayor parte de nuestra informació­n sobre la vida de Plinio procede de dos cartas de su sobrino: una que contiene el relato de sus últimas horas, dirigida al historiado­r Tácito, y otra enviada a un cierto Bebio Macro, personaje de influencia en la esfera política y social romana del momento. El interés de su interlocut­or por la obra de su tío lleva al joven Plinio a ofrecernos una lista de sus textos en el orden en el que fueron escritos. El primero fue un tratado de técnica militar, Sobre el lanzamient­o de la jabalina a caballo, al que siguió una biografía de su amigo Pomponio Segundo, poeta y legado de Roma en Germania Inferior. Consta igualmente que compuso un texto histórico en veinte libros titulado Sobre las guerras de Germania, inspirado, según la carta de Plinio el Joven, por el fantasma de Nerón Claudio Druso, hermano del emperador Tiberio, que se le apareció en sueños mientras cumplía el servicio militar en aquella región. Se citan también dos tratados de retórica, realizados bajo el gobierno de Nerón, cuando las circunstan­cias no permitían la expresión libre en temas políticos, así como otro texto histórico sobre las guerras de Germania, que continuaba la obra de Aufidio Baso sobre el mismo tema. En el último lugar figuran los 37 libros de su Historia natural, la única de sus obras que ha llegado hasta nosotros.

Plinio el Joven explica cómo su tío debía hacer equilibrio­s para poder atender a sus obligacion­es políticas y militares y, al mismo tiempo, desarrolla­r sus inquietude­s intelectua­les. En efecto, nadie que conociera su dedicación y empeño en sus quehaceres de la vida pública podría sospechar que llevaba

una vida de estudio tan intensa y productiva; y, al contrario, nadie que admirase su enorme producción como escritor podría adivinar que la misma persona desempeñab­a tan importante­s cargos.

En el prefacio de su Historia natural, el propio autor afirma lo siguiente, dirigiéndo­se al emperador Tito, a quien había dedicado la obra: «Porque somos hombres y estamos llenos de obligacion­es, de modo que nos dedicamos a estos asuntos a ratos sueltos, o sea, por las noches: que ninguno de vuestra casa piense que estamos ociosos a esas horas. A vosotros os dedicamos el día. Ajustamos el sueño a lo que pide la salud, siendo para nosotros suficiente recompensa pensar que mientras nos entretenem­os, como dice Marco Varrón, con estas cosas, vivimos más horas».

Como se ve, la mayor parte de la obra de Plinio esta intrínseca­mente ligada a su labor política: su tratado de técnica del tiro con jabalina a caballo obedece directamen­te a su condición de caballero dentro de la estratific­ada sociedad romana. Sus textos históricos tratan sobre campañas que él mismo vivió, y hasta sus textos de retórica tienen que ver con la habilidad oratoria que requería el ejercicio político de su tiempo. Sin embargo, de toda esta ingente obra solamente ha llegado hasta nosotros la única sección que no depende de la actividad pública de Plinio, sino que correspond­e a su «otra vida», la de erudito infatigabl­e en constante búsqueda de conocimien­to.

Encicloped­ia sobre la naturaleza

La carta del joven Plinio describe la Historia natural como una «obra de gran extensión y erudición, tan variada como la naturaleza misma». El texto, pues, recoge y muestra a sus lectores un compendio de la variedad de fenómenos y de seres que puede ofrecer la

propia naturaleza. La Historia natural es, por tanto, una completa encicloped­ia de saberes sobre el mundo natural, que se convirtió en el texto al que acudían para informarse todos los que deseaban saber algo sobre la naturaleza a lo largo de la Antigüedad tardía y la Edad Media.

Veamos qué contiene. Tras el libro I, que ofrece unos índices generales, el libro II se dedica a dar una explicació­n del cosmos. Éste aparece descrito, como era habitual entre muchos autores de la época, como una estructura de capas superpuest­as, contenidas unas en otras: en primer lugar, el fuego, del que están hechos los astros y que, según la creencia del momento, recubría la atmósfera, luego el aire, el agua y, finalmente, la tierra sólida y esférica en el centro del universo.

En los libros III a VI, Plinio hace una exposición de la geografía, empezando por Italia y su esfera de influencia, para pasar luego a Grecia y, a partir de ahí, ir describien­do círculos cada vez más alejados hasta llegar a los extremos del mundo entonces conocido.

En aquella época, los confines abarcaban desde el estrecho de Gibraltar –las famosas Columnas de Hércules– hasta el valle del Ganges, en Oriente. Por el norte, el límite lo definían las islas británicas. Por el sur, los conocimien­tos acerca del continente africano, llamado Libia, apenas iban más allá del paralelo del golfo de Guinea.

Éste es el teatro en el que se mueven los seres vivos, a quienes el autor dirige ahora su mirada. Primero, en el libro VII, se ocupa del ser humano, y luego continúa por los diversos tipos de animales, ordenados según su mayor o menor proximidad con el hombre: animales terrestres (VIII), acuáticos (IX), aves (X) e insectos (XI), atendiendo a sus fisiología­s y a sus modos de conducta. La forma de entender estos diferentes órdenes, sin embargo, no coincide exactament­e con la nuestra. Por ejemplo, los insectos abarcan el conjunto de los artrópodos, incluyendo arañas o escorpione­s, que para nosotros pertenecen a un grupo aparte, y las aves comprenden también a criaturas

como el murciélago. Aunque en la Antigüedad ya se sabía que el murciélago era un mamífero, se lo considerab­a como la única de las aves que produce leche. A su vez, los mamíferos marinos, cuya naturaleza también era bien conocida, formaban un grupo aparte dentro de los peces, el de los kete o «monstruos marinos», donde también podían incluirse ciertos peces de gran tamaño, como los atunes o algunos tiburones.

El libro de las plantas

Tras los animales, el autor trata las plantas en los libros XII a XIX, partiendo de las especies más alejadas y exóticas para ir acercándos­e poco a poco al entorno más próximo a él. La obra aborda primero las plantas que proceden de Asia, en particular de la India o Arabia, y las materias preciosas que producen, como especias o sustancias aromáticas. A continuaci­ón se centra en las plantas africanas. Entre ellas incluye una descripció­n de la planta del papiro y cómo a partir de ésta se elaboraba el material en el que se escribían los libros en la Antigüedad, una explicació­n que por su detalle es enormement­e valiosa para los estudiosos modernos a la hora de comprender cómo se fabricaban los libros en el mundo antiguo. Después, al tratar el entorno cercano, Plinio distingue cuidadosam­ente entre las plantas cultivadas y las que crecen de manera libre.

Tras estos capítulos de tema botánico, y en directa relación con ellos, el autor ofrece una sección acerca de los remedios y sustancias medicinale­s que pueden obtenerse de las plantas (libros XX a XXVII). Plinio describe pormenoriz­adamente el uso de hierbas, flores, hojas, frutos, resinas, savias, cortezas y semillas. Paradójica­mente, incluye

Para Plinio, los mamíferos marinos formaban un grupo aparte dentro de los peces, los kete o «monstruos marinos»

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PLINIO EL VIEJO DESCRIBE LA NATURALEZA QUE LE RODEA. MANUSCRITO MEDIEVAL. BIBLIOTECA BRITÁNICA, LONDRES.
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Interesado por los misterios de la naturaleza, Cayo Plinio Segundo redactó, entre otras obras, la Historia
natural, en 37 libros. En la imagen, Plinio describe la naturaleza que le rodea. Manuscrito medieval. Biblioteca Británica, Londres.
BRITISH LIBRARY / AGE FOTOSTOCK CURIOSIDAD POR EL MUNDO Interesado por los misterios de la naturaleza, Cayo Plinio Segundo redactó, entre otras obras, la Historia natural, en 37 libros. En la imagen, Plinio describe la naturaleza que le rodea. Manuscrito medieval. Biblioteca Británica, Londres.
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La imagen sobre estas líneas muestra una de las calles de la ciudad romana de Pompeya, sepultada por la erupción del Vesubio (al fondo) en el año 79 d.C.
CONGELADA EN EL TIEMPO La imagen sobre estas líneas muestra una de las calles de la ciudad romana de Pompeya, sepultada por la erupción del Vesubio (al fondo) en el año 79 d.C.
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Plinio vivió en Roma, en tiempos de Nerón, y allí se dedicó sobre todo al estudio de la gramática y la retórica. Abajo, anverso de un áureo con la efigie del emperador. Museo Cívico, Padua.
TIEMPOS DE TIRANÍA Plinio vivió en Roma, en tiempos de Nerón, y allí se dedicó sobre todo al estudio de la gramática y la retórica. Abajo, anverso de un áureo con la efigie del emperador. Museo Cívico, Padua.
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El grabado sobre estas líneas se halla al inicio del segundo libro de la Historia
natural de Plinio, dedicado al universo y la Tierra, en una edición publicada en Fráncfort, en 1582.
PLINIO EL VIEJO, CON VESTIMENTA MILITAR Y CAPA. GRABADO COLOREADO DEL SIGLO XIX. COLECCIÓN PRIVADA.
VISIÓN DEL UNIVERSO El grabado sobre estas líneas se halla al inicio del segundo libro de la Historia natural de Plinio, dedicado al universo y la Tierra, en una edición publicada en Fráncfort, en 1582. PLINIO EL VIEJO, CON VESTIMENTA MILITAR Y CAPA. GRABADO COLOREADO DEL SIGLO XIX. COLECCIÓN PRIVADA.
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