ADIÓS A LA NIÑEZ
novia ofrecía un banquete. Cuando éste terminaba, la novia se despojaba de su velo. Era el momento en que el padre cedía la custodia al marido, quien la escoltaba hasta su nuevo hogar junto a parientes y amigos, acompañados de antorchas y música, formando una procesión de carácter festivo. Las celebraciones continuaban hasta el día siguiente, en el que la recién casada, ya en su nueva morada, recibía regalos de sus familiares y amigos.
El lugar de la esposa
En el espacio doméstico, gobernado por el cabeza de familia, la mujer ocupaba el gineceo, una habitación de uso exclusivamente femenino, que solía estar en la parte más recóndita de la casa. En las estelas funerarias y la decoración de las cerámicas vemos representado este ámbito femenino, íntimo y personal, dominio exclusivo de las mujeres.
Las tareas femeninas tenían que ver con la gestión de la economía doméstica. Uno de los cometidos principales era la producción de tejidos. La mujer de la casa se encargaba de hilar y tejer la ropa para el consumo familiar, y el telar era un elemento habitual en las viviendas. La vinculación de las mujeres con la actividad textil adquirió un importante carácter simbólico, como vemos en el caso de Penélope, la esposa de Ulises, que se convirtió en emblema de la fidelidad conyugal. Su figura se asocia con el telar donde, durante el día, confeccionaba el sudario para su suegro Laertes, que destejía de noche para evitar elegir a uno de los pretendientes que la acosaban para casarse con ella, pues todos creían que Ulises había muerto; sólo ella confiaba en que volvería.
Las tareas textiles eran tan importantes que uno de los objetos arqueológicos más característicos es el epínetro, una pieza de madera o cerámica de forma semicilíndrica que las mujeres apoyaban sobre el muslo para evitar manchar las vestimentas con la grasa de la lana durante el proceso del