EL HIJO DEL CIELO
Qianlong, emperador de la dinastía Qing, representado en su escritorio. Qianlong reinó hasta 1795, cuando abdicó en favor de su hijo Jiaqing. ceremonias oficiales protagonizadas por el soberano, como su ascensión al trono, las grandes audiencias, su cumpleaños y la declaración de decretos. Todas ellas seguían una misma fórmula ritual. Mientras el monarca se desplazaba hacia la sala o puerta donde fuera a realizarse el ritual, los oficiales y nobles debían realizar un viaje hacia el corazón del recinto palaciego en estricto orden jerárquico, cruzando puertas y puentes de acuerdo al rango de cada uno antes de tomar el puesto correspondiente en el patio al sur del emperador, quedando éste al norte.
Tal disposición geográfica responde a una antigua tradición china que establece que aquellos que se sitúan al norte, encarando el sur, tienen una posición superior, de igual manera que los que están dentro de un edificio o en un espacio elevado se encuentran por encima de aquellos que están fuera o en un espacio más bajo. Estas asimetrías espaciales se trasladaron a la arquitectura de la Ciudad Púrpura Prohibida, donde el emperador siempre se colocaba dentro de una puerta o sala elevada situada al norte y mirando al sur desde arriba, mientras que sus súbditos quedaban a la intemperie, en los patios abiertos situados al sur mirando hacia el norte –y desde abajo– la figura imponente del edificio y, por ende, del emperador.
Las descripciones históricas de las audiencias imperiales dan cuenta de cómo se reproducía el orden social en el protocolo.
Los asistentes se reunían al amanecer en la Sala de la Armonía Suprema y su patio exterior; sobre los peldaños de las escaleras debían colocarse los familiares del emperador según su grado de proximidad al soberano, mirando al norte, mientras que los oficiales militares y civiles debían formar filas en el patio exterior de acuerdo a su rango, también mirando al norte. El foco de la celebración era el trono, con cada uno de los participantes separado del emperador de acuerdo a su proximidad política, geográfica o de parentesco. El emperador también estaba sujeto a las formalidades, y debía llegar al trono precedido de un cortejo y ataviado con las ropas imperiales decoradas con la figura del dragón. Una vez todos estaban en su lugar, los asistentes se arrodillaban y rendían pleitesía al emperador tocando el suelo con la cabeza tres veces.
La importancia del trono
El emperador debía estar presente en las ceremonias más importantes, pero cuando no lo estaba el trono del Dragón era venerado igual que él. Asimismo, cuando un edicto era emitido por el emperador, éste era transportado con la misma pompa con la que se trasladaba el soberano. Cada una de estas ceremonias celebraba así la sacralidad de una forma de entender el mundo, con el emperador en el centro y sus súbditos ordenados en marcados estratos jerárquicos, y reforzaba el patrón de relaciones sociales que habían construido los chinos en torno a la figura imperial. La Ciudad Púrpura Prohibida, como modelo arquitectónico, sirvió de escenario ineludible para estas representaciones imperiales, reforzando con ello el poder del emperador como institución.