CIUDAD TEATRAL
amores de Casanova es una religiosa, a la que llama M. M. en sus memorias para proteger su anonimato. M. M., a su vez, tiene ya un amante, un religioso diplomático francés con el que Casanova organiza una orgía en la que participa una segunda monja que también había sido amante de Casanova.
La Venecia promiscua
Giacomo se regodea en esa Venecia promiscua, ya que piensa que «la fortuna ejerce su poder sobre todos los mortales, mientras sean jóvenes», y quiere aprovecharla al máximo. Frecuenta los teatros, que conoce a fondo, ya que ha nacido en ese ambiente. Más que por pasión, va allí para hacerse ver y forjar relaciones. En los teatros venecianos el caos es absoluto: en sus palcos, los aristócratas se abandonan a intrigas y sueltan groserías, mientras que en la platea la plebe grita como en un estadio, y no es raro que después de una mala actuación los actores se vean obligados a huir para salvar la piel.
Casanova ya no es el muchacho torpe al que «no le gustaban las mujeres casadas, era tan estúpido que tenía celos de sus maridos». En los teatros y en toda Venecia se dedica a romper corazones. Sin embargo, aunque a Casanova le gustan las aristócratas, el plebeyo que hay en él aún se siente intimidado: está a medio camino entre su nacimiento y la alta sociedad que frecuenta, siempre tratando de dar el gran salto que una y otra vez obstaculizan esos nobles que lo mantienen cerca para divertirse, pero en los márgenes de sus vidas, como un bufón. «Un hombre nacido en Venecia, de familia pobre, sin patrimonio y sin ninguno de esos títulos», dirá de sí mismo. De hecho, cuando tiene que elegir una amante, prefiere a las mujeres del pueblo, sobre todo a jóvenes de entre 14 y 18 años.
Por suerte, para dejar atrás las inhibiciones llega el carnaval, que en Venecia no es una fiesta, sino parte integrante de una forma de vida. En esa época, el carnaval empieza en octubre y dura al menos cinco meses, durante los cuales las máscaras llenan las calles y cualquiera puede hacerse pasar por cualquiera, una bendición para un embaucador
A DIFERENCIA como Casanova. Los disfraces están muy presentes en sus memorias de la laguna; le permiten pasar de un ambiente a otro, lo hacen sentir menos inadecuado entre los aristócratas y más misterioso entre la gente común, y son una de las claves de sus aventuras y sus enredos.
El punto de encuentro de toda la diversión es, cómo no, la plaza de San Marcos. Allí, en escenarios improvisados, entre un baile y otro, tienen lugar comedias, conciertos y obras de teatro, pero también combates de lucha y boxeo; y allí acuden en masa astrólogos y charlatanes. Hay espectáculos escalofriantes, con toros decapitados o pobres osos encadenados a un poste a través del paladar. Otros son completamente grotescos, como
Don Giovanni
CASANOVA Y ESTHER EN PARÍS. ILUSTRACIÓN DE LAS MEMORIAS DE CASANOVA DE AUGUSTE LEROUX.