Secretos de las tumbas etruscas
Más allá de sus creencias en la vida de ultratumba, los etruscos hicieron de sus tumbas un muestrario de su riqueza y de sus refinados gustos artísticos, tal como se ve en los espléndidos sepulcros de Caere y Tarquinia
En el siglo VIII a.C., Tarquinia y Caere eran dos prósperas ciudades etruscas. Sus élites hacían ostentación de su riqueza en magníficas tumbas subterráneas que hoy se cuentan entre las más conocidas y admiradas del mundo etrusco.
AiniciosAinicios del I milenio a.C., los etruscos ocupaban una extensa región en la mitad septentrional de la península itálica, al norte de la futura ciudad de Roma. Habían llegado allí dos siglos antes desde el Mediterráneo oriental, en una emigración hacia Occidente en pos de metales –como el cobre, el plomo, el estaño, el hierro o el alumbre– que hallaron en algunos montes de la Toscana y del Lacio. La leyenda dice que las doce primeras ciudades etruscas que se fundaron estuvieron unidas por una poderosa alianza económica, militar y religiosa.
En la Etruria meridional, las dos ciudades más destacadas eran Tarquinia (en etrusco Tarchna) y Caere (Ceizra en etrusco, actualmente Cerveteri). La primera era conocida por la producción de armas y utensilios domésticos de bronce, mientras que la segunda manufacturaba piezas de oro y una cerámica única: el llamado bucchero negro, con un característico brillo metálico.
Lujo asiático
En el siglo VIII a.C., las familias más influyentes de ambas comunidades adoptaron hábitos orientales –tomados de los griegos y fenicios, recién asentados en las costas del Tirreno– para hacer ostentación de la riqueza que habían alcanzado, manifiesta en los enterramientos de esta élite. Las modestas tumbas de fosa de la época anterior, en las que la urna con las cenizas del difunto se depositaba junto a un ajuar de objetos en miniatura, fueron sustituidas por inmensos túmulos de tierra, bajo los cuales se inhumaba el cadáver, engalanado con las más delicadas joyas y rodeado por los objetos más preciados. De este modo, las llanuras que rodeaban Caere se llenaron de túmulos inmensos, bajo los cuales se habían excavado cámaras funerarias o hipogeos.
En torno a estos túmulos se celebraban periódicamente libaciones y sacrificios en honor a los allí enterrados, así como rituales fúnebres para acompañar hasta su última morada a los recién fallecidos. Éstos eran conducidos a la tumba familiar por un ostentoso cortejo de carros, músicos, plañideras y un
gran número de acompañantes, que participaban después en un espléndido banquete. Aquellas ceremonias inspiraron las extraordinarias pinturas al fresco que adornaron los hipogeos de Tarquinia en el siglo VI a.C.
Los cambios económicos y políticos que con el paso del tiempo sufrieron los centros etruscos repercutieron en la arquitectura funeraria, que redujo sus dimensiones y simplificó sus rituales. También cambió la concepción del más allá, que se volvió un inframundo poblado por terribles monstruos y dioses implacables.
Desde muy antiguo, la búsqueda desesperada de las riquezas enterradas en las tumbas de la aristocracia etrusca movió a numerosos negociantes y saqueadores a excavar las tierras del Lacio y de la Toscana, ocupadas por los etruscos en el pasado. En el siglo XIX se extrajeron de las cámaras mortuorias verdaderos tesoros artísticos, que fueron vendidos a diferentes museos de Europa y Estados Unidos por mediación de coleccionistas y traficantes de arte. La prensa de la época se hizo eco de los extraordinarios hallazgos, que atrajeron la atención de viajeros y estudiosos, imbuidos del espíritu romántico del Risorgimento italiano.
Cinco tumbas únicas
En las siguientes páginas se muestran cinco de las tumbas etruscas más ricas y significativas de los yacimientos de Tarquinia y Cerveteri: la tumba Regolini-Galassi, con un sensacional ajuar de una princesa de Cerveteri del siglo VIII a.C.; la tumba de los Escudos y las Sillas, también de Cerveteri, que evoca en su decoración un interior «burgués» del siglo VI a.C.; la tumba de la Caza y de la Pesca, construida en la misma época en Tarquinia, con una excepcional decoración al fresco; la tumba de los Relieves, en Cerveteri, una de las más famosas del mundo etrusco, construida en el siglo IV a.C.;,y la tumba Giglioli, creada a finales del mismo siglo en Tarquinia.