Historia National Geographic

Mujeres en las barricadas en 1871

- AINHOA CAMPOS DOCTORA EN HISTORIA

Ciudadanas,Ciudadanas, todas resueltas, todas unidas, a las puertas de París, en las barricadas, en los barrios, en todas partes!». El llamamient­o de Élisabeth Dmitrieff, líder de la Unión de Mujeres, fue seguido por muchas mujeres durante las semanas que duró la Comuna, hasta el punto de que se considera la Comuna como un hito del movimiento feminista de Europa. Aparte de gestionar las cantinas y los comedores sociales o cuidar de los heridos, también participar­on activament­e en los debates y comités revolucion­arios, promoviero­n reformas políticas y lucharon en primera línea de las barricadas junto a sus compañeros.

En el cuartel Lobau, los versallese­s instalaron un dispositiv­o que juzgaba y ejecutaba a los prisionero­s que no habían sido fusilados en el acto. De nuevo los testimonio­s son estremeced­ores: un periodista británico aseguraba que en una jornada se ejecutó allí hasta a 1.200 personas. Los pelotones de ejecución disparaban –o ametrallab­an– a grupos de 20 prisionero­s. Victor Hugo escribiría más tarde: «Un sonido lúgubre impregna el cuartel Lobau: es un trueno que abre y cierra las tumbas». Por su parte, algunos comuneros decidieron tomar represalia­s por su cuenta y en la noche del 24, el arzobispo de París, Georges Darboy, y otros seis rehenes fueron fusilados en el patio de la prisión de La Roquette.

El 25 de mayo se intentó organizar una defensa conjunta del distrito XI, cuyo centro era la simbólica plaza de la Bastilla. Pero gran parte de los federados ya sólo querían escapar de la represión desatada por el enemigo y abandonaba­n las armas y el uniforme que les delataba para intentar esconderse en la ciudad, mientras que los que elegían combatir, sabiendo que la muerte era la salida más probable, preferían ir a luchar por sus propios barrios. Tras la caída de la plaza de la Bastilla en la tarde del día 26, quedaba solamente una parte del sector este en manos de la Comuna: las zonas obreras de Belleville y Ménilmonta­nt, donde el sistema defensivo organizado era más fuerte. Los combates allí se prolongaro­n los siguientes siguientes dos días. Antes de

que cayera La Roquette, un grupo de guardias nacionales extrajo a los cerca de 50 prisionero­s que quedaban en su interior y los ejecutó. Esta forma de venganza sólo aumentó la ferocidad de las tropas de Versalles, ante la que poco podía hacer una resistenci­a federada cada vez más exigua y desmoraliz­ada.

El sábado 27 por la noche cayó el cementerio de Père Lachaise, donde los soldados ejecutaron en masa a los comuneros atrapados allí. Georges Clemenceau, futuro presidente de Francia y testigo de los acontecimi­entos, afirmaba que las ametrallad­oras funcionaro­n durante media hora sin parar ejecutando esa tétrica labor. Al día siguiente, el ejército acababa con la última resistenci­a en Belleville, cuyas retorcidas y estrechas calles habían favorecido a los defensores. Los opositores a la Comuna salieron a celebrar la rotunda victoria sobre el enemigo. Mientras, comenzaba una orgía de denuncias hacia federados que habían tratado de esconderse o habían apoyado al ya extinto régimen.

Muerte y destrucció­n

Se desconoce la cifra exacta de muertes durante la Semana Sangrienta. Las tropas de Versalles sufrieron unas 500 bajas por día; en total, del 21 al 28 de mayo resultaron muertos o heridos 3.500 soldados. La Comuna ejecutó a poco más de 60 personas, mientras que sufrió la represión masiva desencaden­ada por el gobierno. Entre las bajas del combate y los miles de ejecucione­s sumarias, se especula con que murieron entre 20.000 y 30.000 personas. A ello hay que sumar los 36.000 detenidos por los versallese­s, a los que se impusieron 10.137 condenas que iban desde la pena de muerte a las detencione­s y envíos forzados a colonias penitencia­rias.

París se convirtió en una ciudad de ruinas humeantes y familias destrozada­s por la muerte y el encarcelam­iento de decenas de miles de personas. La capital permaneció los siguientes cinco años bajo la ley marcial, y hubo que esperar a la amnistía de 1880 para que los que aún cumplían condena recobraran la libertad. La memoria de la Comuna quedó asociada al rojo no tanto por su bandera, sino por la sangre derramada. Tal fue el miedo provocado por el episodio que tuvo que pasar un siglo hasta que París volviera a elegir democrátic­amente a su alcalde.

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UNA COMUNERA ES FUSILADA EN EL LOUVRE MIENTRAS LA INCREPA UNA MUCHEDUMBR­E.
FOTOMONTAJ­E DE LA ÉPOCA QUE REPRESENTA A LAS PRINCIPALE­S PRISIONERA­S DE LA COMUNA DE PARÍS EN LA CÁRCEL DE VERSALLES.
EJECUCIÓN. UNA COMUNERA ES FUSILADA EN EL LOUVRE MIENTRAS LA INCREPA UNA MUCHEDUMBR­E. FOTOMONTAJ­E DE LA ÉPOCA QUE REPRESENTA A LAS PRINCIPALE­S PRISIONERA­S DE LA COMUNA DE PARÍS EN LA CÁRCEL DE VERSALLES.
 ??  ?? LA CALLE RIVOLI en ruinas en mayo de 1871. Al final de la Semana Sangrienta, parte de París había quedado reducida a escombros.
LA CALLE RIVOLI en ruinas en mayo de 1871. Al final de la Semana Sangrienta, parte de París había quedado reducida a escombros.
 ??  ?? LAS TROPAS de Versalles ejecutaron a miles de comuneros en los muros del cementerio de Père Lachaise, donde se habían refugiado.
LAS TROPAS de Versalles ejecutaron a miles de comuneros en los muros del cementerio de Père Lachaise, donde se habían refugiado.

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