Estatuas recobradas
El barco hundido frente a Anticitera transportaba decenas de estatuas destinadas al mercado de arte que se han podido rescatar en buen estado.
Marina Real Griega, que prestó un navío para facilitar la expedición. El mal tiempo ralentizó la campaña e imposibilitó una labor completa de recuperación. Los buzos compartían un único traje y casco, por lo que tenían que turnarse para pasar en el fondo del mar escasos minutos. A pesar de estas circunstancias y de la falta total de conocimientos técnicos en arqueología por parte de los buceadores, los descubrimientos fueron de inestimable valor.
Por primera vez en la historia se recuperó casi la totalidad del cargamento de un naufragio antiguo: ánforas, estatuas de bronce y mármol, joyas, metales... objetos todos ellos que terminaron en el Museo Arqueológico Nacional de Atenas. Fue allí donde, en mayo de 1902, el arqueólogo Valerios Stais descubrió que parte de los restos de bronce hallados por los marinos encajaban entre sí para formar el famoso «mecanismo de Anticitera», una sofisticada calculadora astronómica cuyo funcionamiento sólo ha podido esclarecerse recientemente.
Colección única
Hoy sabemos que los objetos descubiertos iban en un carguero de unas 300 toneladas de capacidad que, debido a una tormenta, naufragó cerca de la costa de Anticitera en torno a los años 70-60 a.C. Las monedas y los materiales hallados en el navío llevan a creer que éste provenía de Delos, Pérgamo o Éfeso. Su destino final probablemente era Pozzuoli, en el golfo de Nápoles,
En 1902 se vio que los fragmentos de bronce de Anticitera formaban parte de un sofisticado mecanismo
desde donde su cargamento debía distribuirse hasta llegar a las residencias y villas de la más selecta élite romana.
De la rica colección escultórica en bronce recuperada destacan las estatuas del Efebo de Anticitera (340-330 a.C) o el llamado Filósofo (230 a.C.), de un realismo excepcional, así como otras esculturas de estilo clásico. Numerosos fragmentos hacen sospechar la existencia de más restos en el lecho marino.
Sobresalen asimismo 36 esculturas en mármol de Paros de distintos tamaños y estados de conservación, que representan, entre otros, a Odiseo, Hermes, Apolo, Hércules y Zeus. Además, se encontraron cuatro caballos de mármol pertenecientes a una cuadriga; durante su extracción, las cuerdas de sujección de uno de ellos se rompieron y la pieza volvió al fondo marino, donde permanece hoy en día.
El carguero también portaba tres klinai o divanes de madera con revestimientos en bronce, así como una gran colección de joyas y recipientes cerámicos y vítreos, entre los que destaca una veintena de recipientes de vidrio que constituyen un ejemplo único de este tipo de producción en época helenística en la región sirio-palestina.
Nuevos hallazgos
En 1953, el explorador francés Jacques Cousteau prospectó el lugar del naufragio. Volvió de nuevo a investigarlo en 1976, esta vez a petición del gobierno griego. Pese a la adversa meteorología, pudieron recuperarse algunas estatuillas de bronce y cientos de recipientes cerámicos, joyas y otros objetos de vidrio, lo que confirmó que parte del cargamento aún permanecía bajo el agua.
Entre 2012 y 2017, los arqueólogos Brendan Foley y Theotokis Theodoulou iniciaron un proyecto internacional con el objetivo de realizar un estudio completo del sitio, jamás llevado a cabo. Además de centenares de fragmentos de cerámica, se recuperaron una lanza, un brazo y pequeños objetos de bronce, así como los restos de uno de los tripulantes del navío.